Capítulo 25:

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Narra la escritora:

Leonardo se encontraba redactando algunos emails, puesto que sus negocios no podían esperar. A pesar del problema con su hija, aún había contratos esperando, proyectos en marcha y gente en busca de una respuesta.

Sus dedos se movían con agilidad sobre las teclas de la computadora, cuando el timbre del teléfono interrumpió su labor.

A esas alturas, un simple pitido de llamada era motivo para poner en alerta a todo el equipo de investigación. Por esa razón, todo es personal estaba ubicado en una sola habitación, justo a un lado del despacho de Leonardo.  Se habían instalado teléfono especiales, los cuales registrarían en audio cada una de la llamadas, de la misma manera se había estructurado algunas series de respuestas,  las cuales contenían una estrategia, para no desatar un caos con el secuestrador.

De inmediato entraron tres hombres al despacho. Peña, un chico con una computadora, y otro con un libreta, los cuales hicieron señas a Leonardo para indicarle que era hora de responder la llamada. El hombre pulsó el botón verde, poniendo la llamada en altavoz, para que todos pudieran escucharla.

-Diga.- Dijo con voz firme. Al principio no hubo respuesta, pero una par de segundos después la persona al otro lado de la linea hablo.

-¿Aún buscas a tu hija o ya la has olvidado después de estos meses?.-La voz era tranquila, casi pacífica. El tipo con lentes, comenzó ha hacer una serie de movientos en su computadora. Trataba de rastrear el lugar de donde provenía la llamada. El acceso estaba bloqueado, pero con sus conocimientos y algo de suerte lograría agarrarle la pista. Peña indicó en voz muy baja que extendiera la llamada lo por el mayor tiempo posible.

-¿Quién eres?.- Preguntó. Sabía que no obtendría una respuestas, pero necesitaba tiempo.

-Pronto lo sabrás.

-Mi hija.-Susurró Leonardo.- Quiero a mi hija.

-No habrá negociación. Prepárate.

La línea se quedó en silencio. El muchacho encargado de encontrar la ubicación de la llamada, gruñó y golpeó el teclado de la computadora. Una vez más habían fallado. Solo habían recibido un par de llamadas en 9 semanas. A ese ritmo no recuperarían a ________ antes de que estuviera muerta o en una situación peor.

Leonardo tiro de su cabello con desesperación y soltó un quejido amargo.

-!Largo de aquí!.-Gritó a los tres hombres.- ¡Largo! ¡Son unos inútiles!

Estaba acabado. Aún con todo su poder y dinero, no tenía ni un rastro de la ubicación de su hija.

Los tres hombres se esfumaron del lugar. El padre de _________ se encerró con llave y permaneció por horas en su despacho. 

_________  se encontraba recostada, mirando al techo. Cuando escucho el sonido de de la puerta abriéndose. Sintió una sensación extraña en el pecho. Pero esta se desvaneció al ver que era Luis quien entraba a la habitación. Postró de nuevo la mirada en el lugar y lo ignoro por completo. Él dejo el plato de comida en la mesita de al lado y se acercó a la cama para  mirarla desde arriba. _________ lo miró con odio, a pesar de sentir miedo, no dejaría que él lo notara. El hombre acercó a la chica fingiendo intenciones de querer acariciar sus piernas. Realmente no iba a hacerlo. No se buscaría problemas con José de nuevo. Sólo buscaba colmarle la vida. Esta, al ver sus movientos se retorció para evitar su tacto. Luis la miró expectante y soltó una carcajada. La mirada de ambos explotaba de rabia. Sin avisar, el hombre escupió sobre el rostro de ella, después abandono la habitación mufandose de ella.

___________, como reflejo, encogió su cuerpo, al sentir la saliva escurriendole por el rostro sintió un ataque de impotencia, se acercó las manos temblorosas a su rostro, pero no lo tocó, eso le causaba aún más asco. Levantó el borde de la camiseta y limpio su cara como pudo, restrego la tela sobre su piel con fuerza hasta dejarla roja. La lágrimas le escurrían por el rostro, lágrimas de coraje y desesperación. Azotó los puño contra la cama y lloró desconsoladamente. Sentía su vientre comprimirse y el calor en la cara. Sin mas, tomó el plato de arroz y lo arrojó contra una de la paredes, todo su contenido quedó esparcido por el suelo. Odiaba estar esposada a la cama, odiaba estar secuestrada, odiaba estar viva. No podía más.

Por su parte, José, pasaba un rato con su madre, Sasha. La mujer había quedado inválida hacia varios años, debido a una pelea con su marido. Al caer de las escaleras sufrió una fractura de columna. Además, sufría una extraña enfermedad. Tumores se desarrollaban en su pulmones, no eran cancerígenos, pero sino se controlaba el crecimiento de estos podría llegar a morir, pues los pulmones son vitales. Esa era la razón por la que  Sasha estaba medicada de por vida. Las medicinas que le eran suministradas ayudaban a disminuir el tamaño de los tumores y a prevenir la aparición de más.

Cada tercer día, José la ayudaba para poder salir al Jardín.

-Mamá, vamos.-Dijo el chico sentandola en su silla de ruedas. Sasha le ofreció un sonrisa dulce. Ambos salieron de la habitación. El chico empujó la silla hasta el jardín principal. El sol hacia resaltar los tonos verdes y marrones del espacio. José se sentó en el pasto, fingiendo que todo era normal,  al menos por unos minutos. Decidió dar comienzo a una platica con su madre.

-Mamá, ¿Por qué nunca tuve hermanos?.-Preguntó él primero. Sasha soltó una carcajada ante el cuestionamento. José se sentía feliz de ver sonreír a su madre.

-Bueno, pues. La verdad es que fue mi decisión.-Explico.-No quería tener otro hijo con una persona como tu padre.

Él asintió, entendía perfectamente las razones.

-¿Lo querías?.-Inquirió José.

-¿Qué?

-A mi pad... a Sergio.- se corrigió de inmediato.- ¿Lo querías?.

Sasha lo miró. Algo removió dentro de ella el hecho de que José no viera como una padre a Sergio. Suspiro antes de responder.

-Realmente lo amaba. Hubiera dado todo por él. Pero, a veces el amor no es suficiente. Algunas situaciones te hacen cambiar de opinión respecto a las personas a las que amas.

José prestaba atención mientras se hacía sombra sobre la frente con una mano, el sol le daba directo sobre los ojos.

-Ahora,  me arrepiento de no haber hecho lo que en su tiempo bebí. Pero, son cosas que debo dejar ir, y se que un día todo esto por fin terminará.

-Eso espero yo también.-Coincidió Jos.

Las lágrimas amenazaban con salir de los ojos de Sasha, pero ella no lo permito.

-Ya, basta de platicas triste.-Dijo la mujer.

-Si, ya basta.

-Dime tú. Tienes 19 años. ¿Ya te has enamorado?.-Preguntó su madre con una sonrisa de emoción y levantando las cejas. José, soltó una risita, sin quererlo.

-No.

-Nos seas tan amargado. Ya dime.

Cuando Sasha sonreía era radiante,  a pesar de todo conservaba un buen animo.

-No, mamá.-José rió.- No estoy enamorada. Ni ahora ni nunca.

José mentía en su totalidad,  y él lo sabía. Pero no hablaría de eso con nadie. Era una locura.

-Jos, soy tu mamá...

-Puedes confiar en mi.-José completo la frase, imitando la voz de su madre y mufandose de ella.

-No.-Respondió a secas.- Sé cuando me estas mintiendo.

José guardo silencio.

Trust Me| Jos Canela Y Tú|Where stories live. Discover now