El mejor libro

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Este abarca durante y después de la historia.

El mejor libro

Para Hermione, el amor es como un libro.

Algunos son lindos, cortos y simples. Agradables de leer y de cerrar al terminar.

—...uhm- ahm...

Levantó la vista de su libro cuando escuchó un carraspeo. Era su punto favorito de la biblioteca porque rara vez se acercaba alguien a esa zona; las ventanas le daban luz suficiente, pero no la dejaban ver el campo de Quidditch ni el lago. A los otros estudiantes les gustaban esos paisajes y distraerse. A Hermione no.

Era sorprendente, de cierto modo, que Viktor Krum hubiese logrado llegar allí sin un comité de fans. Hermione arqueó un poco las cejas y aguardó a que parase de carraspear y cambiar su peso de un pie al otro.

—Me preguntaba —dijo, despacio, con ese marcado acento que tenía— si, tal vez, podrías ir al baile conmigo.

Hermione observó su libro, luego de nuevo al chico de Durmstrang, y de forma vaga, se preguntó si se lo estaría imaginando. No pudo evitar reírse.

Y Ron pensando que nadie me invitaría, eh.

Asintió, con una sonrisa.

—Claro.

Otros son más largos, complejos. Requieren de tiempo, pero algún día, también los vas a cerrar.

—...tengo tanto sueño —Hermione dejó caer la cabeza sobre su escritorio por alrededor de media fracción de segundo. Luego recordó que no se debía hacer eso en una oficina del Ministerio de Magia, se enderezó, y empezó a acomodarse el cabello con movimientos veloces, erráticos.

—Toma —Anthony rodeó la mesa para colocar un vaso en la orilla, cubierto por hechizos para no manchar ni derramar. Se recargó a medias en su escritorio y le acarició la mejilla con los nudillos, sacándole una pequeña sonrisa—, es el que me ayuda más, pruébalo. ¿Cuánto crees que te falte?

Hermione murmuró un agradecimiento, dio un sorbo al café, y echó un vistazo a sus pilas de papeles.

—Si quisiera terminarlos, creo que no podría dejar la oficina hoy.

—¿Necesitas ayuda?

—Merlín, no —Hermione se rio, negando—. No puedes firmar por mí, es una locura.

Él se encogió de hombros.

—Podría leerlos y hablarte de lo que dicen, como un pequeño resumen —Anthony le enseñó una franja mínima entre sus dedos índice y medio, y le guiñó—; eso no rompe ninguna regla.

Ella siguió meneando la cabeza, mientras bebía su café.

Pero siempre hay uno. Uno que es tu favorito, cuyas líneas te cautivan, aunque no sepas por qué.

Hermione se examinó en el espejo por segunda vez, recogiéndose el cabello para observar mejor la parte escotada de atrás. No lucía mal. Tampoco era su primera opción.

Abandonó el probador y dio una vuelta. Se detuvo para aguardar el veredicto.

Ron, desde el asiento frente a los vestidores, la veía con la boca entreabierta.

—Bonita —susurró. Hermione se empezó a reír, lo que causó que parpadease y arrugase un poco el entrecejo—. ¿Qué?

—Has dicho algo parecido de los últimos cinco vestidos, Ron —Hermione se cruzó de brazos, aunque su sonrisa la delataba.

—¿Y?

—No pueden gustarte todos.

Para ese punto, Ron aparentaba estar en verdad confundido.

—¿Por qué no?

—¿Cómo se supone que elijo, si a quien le pido su opinión le gusta todo lo que uso? —argumentó ella, abarcándolo con un gesto.

—¿Cómo podría no gustarme? —Ron frunció más el ceño, claramente sin entender el punto—. No es mi culpa que te veas bonita con todos, esto no es justo, Mione.

Hermione comenzó a reírse de sus protestas. Se acercó para besarle la mejilla, callándolo, y le indicó que buscaría otro. Ron soltó un resoplido de risa y se acomodó en el asiento, consciente de que se pondría al menos cinco más, antes de tomar una decisión.

Uno que releerás mil veces. Ese es tu libro.

Todos tenemos uno de esos en nuestra vida.

Hermione asintió cuando Ginny se asomó desde el interior de La Madriguera, avisándole que faltaban un par de minutos para comer, y por supuesto que Molly Weasley quería que ella fuese la primera en su mesa. Soltó una risita por las bromas de los gemelos, que abandonaron el patio dándose empujones, apenas reprendidos de forma vaga por Bill, que estaba de visita; dudaba que los hubiese regañado en serio en años, si es que lo hizo alguna vez.

—Ron, ayúdame con esto —pidió, tras unos segundos de batallar con su cabello para amarrarlo de nuevo. Era un día de "cabello malo" para ella.

Ron, que también estaba sentado en el césped hasta entonces, se colocó detrás de ella y la ayudó. Ginny siempre se burlaba de cómo jamás aprendió a peinarla a ella, pero sí a Hermione. Al principio, le jalaba el cabello y entraba en pánico cuando le arrancaba un quejido. Poco a poco, aprendió a ser más cuidadoso.

—Siempre me gustó tu cabello.

Cuando terminó, Hermione ladeó la cabeza y le echó un vistazo por encima del hombro. Arqueó las cejas.

—¿Mi cabello? —repitió. Lo vio asentir, con una expresión relajada.

—Es que- es que es esponjoso y tiene- tiene ese color —Ron gesticuló, logrando que ella lo mirase aún más intrigada—. Y solía pensar que debía ser suave. Y es suave. Y lindo. No tendrías que alisarlo, por lo lindo que es. Está bien si te gusta así, pero en serio no lo necesitas.

Hermione parpadeó, aturdida. Por años, ni siquiera a ella le gustó su cabello. Lo creía tan abundante, fuera de control. Horrible. No pudo evitar sonreírle.

—Está bien, tal vez no use pociones capilares la próxima vez que salgamos —comentó, encogiéndose de hombros, incapaz de creer lo feliz que lucía Ron con algo tan simple.

Apenas se levantó, sacudiéndose el pantalón, se percató de que Ron no paraba de verla desde abajo, aún sentado.

—¿Qué? —inquirió, con genuina curiosidad.

—¿Te quieres casar conmigo?

Su estómago tuvo un vuelco tan violento que la habría sorprendido, de no estar más impresionada por lo que acababa de oír. Parecía que su corazón había enloquecido. Ron se limitaba a observarla, con los ojos brillantes, expectante.

Los nervios le arrancaron una risita cuando asintió. Notar la forma en que su rostro se iluminaba, sólo logró que articulase esas palabras.

—Sí, claro.

Ron no paró de sonreír en todo el día. Ella tampoco.

Rayo de solWhere stories live. Discover now