21: No te reprimas [+18]

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—Suéltame, puta.

—Mi nombre es Aquía. Dilo.

—Yo le juro que…

—Mi nombre, dilo.

El arma en mi mano no le dejó otra opción, tal vez esperaba mi piedad, el caso es que accedió con la garganta contraída.

—Aquía.

Sonreí.

—Ara salve al rey —fueron mis palabras antes de rajarle la garganta.

Su sangre empapó mi pecho, mi barbilla, incluso mis labios y mi frente, pero no aparté mis ojos de los suyos mientras la vida se le escapaba siendo yo su última palabra, su último recuerdo, lo último que vería.

Luego corrí a la mitad de la calle, me arrodillé y apelé al lado racional que ya había comprobado que tenían esas criaturas. Orión seguía sin abatir al último, y se cansaba, lo sé, y yo era la mejor moneda de cambio que el Sirio tendría jamás. Así que lo llamé, un grito tras otro para llamar su atención. El monstruo no fue estúpido, no volteó teniendo la espada de Orión tan cerca sino que retrocedió varios metros con un salto de sus piernas reforzadas, y me miró.
Un segundo. Era todo lo que necesitaba para devolverle a Orión el rescate que le debía desde nuestro primer encuentro. En ese instante en que el Sirio volteó a mirarme la navaja se clavó en su ojo. Bendije a Ares y a Leo por haberme entrenado tan bien.

El irreal Orión alado descendió hasta el suelo y corrió con sus pies descalzos y sus nuevas extremidades colgando, arrastrando sus plumas en el suelo, levantando piedras a su paso.

Yo lo recibí con los brazos abiertos, fue como el impacto de un cachorro gigante emocionado que recibe a su dueño.

—¿Cuánta de esta sangre es tuya? —preguntó alarmado al verse empapado en el dorso y los brazos de aquella viscosidad rojiza.

—Solo tengo una herida en el brazo, descuida.

—Vámonos.

—Orión… —Tiré de él hacia mí y lo besé con creciente necesidad. Estuve muerta, muy viva, convaleciente y viva de nuevo en solo una noche, me debía eso, me debía sus manos en mi cabeza, me debía sus labios despertando el anhelo de mi cuerpo. Merecía su respiración contra la mía y la ferocidad con la que nuestras bocas desgastaban la adrenalina del momento.

Cuando él nos separó y me miró a la cara fui capaz de ver cómo de pronto se decidía. No había nada más que pensar él no me quería lejos y yo no haría nada para que se apartara. Si nos teníamos que hundir, pues al fondo iríamos con los dedos entrelazados y nuestros labios juntos.

—Hay muchas cosas…

—Lo sé, necesitas respuestas. No es el momento.

—No, necesito saber... ¿Qué eres, Orión Enif?

—Tuyo.

Así, me tomó entre sus brazos y emprendió el primer vuelo que haríamos juntos, él batiendo sus alas, desafiando el tiempo y la gravedad mientras nos aproximábamos al castillo, yo con mis brazos alrededor de su cuello, gritando, pegada a su pecho húmedo y caliente con tanto horror como placer. Me gustaría contarles cómo se veía Ara desde lo alto, pero lo cierto es que jamás aparté mis ojos del cielo que nos recibía tan lejos y tan cerca a la vez, brillando al compás del cazador alado.

☆☆•☆☆

Entramos por el balcón de la princesa, pero no nos quedamos. El cielo ya aclaraba, tenía que ir de inmediato a las mazmorras de Sargas o tendría problemas con el rey. Entré al cuarto de baño de la princesa, no esperaba que ella ya estuviera levantada.

Vendida [YA EN LIBRERÍAS] [Sinergia I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora