Capítulo 17: Mantén tu esencia

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No hubo cambios de ropa ni paradas innecesarias, los guardias nos condujeron de inmediato a nuestro destino

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No hubo cambios de ropa ni paradas innecesarias, los guardias nos condujeron de inmediato a nuestro destino. No escogimos cualquier taberna, nos introdujimos en un club de la alta sociedad que entretenía a Lords y caballeros con alcohol, música y bailarinas exóticas. La mayoría tenía un espacio confinado exclusivo, con asientos personalizados, mesas únicas y a las que con frecuencia iba algún muchacho a ofrecer bebidas y postres. Esos Lords tan bien tratados solían estar rodeados de al menos tres de sus Vendidas que les bailaban mientras las muchachas del club lo hacían en el escenario.

Cuando llegamos estaba tocando una banda emergente de la que no había oído ni una palabra hasta entonces. Eran tres hombres; uno tocaba un piano blanco sobre el que se contoneaba una bailarina vestida de plumas al ritmo de la sensual melodía, el segundo era un flautista ciego de sombrero de plata escarchado que combinaba con el diseño de constelaciones del techo del club, estaba sentado al borde del escenario con una venda negra en los ojos, y aunque no veía nada dominaba su instrumento como si fuese parte de sí mismo. El tercer integrante iba vestido con traje de chaqueta color crema combinado con una capa dorada que ondeaba con los movimientos firmes que hacía el hombre al rasgar el violín. Ninguna voz los acompañaba.

Escogimos una de las mesas libres, una redonda con un mantel de terciopelo rojo en cuyo centro había una vasija de barro con una lámpara de fuego blanco en su interior, la vasija giraba gracias a algún mecanismo de relojería y proyectaba luces en forma de constelaciones sobre nuestra piel.

Los guardias nos rodearon al sentarnos, a lo que Shaula reaccionó diciendo:

—Busquen una mesa y beban. Ya les avisaremos cuando sean necesarios.

—Nuestro deber es velar por su seguridad, alteza —contestó uno de ellos.

—Y les agradecería que lo hicieran por allá sentados y no encima de nosotras. Repito: les llamaré si hace falta.

Los guardias de Lyra la miraron en busca de aprobación, ella contestó con un seco asentimiento de cabeza y todos se apartaron en busca de su propio entretenimiento.

Un mesero se acercó con un trío de copas y una botella verde que supuse que contenía vino en su interior.

—¿Qué es eso? —inquirió Shaula con la voz de una monarca ofendida.

—Vino para las señoritas, alteza.

Había otras mujeres en el club, esposas que esperaban a sus maridos, viudas, damas distinguidas prometidas a Lords de la más alta sociedad, incluso señoritas más jóvenes que algún día serían las esposas de los hijos de esos Lords. Disfrutaban de copas con diminutas cantidades de un líquido color sangre, bebiendo sorbos de vez en cuando que era imposible que hicieran más que mojarles la lengua.

—¿Y quién te ha dicho a ti que nosotras somos señoritas?

—Pero… si son…

—¿Vas a decirle a tu princesa y a la futura reina a su lado qué se supone que son?

Vendida [YA EN LIBRERÍAS] [Sinergia I]Where stories live. Discover now