Capítulo 24

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Llegamos a la casa de Paul directo a desayunar. Ambos teníamos mucha hambre y por más que insistí en hacer el desayuno, no me dejó el hombre.

–Que nadie te diga que no puedes desayunar una hamburguesa doble. – le dio una mordida a la suya y yo traté de abarcar la mía con los dedos bien abiertos.

–Paul, esto está bestial.

–No te hagas la tímida conmigo y come por el amor de Dios. – Le di una mordida y estaba de lo más deliciosa.

–Por Dios– dije valiéndome que tenía la boca llena. – Esto está sorprendente.

–Me alegra que te guste.

–Y la malteada...–la observé. – ¿De qué es? Se ve morada.

–Tiene frutos rojos y mora azul. No creas que soy un detallista en eso, no. Compro las bolsas de frutas variadas porque odio pelar lo que sea. Soy más práctico.

A la mitad de la hamburguesa mi estómago pedía a gritos que ya parara de comer, por lo que tuve que esperar un poco y lograr que esa sensación se fuera. Paul se dio cuenta que estaba más que satisfecha, y guardó lo que quedaba de la hamburguesa en un contenedor para que la comiera más tarde.

Su departamento estaba quizá igual de pequeño que el mío, pero como vivía solo le asentaba bien.

Tenía ligeramente desorden especialmente en la sala, dejando una laptop en el sofá, el cable de esta estaba en la mesita del centro y en ella también había una libreta mediana. Yo no sabía que Paul fumara, pero ver el cenicero junto a la libreta me hizo pensarlo.

–Ah, ya lo viste. ¿Te gusta? – se refirió al cenicero.

–¿Fumas? – sonrió y negó.

–Claro que no. Lo compré por pura estupidez mía y lleva dos años en esa mesa.

–Bueno, pero está bonito. – me senté a un lado de la computadora.

Paul se sentó en un mueble cerca del mío y extendió sus piernas completamente. Soltó un suspiro y fue ahí donde noté que seguía teniendo ojeras.

–Sarah, tengo miedo de comprobar mi teoría sobre el caso Foster. – quedó un golpe de silencio por parte de ambos. – No sé si los demás tengan esa misma duda que tengo yo porque no es difícil decir que hay una conexión de personas si hablamos del francotirador que desafiaste.

–Que maté.

–Sí, que mataste para que se salvara la misión. –me corrigió con autoridad. – Evant grabó la llamada que tuvo contigo cuando dejaste en evidencia a Edward Johnson el día que te lastimó. Sé que el tipo te trató de convencer de que eras una asesina igual que él, pero se equivoca al igual que tú.

–No está muy equivocado.

–Ellos matan por maldad. Tú no estás obligada a asesinar a nadie, y si lo tienes que hacer es por protección misma. Auto supervivencia. Hay una enorme diferencia entre ustedes y no quiero que vuelvas a rebajar tus pensamientos para echarte la culpa, ¿está claro?

–Bien. – me crucé de brazos.

–Y para cerciorarme de que me estás entendiendo, quiero señalarte que te estás comportando como Arianna Foster cuando ella era la protegida. Y sí, lo sé, aunque no tuve mucha relación en persona, pero supe que se sentía culpable todo el tiempo por el que todos se arriesgaran por ella, y eso es exactamente lo que estás haciendo tú a pesar de que en ocasiones le reclamaste lo mismo que estoy haciendo yo contigo.

–¡Bueno ya! Ya entendí, perdón por creer que soy una carga. Y sí, acepto que me acabo de tragar mis propias palabras cuando la regañé interminables veces porque pensaba justo lo mismo que yo siento en estos momentos, pero es que yo jamás he sido la víctima. Jamás he sido el blanco de los malos como tal.

Mi ProtegidaWhere stories live. Discover now