Capítulo 9:

4.2K 295 5
                                    

Narra la escritora:

-Tienen que encontrar a mi hija -Elena lloraba desesperadamente.

-Señora,  la estamos buscando.

-Hace una semana y media está perdida y no saben nada.

-La encontraremos -afirmó un de los detectives privados que los padres de _____ habían contratado.

-Vamos, cariño. Tienes que descansar. -Leonardo extendió su mano.

-No quiero descansar.

-Mirate, necesitas dormir.

-NO  NECESITO DORMIR. MI HIJA ESTÁ EXTRAVIADA, ¿NO TE DAS CUENTA?.

Al escuchar la discusión todas las personas que estaban en el despacho salieron, dejando solos a los del conflicto.

-Claro que me doy cuenta, es mi hija también. Pero tienes que estar bien por ella. -mencionó él, más tranquilo- Vamos, te llevaré a la habitación.

Esta vez Elena acepto, se levantó del sillón y comenzó a dar pasos pequeño hasta su alcoba. Una vez que Leonardo dejó a su esposa durmiendo volvió a su despacho. Se sentó en su silla a meditar la situación. Estaba desesperado, aún no había ni un rastro de _____ y no podía, ni quería imaginar que ella la estuviera pasando mal. El timbre del teléfono sonó, así logrando que volviera a su realidad. Rápidamente contestó la llamada.

-¿Diga? -atendió

-¿Qué se siente ser traicionado?

-¿Qué?

-Si, duele cuando pierdes lo que amas.

-¿Qué quieres? -estaba inquieto por la llamada anónima.

-Dimelo a mi, que por tanto tiempo perdí todo lo que quería.  Ahora llegó tu turno, Leonardo. -dicho eso el pitido de linea vacía se hizo presenté, habían colgado. El padre de _____ estaba anonadado. Eso tenía que ver algo con la desaparición de su hija. Cuando reaccionó llamó a el equipo de seguridad que se hallaban fumando un cigarrillo en el patio trasero. Quizá esa llamada podía ser el camino para encontrar a ______.

Narra _____:

Pasaban minutos,  horas, días. O quizá sólo minutos,  pero mi existencia se había vuelto tan horrible que el tiempo corría en eternidades. José ya no venia a darme la medicina rutinaria, el único alivio que tenía por día se había acabado. Incluso cuando él ni siquiera me hablaba, me sentía mejor cuando estaba en la habitación. Ahora sólo entraba ese horrible hombre que me daba comida y me gritaba majaderías. Justo dos segundos después de formular un pensamiento de odio hacía él,  entró por la puerto. Oh no, ahí venía a mufarse de mi.

-He traído tu comida favorita. -comenzó a reír con ganas. Lo miré con odio- No me mires así,  niña idiota. -apretó mis cachetes con una sola mano. Me empezaba a doler demasiado, cada vez me enterraba más las uñas,  pequeños  quejidos salían de mi boca.

-Para, por favor. -rogué

-Déjala ya, Luis. -Escuché la voz de José. El tal Luis me miró con odio soltandome de mala gana, se dirigió a la salida sin antes tener un pelea de miradas con mi su contrincante. Pero ahora él también había salido de la habitación llevándose el trasto con arroz.  Minutos después volvió con el mismo plato, desató mis manos y me dio la comida. Era lo mismo,  pero ahora estaba caliente. Tomó asiento en la orilla de la cama, a la altura de mis piernas. Me sentía nerviosa e incómoda de que estuviera ahí. Trataba de no despegar la mirada de mis manos temblorosas.

-¿Cómo te has sentido? -preguntó, me miraba directamente.

-A excepción de estar secuestrada,  bien - al caer en la cuenta de lo que había dicho de inmediato me cubrí la boca con mis manos. José me miró sorprendido para luego decir.

-Déjate de tonterías, ______. Para mi tampoco es el paraíso.

-Lo siento -susurre.

-Me refiero a tu cabeza. ¿Te ha dolido?

-No. -continué hablando bajo.

-De acuerdo. -dijo, su tono era tan seco.

-Disculpa -mi voz temblaba y era más débil de lo normal- ¿Como sabes mi nombre?.

《CALLATE》 Me dije mentalmente,  sabía que estaba mal hacer preguntas,  pero salían como cascadas de mi boca.

-No es coincidencia que estés aquí -espetó.

Guardé silencio, tratando de asimilar lo que había dicho. Cuando estaba a punto de lanzar un segundo interrogatorio José salió de la habitación. Dejando mis manos libres de nuevo.  ¿Cómo podía confiar en mi de esa manera?,  ¿Tanta era la lástima que sentía por mi?. Una pequeña parte de mi estaba,  ¿Feliz?, no, no, estaba sorprendida por la pequeña conversación que habíamos tenido,  pero el  otro 90% estaba aún más confundida y asustada. Él lo había dicho,  no era coincidencia que estuviera ahí, tenía miedo de lo que me pudieran hacer. ¿Para qué me querían a mi?. Mi mente estaba siendo bombardeada por preguntas sin repuesta.

Trust Me| Jos Canela Y Tú|Where stories live. Discover now