Capítulo 14: Mantén el mentón en alto

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Me aproximé a mi dueño sin que se me llamara. Estaba recostado de su trono improvisado con el codo hincado sobre el reposabrazos y el rostro sobre aquella mano, como si intentara pensar, como si le doliera la cabeza. Tenía el zapato de una pierna puesto sobre la rodilla de la otra, todo vestido de azul y dorado como en el baile, pero con su corto cabello despeinado como si apenas hubiese quedado lejos del escrutinio de la nobleza no hubiese soportado tanta elegancia.

—El baile no ha acabado, ni para ti ni para mí —dijo él sin levantar el rostro de su mano. Incluso con solo mirar su perfil podía adivinar el rostro de Orión si me esforzaba en dibujarle la barba—. Y no puedo decir que ya haya pasado lo peor. Mi padre sugirió que te incluya a la corte aunque sea de forma platónica, que te pasee entre las grandes damas y los grandes Lords para que se distraigan admirando mi juguete nuevo, el juguete de la nación.

Sonreí comprimiendo una risa. Qué título más hermoso el que me había ganado. No podía hacer nada al respecto más que reírme del chiste.

Me atemorizaba mucho más la idea de introducirme en una corte de tiburones maquillados y sonrientes que en un salón de asesinos. Aquellas personas intimidaban con solo mirar su postura, la manera en que escrutaban a los demás, los comentarios que intercambiaban entre ellos.

—Y, por si no lo has comprendido, cuando digo "mi padre sugirió" me refiero a que hay que hacer exactamente lo que él ha dicho. Después de todo, estamos aquí para tenerlo contento.

—¿O sea que vamos a volver, y me va a presentar a...?

El príncipe volteó de forma tan brusca que me quedé helada de horror. Sus ojeras eran bastante profundas, sus ojos entornados contenían la crueldad de una noche tenebrosa sin estrellas. Aquel escorpión, de alguna forma, aterraba más lejos de las sombras que dentro de ellas.

—¿Crees que voy a ir al baile tomándote del brazo y a pasearte por todo el salón para que luzcas tu hermoso vestido como un accesorio de mi traje?

—Solo respondo a lo que usted mismo ha dicho.

—Yo no seré quien te lleve, mujer. Tengo mis propios asuntos. Además, de lo que en realidad debemos preocuparnos es de la inevitable conversación que tendrás con mi padre dentro de poco, luego de que... Luego.

—¿Qué debo decir?

—Nada. No hables a menos que te haga preguntas directas, y si te toca responder ni se te ocurra ser insolente.

—No se me habría pasado tal cosa por la cabeza.

—Cállate, mujer.

Apreté los labios, tenía muchas ganas de escupirlo justo en ese instante, sobre todo de escupir todas las verdades que me quemaban la boca a ver si así despertaba de una vez aquel príncipe tan inútil. Inútil para comprender, inútil para querer hacerlo.

—Sobre lo que haremos tú y yo de aquí en adelante todavía no me decido, me parece que es hora de acordar...

—Usted no es inteligente, su alteza.

Sargas se inclinó hacia adelante en su asiento con sus ojos por completo enfocados en mí como la punta de una flecha que pronto sería disparada.

—¿Cómo te atreves a decirme eso?

Su voz, pese a mantenerse en un tono apaciguado, era ira transformada en calma, vibraciones de odio y amenazas navegando hacia mis oídos. Lo cierto es que primero las sentí recorrer mi espalda desnuda, haciéndome sentir escalofríos de vértigo por lo que estaba haciendo, pero no había frío en ese mundo que detuviera mis palabras.

—No debería ofenderse por decirle a la cara lo que otros murmuran a sus espaldas. Y lo que es peor, usted no puede evitar que yo piense lo que digo, debería agradecer que se lo comunique.

Vendida [YA EN LIBRERÍAS] [Sinergia I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora