C a p í t u l o 2: Maldito seas, Steven Fry.

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La gente suele decir que William se parece mucho a mí, y cuando lo veo caminar hacia mi encuentro, compruebo de que cada vez se parece más

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La gente suele decir que William se parece mucho a mí, y cuando lo veo caminar hacia mi encuentro, compruebo de que cada vez se parece más.

Will dejó crecer su cabello azabache, de forma que se le presentan unos pequeños bucles en las puntas, como a mí. El estilo le queda hermoso, pero al parecer, él prefiere esconderlo detrás de su gorro de lana gris.

Es recién cuando deja de observar su móvil que me presta atención, y al verme con sus ojos marrones, le niego con la cabeza. Sabe que si algo no me gusta de la actualidad, es la gente idiotizada con la tecnología en momentos donde no es debido.

Una sonrisa angelical se presenta en su rostro, y me recuerda a cuando era pequeño y la abuela apretaba sus mejillas regordetas. Bueno, hasta el día de hoy lo sigue haciendo. Y, por más pena que me de, también lo hace conmigo.

—No me regañes a esta hora de la mañana, por favor —me dice al llegar, con un brillo especial en sus ojos chocolate—. Soy sólo un adolescente.

Al decirme esto, hace pucheros, lo que me lleva a quitarle su gorro de lana y despeinar su cabello. Cosa que odia, pero en cierta manera, estamos a mano.

Cuando deja de insultarme, vuelve a esconder sus bucles, y me observa cual asesino a su presa.

—Te detesto, Gia Elizabeth.

—No me llames por mi segundo nombre, August.

Su rostro se transforma como si hubiera olido algo feo, y no lo culpo, le dije a mi padre que Will iba a odiar ese nombre de la misma manera en que yo odio mi segundo nombre.

—¿Podemos irnos de una vez? Estoy llegando tarde —lo miro de mala manera. Si es así, no es por culpa mía, fui puntual—. ¿Cuánto me has esperado? ¿Diez minutos? Superalo. Además, si no tendrías el auto en el taller, hubiéramos llegado a horario.

Empieza a caminar hacia donde sea que esté el lugar del que tanto me estuvo hablando desde que me pidió que lo acompañara.

—Diez minutos en tu realidad. Media hora en la mía. Superalo, nada —lo empujo de forma juguetona, y me repite el movimiento—. Ya, basta. Respeta a tu hermana mayor —rueda los ojos—. ¡Hey! —atino a quitarle el gorro una vez más, pero se defiende y nos reímos—. ¿Y bien? ¿Saben papá y mamá? —ladea con la cabeza—. ¡Will!

—Saben que quiero estudiar música, sí. Pero no saben que estoy contigo, yendo a donde en verdad quiero hacerlo.

—¿Qué quieres decir?

Suspira y mete sus manos dentro de su chamarra de algodón.

—Mamá quiere que estudie con los señores Morrison —lo dice sin ánimo y sonrío—. Y quiero a los señores Morrison, siempre son buenos conmigo. Pero... no quiero estudiar música con ellos, lo intenté y me aburrí. Quiero pasarla bien mientras lo hago, quiero disfrutarlo —me mira con esos hermosos ojos, acompañados por esas largas pestañas ¿cómo puede ser que el muy maldito las tenga y yo no? —. ¿Está mal?

Como estrella fugazWhere stories live. Discover now