Capítulo 15: Mantente en la cima

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—¿Levantar sospechas de qué? ¿De lo repulsivo que es usted? ¿De lo mucho que me asquea su presencia? No tengo nada de qué avergonzarme, usted sí.

Me agarró por el brazo con brusquedad.

—Vamos a bailar o podrías llamar la atención, ¿entiendes? Y solo bastará con que yo le siembre una idea al rey para que él crea de ti lo que a mí me plazca. ¿Sí entiendes? Puedo hacer que te ejecuten.

—Al parecer el que no entiende es usted, Lord Cerdo. Prefiero que me cuelguen de los ovarios y me golpeen como a una piñata a tener que bailar con usted.

—Por suerte —dijo una voz familiar a mis espaldas— estoy yo aquí y no hace falta que se llegue a ese extremo.

Me giré con brusquedad y confirmé con mis ojos lo que mis oídos ya habían adivinado. Ares Circinus, vestido de azul rey con bronce como un caballero distinguido de la alta sociedad, a medias, pues la tinta negra de sus tatuajes se asomaba por su cuello y su corte de cabello seguía viéndose demasiado rebelde para el traje que usaba, pero al menos ocultaba la mayor cantidad de sus cicatrices de batalla detrás de este.

—¿Qué haces aquí? —preguntó su padre dando un paso al frente. Hablaba con el volumen al mínimo y con una falsa sonrisa. Quería mantener las apariencias, desde luego.

—Vine a bailar, papá.

—¿Y pretendes hacerlo con la Vendida del futuro rey?

—¿No es eso lo que pretendías hacer tú?

La Mano lo miró como a un montículo de basura que acababa de pisar con sus zapatos favoritos. En sus ojos podía leerse un «No te reconozco».

—Tienes que pensar mucho en las decisiones que tomas, Ares Circinus. Tu hermano ha tomado la suya y ve cómo terminó. Caminas por una línea muy, muy delgada.

—Solo vine a bailar, papá, no ha declarar una guerra. Además, mi decisión la tomé hace tiempo. Serviré al reino como un cuchillo y no como un Lord, prefiero matar los enemigos del rey con veneno y navajas que a mis supuestos amigos, por la espalda, y con una sonrisa.

Lord Zeta Circinus apretó los labios.

—Hablaremos pronto.

—No lo dudo.

Pronunciadas estas últimas palabras por parte del hijo, La Mano se dio media vuelta y desapareció entre la multitud batiendo su capa con un gesto digno en el rostro. Se me hizo bastante inmaduro su berrinche, por lo que no pude evitar sonreír divertida al ver cómo se alejaba. Casi podía escucharlo refunfuñar.

Estaba tan inmersa en su espectáculo que me olvidé por completo de Ares hasta que lo sentí demasiado cerca de mí.

—¿Quieres bailar, princesa? —invitó con una media sonrisa burlona.

—¿Sin cuchillos ni espadas? Me parece una falta de respeto a las tradiciones.

Él reaccionó riendo como era propio de sí en los entrenamientos, y dio un paso hacia mí para tomar mi mano y posicionarla en alto tal cual hacían las demás parejas. Con su otro brazo rodeó mi cintura, que parecía todavía más pequeña con el vestido, y con un ligero asentimiento de cabeza me indicó que era momento de comenzar a deslizarnos al ritmo de una pieza lenta que ya estaba por terminarse.

—Tu perfume... —dije aspirando con mi rostro sobre su hombro, extrayendo todo el aroma que emanaba su cuello—. Huele a costoso.

—Huele mejor que el sudor, ¿no?

Fue mi turno de reír. Con él era muy fácil hacerlo.

—Sí, mucho mejor. Por cierto, se me hace demasiado extraño ver tu dorso cubierto. Estoy acostumbrada a verte sin camisa, al igual que a tu hermano.

Vendida [YA EN LIBRERÍAS] [Sinergia I]Where stories live. Discover now