Capítulo 4

1.4K 76 11
                                    

Abrí los ojos y me moví un poco para acomodarme y vi la ligera luz azul de la mañana, pero no solamente me percaté de eso, estaba entre los brazos de Maslow y me llené de emoción porque era la primera vez que dormíamos juntos.

No quise moverme tanto porque quise apreciar cómo se veía durmiendo conmigo y comencé a agradecer porque tenerlo conmigo era todo un milagro, como bien lo dije antes, porque regresando el tiempo, todos creíamos que estaba muerto, y de puro milagro, resultó ser falso porque sí había sobrevivido a esa explosión.

Estaba feliz contemplando y disfrutando del momento, hasta que mi odiosa alarma sonó y Maslow abrió los ojos alarmado.

Me moví para alcanzar mi teléfono y la apagué.

–Sarah, nos dormimos. –dijo con voz ronca.

–Buenos días, amor. –dije y mi voz también sonaba ronca.

Maslow sonrió y me abrazó más.

–¿Dormiste bien? –me preguntó.

–Sí, más que bien.

–¿Qué hora es?

–Las seis de la mañana.

–¿Siempre te levantas a esta hora?

–Sí, cuando es a la primera. Tengo alarmas cada cinco minutos para no dormirme nunca.

–¿De verdad?

–Sí, porque luego me duermo pensando que tengo suficiente tiempo.

–Yo me levanto con una.

–Quién como tú. –Maslow me besó la cabeza.

–Es la primera vez que dormimos los dos. Y se siente bien. –Dijo mientras hundía su cara entre la almohada sin dejar de abrazarme.

–Más días así, por favor. –dije y cerré los ojos mientras sonreía.

La alarma volvió a sonar y nos reímos.

****

–¿Qué quieres de desayuno? –le pregunté.

–¿Te da tiempo para hacer desayuno?

–Sí, ¿por qué?

–Pregunto nada más. Y lo que tú quieras está bien. Me gusta cómo cocinas, eres toda una chef.

–No exageres Mas.

–Lo digo en serio. Ayer no dejé nada del espagueti, y recuerda que hasta te pedí más.

–Bueno, tuve suerte con la comida de ayer.

–Nada de suerte, así cocinas. Haz lo que quieras para desayunar.

–Oye amor, una pregunta. –sonrió cuando le dije amor. –¿No se te hará tarde a ti? Lo digo porque tu casa está lejos y tienes tu ropa y todo allá.

–Fui inteligente esta vez. Traje mi ropa en el carro. –abrí la boca de lo sorprendida que estaba.

–¿En serio?

–En mi mente apareció la posibilidad de quedarme aquí a dormir y pues pensé en eso. Así que nos iremos a trabajar con el tiempo medido.

–¿Y te bañarás aquí?

–Si me das permiso.

–¡Claro que sí! –dije animada y saqué la waflera. –Haré waffles, ¿te gustan?

–Sí, me gustan mucho.

–Tengo helado de vainilla, crema de avellana, cajeta y leche condensada...también miel, por si quieres que le ponga algo de eso.

Mi ProtegidaDove le storie prendono vita. Scoprilo ora