C a p í t u l o 29: Super alegría y la reina unicornio.

1.7K 218 33
                                    

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.



Supuse que ver a Steven manejar una agenda iba a ser gracioso, sólo no creí que lo fuera tanto.

Se queja, resopla, y murmura una serie de insultos. Me río, pero no se da cuenta de mi risa. O probablemente me ignora.

Nunca vi a alguien sufrir tanto por usar una agenda. Aunque bueno, quizá también se aplica a mis jaquecas por no llevar las cuentas al día. Para alguien más puedo ser una exagerada, así como lo es Steven en estos momentos para mí.

Sus ojos caen en mi como si fueran dagas, me río aún más y se rinde, termina sonriendo.

—¿Y tú hacías esto por gusto? —pregunta, señalando a la agenda de muy mala manera. Como si la odiara. Bueno, lo hace.

—Aún lo hago. Sólo que menos que antes, lo prometo.

—Nunca fui de guiarme por estas cosas.

—Hablas de la agenda como si fuera algo asqueroso.

—Porque lo es.

Me río.

—¡Qué exagerado!

—¿Yo? Dime, ¿cuántos días llevas sin abonar las boletas? ¿Como sigues del dolor de cabeza?

Ahora mis ojos son los que se transforman en dagas, y es él quien se ríe.

—Algunas compañías me han llamado, ¿sabes? Se han preocupado por mi retraso.

—Creí que las compañías sólo molestaban a los verdaderos deudores.

—Bueno, también lo hacen. Pero las compañías que me contactaron, son las mismas que me han dado algún que otro premio por llevar las deudas al día. Creyeron que me había pasado algo.

—No lo puedo creer —dice entre risas—. Premios al peor juego.

—¿Llevar las deudas al día? —asiente—. ¿Qué tiene eso de malo?

—El hecho de que ahora podrías hasta enfermarte por estar atrasada. Las deudas te controlan más de lo normal.

Suspiro. Quizá tenga razón. Pero bueno, estoy experimentando algo nuevo con este reto.

—Si pasa, si enfermo, deberías sentirte culpable.

Lleva sus manos hacia su pecho, finge un dolor. Su actuación es exagerada, ruedo los ojos cuando se tira al suelo y rueda hacia donde estoy, sentada en su sofá, corrigiendo un manuscrito.

—Tú estás muy mal —le digo y sonríe.

—Gia Beckman...

—Ay no, ¿con qué me saldrás ahora?

Se ríe.

—¿Has terminado de corregir los capítulos que te propusiste hoy? —pregunta y se pone de pie. Se coloca detrás de mí, y corrobora que, no sólo corregí los capítulos prometidos, sino que también, hice por demás.

Como estrella fugazWhere stories live. Discover now