Museo

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Museo

Harry decidió hacer las cosas un poco diferente de cómo fue con su padre, no porque no apreciara que le permitiese una niñez mucho más agradable y tranquila que la del resto de los hijos de sangrepuras, sino porque le hubiese gustado conocerlos más joven. Y sabía que ellos los iban a amar.

El día en que Antares cumplió los seis años, Orión ya tenía ocho, así que los reunió con Draco en la sala de Nyx, tocó una pared con los nudillos, y más allá de las líneas que se iluminaban al reconocerlo, apareció una puerta.

Sujetó las manos de ambos al cruzar, pero no pudo retenerlos mucho más tiempo. Orión se zafó y empezó a moverse de un lado al otro, con ojos enormes y curiosos, haciendo preguntas, detallando la fortaleza de los Potter.

—Padre —se quejó poco después, al regresar con ellos—, ¿por qué esto es más grande que la Mansión Malfoy?

Podría jurar que Draco emitió un sonido de indignación.

—La fortaleza es más grande que la mansión, pero la mansión inglesa tiene más terreno —alegó Draco, muy serio—, y no los he llevado a la mansión original en Francia.

—¿ has ido a la mansión francesa? —preguntó Harry, sin contener su diversión. Su esposo enrojeció.

—Bueno, sí- estaba muy pequeño, pero recuerdo que tenía unos pasillos de cristal sobre una corriente de agua, había unas fuentes...y unas paredes tenían cascadas...

Antares encontró la puerta al verdadero Museo, y con esta, a los Alfis. Lo único que escucharon fue su grito ahogado, seguido de cientos de saludos y el golpe de un niño contra el suelo, derribado por montones de duendecillos. Harry sostuvo el brazo de su esposo para que no corriera a quitárselos de encima y regañarlos por su brusquedad. Orión sí que se acercó deprisa y comenzó a apartar a los duendecillos de su hermanito.

Descubrieron que Antares se reía, abrazando a uno. Su cabello cambiaba al negro del Alfi y se elevaba en un impreciso peinado que pretendía imitar el sombrero de las criaturitas.

Harry sonrió al ver las interacciones de los niños con ellos. Orión vacilaba y se agachaba para hablar con uno, Antares asentía a lo que otro Alfi le decía y se dejaba guiar a una habitación diferente.

—Antares lo hará bien con los Alfis —decidió. Entrechocó su hombro al de Draco, quien se fijó en él, más relajado—, y Orión será un excelente "amo Malfoy".

Draco se permitió soltar una risita. Rodó los ojos y envolvió a Harry con un brazo.

—¿Viste? Te dije que debían ser dos...

—Sigo convencido de que los centauros te los mostraron mucho antes y eso no es justo —insistió Harry. Los dos caminaban hacia sus hijos y los Alfis con los que jugaban—. Debieron enseñarme a mí también...

Rayo de solWhere stories live. Discover now