C a p í t u l o 32: ¿Qué haría yo sin ti?

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Es domingo, mi día familiar

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Es domingo, mi día familiar. Y mi madre invitó a Steven.

Verlo hablar con mi familia, riendo con ellos, prestando atención a lo que sea que le cuenten, es algo hermoso de ver.

Tal parece que no soy parte del momento. Los tres se centran en Steven. Mi madre que indaga sobre su vida, mi padre que le habla de cosas que son de su interés, para saber la opinión que le da, y Will que le habla de música, de las clases, de lo que quiere aprender, del último vídeo de una banda que tienen en común.

No participo de las conversaciones que se presentan, pero soy parte de la energía que emanan, y de como eso logra que Steven se sienta cómodo, a gusto.

Steven habla con mi padre y Will sobre el final de Game of Thrones. A ninguno le gustó, lo sintieron apresurado y mal hecho. Nada que no haya escuchado decir antes.

Y, mientras ellos están entretenidos en esa conversación, mi madre me mira, observa a Steven, y luego vuelve a mí. Sonríe, y eleva sus pulgares en señal de aprobación. Le sonrío a modo de respuesta.

Mi madre fue quien más estuvo conmigo cuando West rompió mi corazón. Atenta a cada cosa que se pudiera presentar, siempre con un abrazo reconfortante al final. No es de extrañar que se sienta tranquila al ver que Steven irradia bondad.

Cuando el domingo finaliza en risas, sonrisas y fotografías para conservar, nos despedimos de mi familia, y al subir al auto lo miro, me encuentro con un rostro de alguien que fue muy feliz en estas últimas horas.

—Tienes una hermosa familia, Gia —me dice sonriendo.

—Te han amado.

Entrelazo su mano con la mía. Sus ojos caen en los míos, y aquella sonrisa feliz, se extiende aún más por su rostro.

—¿Vamos por un helado? —propone—. Quiero helado de chocolate.

Nos dirigimos a la heladería más cercana, compramos bochas de nuestros sabores favoritos, y caminamos por el parque. La ciudad nos regala una noche hermosa, y todos parecen querer aprovechar de eso después de tanta lluvia y humedad.

Luego de haber caminado, nos volvemos a encerrar en el auto. Ninguno quiere finalizar el domingo. No quiero irme a casa, no quiero dejarlo en la suya, no quiero irme a dormir temprano. Quiero quedarme toda la noche con él, aunque eso implique horas pesadas mañana en la editorial.

Y tal deseo me lleva a no encender el motor del auto, y Steven parece cómodo con eso. Saca su móvil, y pone música. Hizo una playlist de sus y mis canciones favoritas.

Ningún estilo tiene que ver con el otro, pero aún así, es la mejor lista de canciones que escuché en toda mi vida.

No hablamos de nada, aunque tampoco parece ser necesario. Nos miramos a los ojos, y las mismas dicen todo lo que callamos. Sonrío y su sonrisa se refleja al instante, como si fuera mi espejo.

Como estrella fugazOnde histórias criam vida. Descubra agora