Capítulo 34:

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Al día siguiente me levanté y tendí la cama, ya se había vuelto costumbre en últimos días. Me sentía aburrida e inútil. Jos no estaba en la habitación, todos los días despertaba temprano, casi nunca sentía cuando salía del cuarto. Me senté en el sofá y como un relámpago vino a mi. Pensé en Javier, una parte de mi lo extrañaba. Una parte se preguntaba si él pensaba en mi, si se preocupara, si deseaba que volviera, volver para resolver las cosas. Pero otra parte de mi no se imaginaba estar con él de nuevo. En cierta forma, estar ahí me había dado tiempo de sobra para analizar mi vida, lo que solía tener, como por ejemplo mi noviazgo con Javier. Quizá, por todo el tiempo que había pasado sin verlo y sin tener algo que me recordara a él, había podido superar lo había entre nosotros. Pero eso era algo que no sabría hasta que lo volviera a ver, aún que nada me aseguraba que eso pasaría algún día.
Decidí pensar en otras cosas, si seguía pensado en él comenzaría a recordar los buenos momentos y perdería la compostura.
Recordé que la noche anterior, cuando Jos trajo la cena, había un plato más en la charola en la que llevaba también el mio. No hice ninguna pregunta respecto a eso, a fin de cuentas no era mi asunto. Llegué a pensar que quizá no era a la única que tenía secuestrada, tal vez había otras personas. Sólo sabía que estaba en una casa muy grande, donde podía haber más gente. Mi yo interno no se quedó tranquilo con esa conclusión, así que decidí pensar que el segundo plato era para él. Aun que no comprendía porque lo había traído a la habitación y luego se lo había llevado, no tenia el menor sentido. Esfume todas las ideas locas que estaba teniendo y entre en cuarto de baño. Me miré en el gran espejo, desde hace mucho tiempo no disfrutaba ver lo que quedaba de mi, así que no lo hacía. Incluso cuando Jos, me había permitido utilizar la ducha cuando lo necesitara.
Miré mi rostro, se veía mejor que hace un par de semanas. Los golpes había desapecido, al igual que los raspones, y las ojeras ya no estaban tan pronunciadas. Mi piel estaba al natural, no tenia ni una gota de maquillaje. En tiempo atrás, eso hubiera sido un pecado para mi. Pero desde que había perdido todo, me di cuenta de lo que realmente merecía preocupación. Levanté la tela de la playera para ver mis heridas, las dos llagas habían cicatrizado, en su lugar había costras, las cuales poco a poco se iban cayendo dejando a la vista dos cicatrices grandes. Note que mis costillas era ligeramente más visibles, había perdido mucho peso, lo sabia por eso, y por el cambio de la salud de mi piel.
-¿Qué haces?.- Mi cuerpo se sobresaltó al oír la voz de Jos que estaba recargado en el marco de la puerta. De inmediato baje la camiseta que era de él.
-Nada. Yo...- Me avergonzaba el hecho de que Jos me hubiera visto como me examinaba en el espejo.- Sólo estaba viendo como iban, ya sabes, mis heridas.- Hice una mueca.- No te escuché entrar.- Dije mientras salía del baño, Jos hizo lo mismo.
-Estabas muy concertada en el espejo.
Quize preguntarle cuanto tiempo llevaba ahí, viéndome, pero eso sólo me avergonzaria aún mas. Vi como caminaba hacia un mueble que tenia 5 cajones, uno encima del otro.
-Si, bueno.-vacile.- No hay nada que me gusté ver.
-Pero, seguro antes lo había.- Afirmó.- Se nota que pasabas horas viendo tu aspecto.
-Quizá sí.- Reconocí.- Bueno, no tanto. Era sólo que antes me sentía bien conmigo misma y ahora ya no es así.
-Pues deberías, ________.- dejo lo que estaba haciendo, para poner toda su atención en mi.- Deberías sentirte bien contigo misma, en momentos así sólo te tienes a ti. Te lo digo por experiencia.
-¿Por qué?.- Pregunté.
-¿Como que porque?
-Quiero decir, ¿Por qué dices eso?
-No tienes idea de lo que he vívido.
-Entonces cuéntame.- La curiosidad salió disparada de mi. Jos guardó silencio, note que no se sentía cómodo. Después de unos segundos dijo.
-No es la mejor idea, no lo entenderías.
-No puedes saber si lo entendería o no.- Me encogí de hombros.- Espero algún día conocerte.- dije impulsivamente, ni siquiera yo podía creer lo que había salido de mi boca. Al verlo note como su mirada se suavizaba.
Lo había dicho sin pensar, pero quizá en el fondo eso deseaba. A simple vista, Jos me parecía un hombre lleno de secretos y un tormentoso historial. Si lograba pasar esa armadura invisible con la que se protegía, seguro me sorprendería de todo lo que guardaba.

Narra la escritora:

Como un hombre involucrado en la mafia, Sergio, sabía que no existían los amigos, sin embargo, los enemigos se creaban uno a uno.
Tenía frente a él a un joven de aproximadamente 28 años. El hombre, quien, estaba amarrado a una silla metálica gemía de miedo.
-120mil pesos vale tu vida.- Sergio habló con total serenidad.
-¡Por favor, Sergio!.- Imploró.- Juro pagarte hasta el último pesos. Dame una última oportunidad.
-No lo creo, Pablo. Te di tres meses. El tiempo acabo, pero no te preocupes, tu deuda está saldada.
-¿De que hablas?.- Preguntó la víctima con voz entre cortada.
-Se donde vives.- Dijo Sergio, mientras hacia una seña a dos hombres que se hallaban en la bodega.- Seguro que esto paga algo del dinero.
Entre los dos quitaron una manta que cubría algunas cajas de plástico. Pablo abrió los ojos cuando vio sus pertenecías frente a él.
-Y bueno, digamos que la otra parte la tendrás que pagar tú.
Uno de los hombres se acercó a lado de Sergio. Saco un arma que traía en la parte trasera del cinturón y apunto directo al hombre atado a la silla.
-No, por favor, no.-Este rogaba con desesperación, las gotas de sudor escurrían por su frente.- No me maten. ¡Por favor!.
-Adelante.- Murmuró Sergio. Al final de sus palabras se escuchó el estruendo de la bala que acababa de atravesar la cabeza de Pablo. Por el impulso de la bala, la silla había caído al suelo junto con el cuerpo sin vida que estaba atado a esta. Por el piso blanco se extendía la sangre que salía a chorros de la herida de Pablo.
Al ver el líquido rojizo correr por doquier. Sergio pensó en sus enemigos y en la satisfacción de la venganza. El hombre en el suelo había sido uno de muchos, de los que eran presas fáciles. Sergio sabía cómo deshacerse de ellos rápidamente. Pero, había una persona en especial, para la cual le había tomado años planear su venganza. No le importaba esperar, pero se aseguraría de que Leonardo Ocampo se retorciera. Esta vez su venganza sería lenta y despiadada, así podría gozarla mas. El momento comenzaba a acercase. Se reencontraría con él y se haría cargo de que lo recordará para siempre. Ya le había arrebatado algo muy preciado, pero eso sólo era el comienzo de su plan.

Trust Me| Jos Canela Y Tú|Where stories live. Discover now