Las dudas de Draco

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Ambientado en: Harry Potter y el embrujo de la reina.

Las dudas de Draco

1995

Draco tenía frío y la única fuente de calor accesible, cercana y personal con que contaba, era la jarra que sostenía entre ambas manos. Su bebida era dorada, espesa y con un sabor dulce, que por el motivo que fuese, luego le dejaba un regusto casi ácido; no tenía idea de cómo traduciría su nombre al inglés para contarle a Harry al respecto.

Tras un rato, se rindió. Ya que pocos hechizos podían utilizarse en la Reserva sin que supusieran poner a los dragones en un estado de alarma, incluso el más orgulloso (es decir, Draco), terminaba acercándose al fuego. O a una fogata, en particular.

Charlie Weasley era más una pila de abrigos que un ser humano, cuando el chico se dejó caer a su lado. Llevaba un rato solo y movía unas ramas dentro de la hoguera, con otro tallo más largo. Pareció divertido al verlo de reojo, y Draco hundió más la cabeza en su abrigo.

—Normalmente, los chicos prefieren quedarse con los demás del programa —comentó, en tono casi amable. Draco quiso patearlo. Consideró qué reacción tendrían los otros y negó; aunque presumían de ser muy estoicos, todos adoraban a Charlie.

—Me niego a acercarme a más de un metro de distancia de Sorin.

Charlie se empezó a reír de inmediato, mientras Draco daba un sorbo a su bebida caliente y lo sopesaba. No era una mentira; Sorin pertenecía al programa, por lo que era un par de años mayor que él. Un chico encantador. Hasta que decidió coquetearle a Draco. Lo más desagradable del asunto es que lo creía "tímido" e "inocente", cuando a él simplemente lo asqueaba la idea de contacto físico no permitido de forma previa, sobre todo de ese tipo de contacto que Sorin quería.

Tal vez, si hubiese tenido unos bonitos ojos verdes. Un cabello negro y desordenado. Una sonrisa que le gustase ver. Y la actitud de cierta persona.

Bueno, hubiese sido un tema diferente. Pero no, Sorin era pelirrojo. Iugh. Un Weasley perdido.

Sin importar que Draco fuese consciente de que le gustaban los chicos, de un modo en que jamás lo harían las chicas, tenía parámetros refinados y específicos. Él no entraba en ellos. Sólo alguien lo hacía.

—Le estás sonriendo a la jarra.

El comentario se ganó un ceño fruncido de Draco, que lo observó de vuelta. Charlie se encogió de hombros, musitó un "sólo decía", y siguió perdiendo el tiempo con las ramas de la fogata.

Como fuese, el frío no era el único motivo para sentarse allí. Podría haber entrado a una de las cabañas entonces. No. Lo importante era que había esperado que Charlie estuviese a solas, porque tenía dudas, cientos de ellas. Y casualmente, vio algo por error el día anterior.

Era mejor empezar con ese asunto.

—¿Te acuestas con el especialista en crías de dragón?

Charlie acababa de dar un trago a su propia jarra y comenzó a toser con fuerza. Tuvo que darse golpecitos en el pecho y batalló por recuperarse, frente a un imperturbable Draco, que medía dicha reacción. Al parecer, era un secreto. No explicaba cómo se mantenía así, si se metían mano en uno de los vestidores. Eso estaba muy lejos de "ocultarlo" para él.

—Merlín- ¿qué pregunta es...?

—Es un chico —puntualizó Draco, en voz más baja. Entonces Charlie captó lo que le importaba, porque se enderezó y su expresión se puso más seria.

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