Capítulo 23:

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Narra la escritora:

-Vamos a ver quien gana esta ronda, hijos de puta.- Gruño Sergio.

Tenía la corbata desaliñada. Llevaba ya algunos días en aquel casino y varios miles de pesos apostados.

Sergio jamás había podido superar la adicción al juego, sino había aprendido a sacar provecho de ese mundo. Las apuestas no era su fuente ingreso, durante los años que llevaba en el juego había aprendido a hacer negocios aún más fuertes. El dinero para las apuestas lo generaba de negocios ilegales. Venta de drogas y trapicheos en la apuestas de otros clientes. Aún que el resultado final se llevará a cabo en casinos lujosos, el procedimiento y tratos era llevado a cabo en lugares de mala muerte. En esas andadas había conocido a Luis, otro rico quebrado, adicto al juego. Sergio no lo consideraba su mano derecha, sino un simple "gato" que con un poco de ayuda económica y droga, se encargaba de que todo marchará "bien".

Nunca le había tomado demasiada importancia a su familia. Para él no eran nada más que objetos.

Utilizaba a su único hijo, Jos, para vengar el pasado. A base de chantajes lograba que hiciera el trabajo sucio por él, así como hacía con las demás personas.

-Sergio.-Una voz lo llamó.- Antonio te busca.- El aludido mostró molestia, pues no le gustaba que nada lo interrumpiera cuando jugaba, pero no tuvo más remedio que acudir a quien lo buscaba.

Camino hacia la parte trasera del casino, donde se hayaba las bodegas del lugar. Era ahí donde los mafiosos hacían sus trueques. Asuntos en los cuales, Sergio, ya estaba muy inmiscuido.

Antonio era un "socio", con quien Sergio compartía negocios. Era un hombre robusto, con bigote y mal encarado, pero con sus respectivos compañeros tenía el mejor de los humores negros.

-Sergio.- Comenzó a hablar con su típica voz escandalosa.- ¿Sabes? Este próximo negocio te interesa.-Aseguró.

-¿De que se trata?.-Preguntó el segundo hombre. Valorando sus intereses.

-Hay un nuevo pez en la arrecife, y es uno gordo.-Explicó.- Un hombre, rico. Parece que tiene tanto dinero que quiere acabar con el. Lo hemos observado y ha venido al casino aproximadamente 3 días por semanas, en el último mes.

-¿Y cual es el plan?.-Preguntó Sergio, lleno de ambición.

-¿Cómo que cuál, papá?.-Antonio se burlo, pero de inmediato continuó.- Barjarle todo el baro?.

La forma en la que se comunicarán entre ellos no era la más adecuada. Las groserías y dobles sentidos predominaban en la conversación.

Por unos minutos hablaron sobre el trueque que harían al nuevo cliente y llegaron a un acuerdo sobre como se repartirían el botín.

Sergio se levantó de la silla al terminar la conversación. Antes de que saliera del lugar, Antonio preguntó:

-¿Y como va el asunto con la niña riquilla que tienes en tu casa?.

-José se hace cargo de ella. Pronto llegará el momento para ocuparla como mi mejor carnada.-Explicó Sergio.

-¡Como eres pendejo!.-Exclamó el hombre robusto.- Yo ni de broma se la dejo a mi hijo, y así como es de maricon el tuyo, menos.

-Mándame uno de los tuyos, entonces.-Rió Sergio.

-No, cabrón. Eso cuesta dinero.

-No te metas entonces. Todo saldrá como lo estoy planeado.-Finalizó, y abandonó el lugar.

-Que pendejo....-Recalcó en entre risas Antonio, mientras metía un puro en su boca. El perteneciente del insulto ya no podía escucharlo.

Un par de horas después Sergio decidió ir a casa. Tenía asuntos por hacer. Al llegar, la casa estaba en completo silencio, como de costumbre.

Se dirigió directo a su despacho, el cual siempre estaba bajo llave. El único que tenía acceso era el mismo. Ese lugar se había convertido en una caja de secretos.

Mientras, en la casa de los Ocampo se había destinado una habitación para los detectives y la seguridad privada. Llevaban un trabajo de equipo para tratar de encontrar a __________ y mantener a sus padres y las autoridades públicas informadas.

Leonardo había dejado a personas de confianza haciéndose cargo de todos sus negocio y empresas. De esa forma podía dedicarse de lleno a la búsqueda de su hija. Trataba de mantener la cabeza fría, pero era muy difícil. La impotencia de no poder encontrar a su hija, a pesar de todo el poder que tenía, lo apuñalaba por todas partes.

Elena, por su parte, estaba acabada. Los años se le había recargado, había perdido peso y no lograba salir mas haya de su habitación.

-Señor Ocampo, hemos terminado con el retrato hablado.- Anunció el detective Peña.

Leonardo tardó un poco en prestar atención pues estaba abstraído pensando en la situación que atravesaban.

-¿Eh?.-Preguntó, con evidente distracción.

-El retrato, Señor.-Explicó Peña, de nuevo.- El retrato que la señorita Vega describiría sobre el posible sospechoso.

-Ah.- Su voz era sueve.-Quiero verlo.

Leonardo se levantó del sillón y se dirigió al estudio donde estaba instalado el equipo de trabajo.

Roberto (Peña) abrió su computadora portátil, después de unos segundo la imagen se proyectaba en la pantalla. Ocampo la observó, no podía decir nada al respecto.

-No es nada seguro.-Comenzó Peña a hablar.- Ya que la joven Vega asegura solo haber lo visto por unos segundos. Con el paso del tiempo los recuerdos pierden nitidez. No podemos asegurar nada, carecemos de pruebas contra nuestro sospechoso.

Leonardo no respondió, siguió mirando la pantalla. Estaba seguro de nunca haber visto ese rostro, pero había algo en el que reconocía, no sabia que, pero ahí estaba.

-Traigan a Elena.-Ordenó a uno de los hombres en la habitación.

Después de unos minutos la mujer arrastró sus piernas dentro del lugar, envuelta en una bata de dormir y sin ánimo.

-¿Puedes reconocer a este hombre?.-Preguntó Leonardo. Elena miró la pantalla y frunció el ceño. Al cabo de unos segundos de su boca salió un simple: No.

El retrato descrito por Marlene no era muy similar al rostro de Jos. Ella no lo recordaba bien, pero aún así. Había similitudes que ponían en riego su identidad.

Peña prosiguió hablando:

-Escuché, Señor. Hemos pasado tres meses buscando a su hija y no hemos hallado nada. Para ser sincero esto va más allá de un secuestro. No es por dinero, llevo años trabajando en estos casos y cuando es por cantidades de efectivo, en unas semanas el caso está disuelto. Pero, esta vez, sólo hay dos opciones; Se trata de una venganza, o _________ está muerta.

Al oír sus palabras Elena soltó un grito de dolor y rompió en llanto. Leonardo la abrazo y acarició su cabello. Las palabras del detective eran tan duras como ciertas. No importaba en que estado, pero todo necesitaban a ________ de regreso.

Trust Me| Jos Canela Y Tú|Where stories live. Discover now