Una conversación de adultos y un juego de niños

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Una conversación de adultos y un juego de niños

1988

Lily cerró los ojos por un instante, en cuanto escuchó el sonido del chapoteo en el agua. Se llevó una mano al puente de la nariz y exhaló.

—Mi Harry acaba de caer de cabeza dentro de tu estanque, ¿cierto?

Narcissa intentó disimular una media sonrisa detrás de la taza de té que sostenía. Falló. Terminó por asentir. Era la que estaba de frente al ventanal de la sala, que daba al patio donde sus hijos jugaban.

—¿De cabeza? —insistió, resignada. Su amiga asintió, con gesto de disculpa.

—Sí.

Ni siquiera estaba sorprendida. Se giró en el asiento, recargándose en lo alto del respaldar, para ver a través del cristal.

En el jardín, un Harry de ocho años le salpicaba a Draco, desde el interior de un estanque de piedra negra y agua cristalina. Pansy aguantaba la risa, a unos pasos de distancia.

—A veces quisiera que Pansy tuviese tanta energía —oyó el murmullo de Amelia, que tomaba su té con un pequeño puchero. Lucía más similar a su hija cuando lo hacía.

—No, no quieres eso —Lily se reacomodó en la silla, sujetó su taza y le dio un sorbo demasiado largo. Narcissa, acostumbrada a sus intentos sin éxito de copiar los modales que ellas tenían inculcados desde la niñez, sólo sonrió un poco y meneó la cabeza—. Tú estás muy bien con tu hija linda y tranquila, sin despertarte a las dos a la mañana, porque tu hijo se está subiendo, medio dormido, a la parte de atrás de la moto de su escandaloso padrino, pasado de tragos de whisky de fuego, que dice que lo adoptará y se lo llevará a vivir a Groenlandia.

Narcissa elevó las cejas.

—¿Por qué Groenlandia? —Lily se encogió de hombros.

—Es tu primo, ¿crees que algo de lo que hace Sirius ha tenido explicación alguna vez?

Ella tuvo que cederle la razón. Tras un momento, añadió, más suave:

—Su matrimonio con Lupin tuvo sus razones —aclaró— y muy buenas. Sirius ya habría aparecido en un callejón, de no ser porque él lo cuida.

—Remus le tiene una correa corta —las dos se rieron. Amelia las observó por un instante, pensativa. Lo que fuese que quería agregar, quedó en el olvido por el sonido de otro chapoteo.

Esa vez, fue Narcissa quien suspiró.

—Mi Harry acaba de tirar a Draco al estanque con él, ¿cierto? —no necesitaba darse la vuelta. Conocía a su tierno torbellino despeinado. La mujer asintió, su rostro rayaba en la diversión.

—Oh, Merlín...—Amelia tuvo un leve sobresalto—, ¡cuidado con el borde del estanque, Pansy!

Escucharon la débil respuesta de la niña, la única que permanecía de pie. Narcissa pidió a un elfo que fuesen a secar a los hijos de ambas y les pidiese que siguiesen jugando dentro.

—¿Debería preocuparme porque rompan algo? —la dueña de la propiedad negó.

—Es el estanque de la fortuna, a Draco le gustan las piedras blancas del fondo. Debe haberle pedido una a Harry —las dos asintieron. Sí, sonaba a algo por lo que el niño se metería al dichoso estanque.

—¿Ves tu fortuna dentro o algo así? —Lily, vencida por la curiosidad, dejó de intentar mantener sus modales y comió de un bocadillo rosa, decorado de forma tan preciosa que casi era una lástima. Narcissa asintió.

—Sí, pero...no creo que vean algo todavía. No funciona así.

Cuando los niños entraron corriendo al salón de té, conversaban sobre estanques de la fortuna Malfoy y escaleras de plantas de los Parkinson, temas que interesaban a Lily y divertían a las otras dos, más bien. Harry se lanzó sobre su silla, la abrazó fuerte y salió corriendo por otra puerta, seco —no por demasiado tiempo, se temía—, limpio —tampoco duraría—, diciéndole a Draco que tomaría la mejor escoba si no se apresuraba para ir a jugar. Draco murmuró una disculpa por la interrupción, se mostró apenado por medio segundo; tras recibir un asentimiento aprobatorio de su madre, se le olvidó y persiguió al otro niño. Pansy lloriqueaba que la esperasen, tropezándose con los listones de sus zapatillas.

Esos dos iban a meterse en problemas un día, estaba segura. Pansy no, ella era tranquila. Seguramente sólo sería arrastrada por ambos.

—¿Escucharon que Gilderoy Lockhart va a sacar otro libro? —Amelia habló en cuanto la puerta de la sala de té se cerró tras los niños, emocionada.

—Lockhart es un fraude, querida...

Amelia abría la boca, con un silencioso grito de indignación, al observar a Narcissa. Luego se inclinaba más hacia adelante, buscando apoyo en una escéptica Lily.

—Tú sabes que no lo es, ¿verdad? No le creas nada, Cissy es Black. Los Black dicen mentiras —la aludida arqueó ambas cejas; ella la ignoró de la forma magistral que otorga la práctica. Lily contenía la risa.

—Si tú dices que no lo es, yo te creo, Ama.

El rostro de la mujer se iluminó por completo cuando la oyó. Empezó diciendo cuánto le agradaba que Lily fuese una buena amiga, después continuó explayándose acerca de las supuestas aventuras del mago, ajena a las miradas que las otras dos, que no se creían nada, intercambiaban.

Rayo de solWhere stories live. Discover now