Y de esa manera subí a bordo del barco, dirigiéndome al Reino Unido una vez más. Aún no lo puedo creer.
La última vez que estuve en un barco, dirigiéndome a Londres, la sombra de la muerte de Anthony caía pesadamente sobre mí. Pero aún así, el barco me alejaba más y más de él; y fue ese barco, en el que me embarqué para realizar un largo viaje, el que me llevó a la persona que más amo.
Anthony, debiste estar cuidándome, porque estaba en el barco de nuevo, con él a mi lado.
Sentí como si un camino brillante se hubiera abierto frente a mis ojos.
Me gustó, después de todo, haber traído la ropa que Archie me regaló. De otra manera, no habría estado apropiadamente vestida para la sección de primera clase, de un trasatlántico de lujo. Debo admitir que Archie tiene muy buen gusto. Los vestidos que me dio, aunque no son tan maravillosos como los que usé en Hillcrest, eran muy elegantes y refinados.
A bordo del barco, en donde estábamos juntos Terry y yo, algunas veces la gente lo reconocía. Ellos nos miraban de manera curiosa y murmuraban.
Él no les ponía atención de todas formas. Durante todo el tiempo nunca me soltó la mano, como si temiera perderme y nunca poderme encontrar, si me dejaba ir.
La primera noche en el barco estuvimos de pie en la cubierta mirando al mar. Era una noche llena de niebla, tal y como la última noche de fin de año, cuando me dirigía a Londres por primera vez. Tras de mí podía escuchar la música fuerte y las alegres risas de la gente que provenían del comedor, en donde se estaba llevando a cabo una fiesta de bienvenida para los pasajeros.
Miré la inmensa oscuridad de la noche en el océano. Demasiado oscuro. Solo destellos de las luces de las estrellas aparecían de vez en cuando, cuando la niebla se dispersaba, creando una pequeña apertura hacia el cielo.
Estaba Terry, con sus brazos alrededor mío, disfrutando el tiempo que pasábamos juntos lejos de la multitud.
"¡Mira, Candy! Es como la noche en que nos encontramos por primera vez,", me dijo.
Lo miré, y observé la sonrisa que tanto amo.
Repentinamente él alejó su mirada del mar y se giró hacia mí y dijo, "casémonos aquí, mañana."
"¿Casarnos aquí?, ¿mañana?, ¿podemos hacer eso?" yo reí.
"El capitán del barco. Él tiene la autoridad de oficiar una boda mientras estemos en altamar", dijo él, incapaz de contener el entusiasmo en su voz. "¿Qué dices?, ¿Lo hacemos?"
