Capítulo 24:

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Miraba hacia la nada. Me sentía enferma, cada día empeoraba más. A pesar de que mis manos estaban libres, mis pies se hayaba esposados a la cama, así que a pesar de todo esfuerzo que hiciera no podía librarme de los fríos aros de metal que mantenían mis tobillos inmóviles.

Pero, por suerte, aún conservaba las pocas pertenecías que Jos me había devuelto cuando todo esto comenzó.

Así que que aún era capaz de poder escribir en una de mis libretas. Era lo único que tenía por hacer. A veces batallaba demasido para alcanzar las cosas, pues no podía moverme mucho, pero lo lograba.

Jos, venía a darme comida y a curar las llagas que habían salido en mis costados y espaldas, para evitar que se infectaran. Pero mientras no me moviera la heridas seguirían abiertas.

Él ya no era el mismo, era seco. Ya casi no me miraba. Incluso, podía sentir el resentimiento en cada uno de sus movimientos.

Ahora era más común tener que lidiar con Luis, pues al parecer a Jos le daba lo mismo si él me agredia como acostumbraba a hacerlo.

Ese día, como de costumbre Jos entró a la habitación. Llevaba la típica caja de primeros auxilios que siempre utilizaba cuando estaba herida.

No lo miré, ni él a mi.

A decir verdad, siempre que él tenía que limpiar mis heridas, una gran vergüenza se apoderaba de mi, pues tenía que levantar uno de los extremos de la camiseta que vestía, la cual era de su propiedad. Por suerte la prenda era holgada, eso facilitaba el procedimental.

Jos remojo una mota de algodón en el frasco de alcohol. Después introdujo su mano de debajo de la camiseta y comenzó a frotar lentamente sobre la herida.

Mi cuerpo se sobresalto cuando sentí el líquido arder en la carne viva. Trataba de no quejarme y soportar el dolor. Miré por un segundo a Jos, quien estaba abstraído en lo que hacía, después devolví la mirada a donde estaba. En la nada.

Con el paso de los segundos parecía que Jos no media la fuerza con la que presionaba el algodón contra mi piel. El dolor se intensificaba, pero tenía miedo de quejarme, así que sólo aprete las facciones de mi rostro.

Sin desearlo dejé escapar un quejido y apreté los puños, de verdad me estaba doliendo. Pero él parecía no detenerse a pesar de mi dolor, al contrario, cada vez era más intensos los roses. Lo miré, sus ojos estaban perdidos. Mi respiración se aceleraba al ritmo del malestar. Los ojos me comenzaban a lagrimear.

-Jos....-Susurre.

Pero este hizo caso omiso.

-Jos... detente.-Las lágrimas ya no eran prisioneras de mis ojos. Me llevé una mano a la boca para no gritar del dolor. Fue hasta un par de segundos después, cuando sentía un dolor infernal, grité:

-¡Jos, basta!.- Rompí en llanto y lo aparté de mi como me fue posible.

Fue ahí cuando reaccionó. Lo miré su mano temblaba y en ella sostenía el algodón, ahora, remojado de mi sangre.

El dolor que sentía era punzante al igual que las lágrimas.

Rápidamente se acercó a mi y levantó la camiseta. Miré mi propia herida, lo cual logró que me doliera aún más. La poca cicatrización que había logrado, se acababa de romper y la carne estaba viva de nuevo. Hasta el rose del aire me dolía. Noté temor en la expresión de Jos.

-Lo... siento.-Apenas logró susurrar.- Lo siento, __________.

De nuevo tomo algodón, limpio y curo la herida, pero ahora parecía prestar más atención. La cubrió con una gasa y salió en seguida de la habitación, sin decir nada.

Trust Me| Jos Canela Y Tú|Where stories live. Discover now