Capítulo 28:

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Narra la escritora:

Sergio subió al séptimo piso de el el Hotel Four Seasons. Antonio lo había mandado a llamar. Al llegar al piso indicado, se plantó frente a una puerta doble de madera, en la cuál, dos matones hacian guardia. Cuando se trataba de mafia en cualquier momento podía haber un altercado. Los hombre lo reconocieron de inmediato, ya sabían los tratos que tenía Sergio con Antonio. Abrieron las puertas para que el hombre pasará.

La habitación era gigantesca, la paredes eran de color rojo, con bordes dorados, cada dos metros había lámparas blancas de pared, y de el techo colgaba tres enormes lámparas de cristal. Observó a una prostituta que se a acomodaba el cabello en uno de los sofás, al final de la habitación estaba Antonio, detrás de su escritorio de caoba negra, con una chica sentada en sus piernas. Al percatarse de la presencia de Sergio, mando a la mujer con poca ropa a sentarse a otro lado.

-Ya está aquí, colega.- Soltó Antonio.

-¿Qué es?.- Respondió Sergio.

-¿Como qué que es? Cocaina.

Segio tomó entré sus manos una paquete que pesaba alrededor de 1 y 1/2. Lo examinó mientras escuchaba hablar al hombre robusto.

-Es pura, te vas ir de culo cuando veas las ganancias, el precio es una jalada.

-¿Cuanto?.-Cuestionó Sergio.

-$1600 un sólo gramo.

Sergio soltó un silbido, haciendo referencia al elevado costo de la droga. Era un buen negocio, gracias a la distribución de sustancias prohibidas, y a cometer fraudes en los casinos llevaba una vida holgada. Ganaba una suma cosiderablemente alta en tan sólo unos días por hacer prácticamente nada, más que cuidarse las espaldas.

Recordó cuando solía tener una vida onrrada, ganaba casi la misma cantidad de dinero pero con su trabajo, hasta que fue terminado con todo debido a su adicción a las apuestas. Eso lo había dejado sólo y lo arrastró hasta las malas jugadas. Ahora era una persona despreciable, un delincuente. Pero, no se sentía afligido por su estilo de vida, al contrario, se sentía a gusto. No estaba en su planes cambiar.

Ahora sólo tenía algo en mente; joder hasta el último a Leonardo Ocampo. Quien él, consideraba un traidor y el verdadero culpable de su desgracia. Ahora poseía lo más preciado de su ex socio: ___________ Ocampo. Había decidido dejarlo sufrir sin una pista de su hija por un par de meses, pero tenía planes para ella, que afectarían directamente a Leonardo.

Mientras tanto en la casa de los Ocampo, las situación empeoraba. No había mucho por hacer. Peña había asistido a la preparatoria de __________ para recaudar información sobre la última vez que alguien tuvo contacto con ella, pero nadie recordaba haberla visto después del entrenamiento en el campo de fútbol.

Se habían revisado las cámaras de seguridad de la escuela, pero no se hayo más que actividad cotidiana.

Peña regreso hacía su despacho. Después de una rato recibió una llamada. Se trataba de su compañero de trabajo, Mendoza, quien le informó que por fin le habían cedido el acceso a los videos de la cámaras públicas de las calles cercanas a la casa de la secuestrada.

En unos minutos Mendoza llegó al despacho de Peña, con los CDs donde yacía la información.

-Por fin, los tengo, Roberto.- Dijo el hombre con tono exhausto.- Son unos burócratas. ¡10 semanas desde que los solicitamos!

-Estás en México, ¿Qué esperas?.- Repondio Peña.

Comenzaron a revisar grabación por grabación. Después de no encontrar nada en los primeros 3 discos, comenzaron a pasarlos en cámara rápida los siguientes videos. No fue hasta el quinto disco cuando Peña exclamó:

-¡Ahí! ¡Detenlo!.

Mendoza hizo caso y regreso la cinta. Ambos pegaron la mirada a la pantalla, mientras pasaba la grabación. Observaron a una chica siendo arrastrada por un hombre fuera de una callejón. Pocos segundos después apreciaron la llegada de una camioneta, en la cual la mujer era obligada a subir. Estaba débil por los golpes.

Después de presenciar el video, los dos hombre guardaron silencio y se miraron. Cuando Peña reaccionó, buscó entre un papeleo, una hoja, donde se describe las características y ropa que _________ portaba el día de el secuestro. Regresaron el video y lo pasaron en cámara lenta una y otra vez. A pesar de que la imagen era de mala calidad esta les arrojó los resultados que esperaban, se trataba de el secuestro de la señorita Ocampo.

Narra ___________:

Después de que Jos abandonó la habitación me quedé plantada por unos cuantos segundos más en el mismo sitio. No podía controlar las lágrimas, tuve que sentarme en la cama porque las rodillas me flaqueaban. Aún seguía débil. No había comido nada aún. Al recostarme miré el techo, luego examiné toda la habitación. Medite por un rato, me sentía mal por el trato que le había dado a Jos. Él no debía cuidar de mi y sin en cambio lo hacía. Pero, ese no cambiaba el hecho de que yo odiara esa situación. seguía sin comprender muchas cosas.

Sentí una gota de agua caliente caer en mi oído, seguía llorando. En ese momento vino a mi un cuestionamento: ¿De verdad deceaba morir?. Las cosas ya se habían calmado y ahora podía ver todo más fríamente. En el momento estaba tan desesperada, que en verdad quería que mi corazón dejará de palpitar, pero en ese momento, mientras miraba hacia mis adentros, sabía que quizá eso no era lo que deseaba. Anhelaba con salir de ese lugar, pero viva. Quería volver a los brazos de mi mamá y escuchar los cariños de papá. Necesitaba estar para ellos.

Miré hacia el plato con comida, me senté en la cama y lo miré de nuevo, vacile un instante, para luego tomar el traste. Comí todo el contenido, incluso cuando no tenía apetito. Al sentirme satisfecha me recosté en la cama y miré la pared hasta quedarme dormida. Estaba desgastada.

No se cuanto tiempo duré dormida, ya no había tenido sueños recurrentes sobre Jos y yo, de pequeños, cada que los tenía sentía estar volviéndome loca, pues yo jamás había conocido a Jos antes.

Al despertar, lo primero que vi Jos sentado en el sillón de a lado leyendo un libro. Ver eso me sorprendió, él no parecía uno de esos tipos que les gusta leer o interesarse por algo más que no fuera se una persona sin sentido en la vida. Pero, él tampoco parecía ser una persona que le importara la vida de alguien más, y lo hacía. Eso me llevo a pensar que quizá, tenía un concepto erróneo de Jos.

Al perecer, sintió que lo miraba. Bajó el libro y me miró con el ceño fruncido. Supuse que no era por estar molesto conmigo, sino porque estaba concentrado en su lectura.

Ahí estaba de nuevo, el juego de mirarnos. No sabía como decirlo, pero tenía que hacerlo, así que lo solté como me vino a la cabeza.

-Lo siento, gracias.

《Librada, que simple》 me dije. Estaba nerviosa. Nerviosa de que mis palabras no fueran correctas, nerviosa de que Jos lo tomará a al o simplemente me ignorará. Él me miró con los ojos entornados, parecía confundido. Al ver que no respondía, prosegui:

-No...no te odio.

Y era cierto, no lo odiaba. Fueran las palabras que salieron por mi coraje, pero no lo sentía así. Vi como Jos cerró tranquilamente su libro y dijo:

-Pues deberías.

Trust Me| Jos Canela Y Tú|Where stories live. Discover now