Capítulo 48

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MASLOW

Ir a ver a Sarah para decirle lo mucho que me importaba y que estaba dispuesto a todo para ser más atento, había sido una gran idea porque gracias a eso nos fuimos a comer a un restaurante temático bastante peculiar.

Nos tomaron una foto junto a una botarga enorme de Pikachu, y al final del día la pegué en el refrigerador de la casa con la ayuda de un imán redondo que tenía guardado. Eso me hizo pensar que debería imprimir más fotos junto a Sarah y comprar portarretratos para ellas.

El día había terminado de maravilla, pues como cereza del pastel, Sarah y yo nos bañamos juntos y lo que iniciamos ahí, lo continuamos en mi cama.

Sarah era una mujer de admirar. Sí, tenía un carácter bastante fuerte para muchos, pero yo había aprendido a llevarla en paz y aunque hubiese guerra entre ambos, siempre había una manera para que termináramos bien.

Llegué a un punto en el que me estaba volviendo dependiente de ella al hacerla responsable de mi felicidad absoluta, cuando no debería de ser así, pero era algo inevitable. Con tan solo verla sonreír ya hacía que valiera la pena despertar, y cuando me besaba yo me olvidaba de todo.

El roce de sus dedos en mi piel generaba una satisfacción que al menos yo jamás había experimentado con nadie. Ni siquiera tenía idea de que algo así se pudiera sentir cuando la persona correcta llegaba al fin a quien la esperaba por tanto tiempo, y lo más irónico fue que ella estaba ahí frente a mis ojos, y yo como un ciego me di cuenta muchos años después de lo perdido que estaba.

Cuando caí rendido junto a Sarah como resultado de la paz que solo ella me daba hasta caer en el sueño.

Comencé a soñar de una manera inesperada.

Primero, estaba en la oficina tratando de encontrar un papel importante que Leonard me pedía con urgencia, y como el hombre no me tenía ya atosigado con su histeria en potencia que había dejado notar apenas el día anterior, yo estaba más que desesperado por encontrarlo y evitar hacerlo estallar. Después de eso, Evant llegaba diciendo que lo había encontrado, por lo que yo sin dudar le agradecí y me encaminé hacia la oficina correspondiente.

Llegué en un segundo casi como si me teletransportara, solo que me quedé a un paso de tocar la puerta, acción que se me hizo imposible de proceder al escucharlo hablar con una voz bastante clara y no veía prudente interrumpirlo así, pues estaba un tanto alterado casi con la misma voz encendida de coraje como cuando discutimos. Pero la voz no era lo que me alarmaba.

–¡Quiero que la mates! Esa mujer es un estorbo para mí y también para ti. – decía sin temor a que alguien lo escuchara. – Ahora trabajando en la DEA puede que tenga muchos privilegios, pero no gozará de ellos porque tú serás el que se encargue de que no respire más. ¡¿Me entendiste?!

Yo abrí la puerta de golpe y dos figuras se me quedaron viendo estupefactas.

Dentro de la habitación estaba erguido de enojo el mismísimo Leonard, y frente a su escritorio, sentado con el silencio que le distinguía, Arnold Bass se sentía descubierto por mí.

–¿Se puede saber quién demonios te da derecho para decidir cuándo acabar con la vida de un ser humano? – dije con la amargura latiéndome en la garganta. – ¡Contesta! – me dirigí hacia Leonard y lo tomé del saco hasta levantarlo. – Con que quieres acabar con Sarah y abusar de tu poder, ¡maldito miserable! – le pegué un golpe que lo dejó en el suelo.

–¡Estás despedido! –me gritó desde el abismo de la locura.

–¡Me importa un comino! ¿Por qué la quieres matar? ¡Ella no te ha hecho nada!

Mi ProtegidaWhere stories live. Discover now