18: Mantente en control [+18]

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—¡Están prácticamente en extremos distintos en la escala de lo que es floralmente compatible!

—Eso ni siquiera existe.

—Lo único que no existe aquí es tu buen gusto, preciosa.

—Pues tal parece que se acaba de insultar a usted mismo, caballero.

Orión se detuvo solo un segundo, como si tratara de decidir si había entendido bien mis palabras. Dejó salir aire en una especie de risa diminuta, y luego avanzó sin caer en mi juego. Señaló un edificio bajo de dos plantas con techo plano y ancho, indicando que ese era nuestro destino, y nos dirigimos hacia ahí. Rodeamos el lugar por un callejón hasta quedar en la parte trasera del edificio.

Orión de un pequeño brinco se agarró al marco de la puerta trasera apenas con sus dedos, flexionó sus brazos y levantó su cuerpo como si estuviera en una barra de ejercicios, luego se soltó de un brazo, mismo que estiró para agarrarse a la ventana de arriba estaba vez con un agarre certero de toda su mano que lo ayudó a subirse por completo, con los pies apoyados en el alfeizar y las manos sosteniéndose del marco. Una vez ahí, se quitó el broche de las dos espadas dejando volar su capa hasta mí, y con la parte del prendedor manipuló la cerradura de la ventana hasta que chasqueó y consiguió abrirla.

—Vuelve a tirarme la capa —ordenó.

Estaba tan embelesada en su maniobra, en la destreza de su cuerpo, en cada mínima flexión de sus músculos bajo el cuero de su uniforme, que casi tuve que pedirle que me repitiera la orden. Por suerte logré contactar con mi cerebro antes de quedar como estúpida y le arrojé su capa de vuelta.

Desapareció tras la ventana por un segundo, enseguida volvió a asomar la parte superior de su cuerpo y a inclinarse hacia mí para arrojarme el extremo de una soga que usé como soporte para anclar mis pies a la pared y caminar sobre ella hasta llegar a la altura de la ventana e introducirme por ella.

—No hay gente aquí —anticipó en un susurro— pero eso no implica que sea prudente armar un escándalo mientras bajamos a la primera planta.

—Orión. —Lo detuve sosteniéndolo del brazo cuando se disponía a seguir. Ya no tenía la capucha y solo la tenue oscuridad me protegía de sentir todo el impacto de su rostro—. Tengo… tengo que preguntar esto. ¿Por qué lo haces? No lo que sea que estemos haciendo, sino incluirme. Si esto podría ser peligroso… cualquiera diría que no es propio que me traigas a algo así. Y… ni siquiera es eso, va más allá. Tú estás conmigo y no debería ser así. Podrían matarnos. En los libros los románticos sacrifican sus grandes amores por el bien de su chica. Y tú actúas... No sé cómo actúas, quiero comprenderlo.

Sentí que me había excedido con el final por el dramatismo. Orión y yo ni siquiera nos habíamos tomado la mano y salía yo a hablar de grandes amores y sacrificios. Esperaba que la penumbra disimulara el rubor de mis mejillas, y esperaba también que Orión olvidara lo que acababa de decir, puesto que si bien me intrigaba la respuesta no quería que de pronto él reflexionara y me llevara de vuelta al castillo a mi miserable vida solo por “mi bien”.

Sin embargo, Orión estaba más serio que nunca, la cicatriz de su rostro me pareció más severa y la intensidad de su mirar insoportable.

—Espero que escuches lo que te voy a decir y lo comprendas. —Respiré y asentí—. Tú no necesitas que nadie te proteja, Aquía. Ni siquiera yo, ni siquiera de mí. Me has demostrado ser una persona que sabe lo que quiere, y si lo que quieres es jugarte la cabeza por matar tus ansias conmigo, pues jugamos juntos y a ver qué pasa.

Me tenía agarrada de un brazo, di un paso hacia él, luego otro, y lo vi directo a la cara hablando con mi voz estrangulada de deseo.

—Sí, quiero.

Vendida [YA EN LIBRERÍAS] [Sinergia I]Where stories live. Discover now