C a p í t u l o 38: Un brindis por Steven Fry

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Caminar por la ciudad se siente como algo desconocido después de estas últimas dos semanas. Es como si no tuviera sentido nada de lo que pasa a mi alrededor, ni mis pasos, ni la compra que acabo de hacer en el supermercado, con productos comestibles que, probablemente, no ingiera. Comer me está costando, mi estómago no resiste los alimentos.

Pero, por suerte, hay alguien que si está comiendo. Las vitaminas han ayudado de forma positiva en Penélope. Sin embargo, la tristeza se apoderó de su mirada y se instaló de forma cómoda. Aún así, valoro que haya dejado de evitarme. Dormir junto con ella es cómodo.

Me detengo en seco al darme cuenta en donde me encuentro, ¿tanto he caminado?.

La avenida Atlas aún carga el peso de lo que sucedió hace dos semanas atrás. El accidente fue uno de los más grandes del estado, y desde hacía años no pasaba uno de tan alta magnitud. Es por eso que, quienes viven por la zona, o quienes se encuentran caminando, lucen de manera muy diferente al resto de la ciudad.

Hay un cartel frente a mí, uno que están terminando de colocar. Cuando leo lo que dice, mi boca siente de forma inmediata un sabor amargo, el cual se instala en mi estómago formando un nudo.



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Algunos se detienen a ver el cartel, murmuran cosas entre ellos, se lamentan por lo sucedido.

Y no lo había notado antes pero, en el suelo, hay velas y algún que otro rastro de flores que la gente fue dejando. El aire que se respira esta cargado de tristeza, y de ausencias. Duele, y mucho.

Toco el cartel, cierro los ojos, suspiro y retomo mi viaje por donde vine, con pasos aún más acelerados. Las lágrimas perjudican mi visión, y mi respiración, aún así, no freno mis pasos ni me disculpo por las veces que choque a alguien.

Llego a la casa de Steven, agitada, y con el corazón latiendo con fuerza. Me tomo mi momento para recobrar el aliento, para poder respirar de forma correcta.

Caminar de forma acelerada, cuando no estás comiendo bien, es una pésima idea. Me siento mareada.

—¿Gia? —levanto mi mirada del suelo, y me encuentro con Will.

Como estrella fugazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora