Capítulo 41

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Hice tantos remedios para quitarle la borrachera a Maslow, que no me rendí hasta dar con el más efectivo, que fue el último. Una alternativa que resultó de mucha utilidad.

En el restaurante conseguí vinagre y huevo. Revolví ambas cosas en un vaso e hice que se lo bebiera todo de golpe sin olerlo antes.

El hombre salió corriendo casi chocándose con todo a su paso hasta llegar al inodoro, vomitando muchísimo. Hasta lástima me dio, pero era la última opción que tenía.

Lo mismo hice con Evant, con Josh y con mi tío. Todos vomitaron casi hasta los órganos. Pero fue muy efectivo el remedio a pesar de ser improvisado.

El único detalle que les quedó, fue un dolor de cabeza que se les quitó con una pastilla que mi tía Lorien les dio, pues ella cargaba consigo una serie de medicamentos por su salud y también por cualquier emergencia que surgiera, y esta era una.

Ella estaba muy enojada con su esposo y con su hijo por el comportamiento inapropiado que había demostrado, y recuerdo que una de las nanas de Arianna también sermoneó a Josh peor de lo que yo lo hice con Maslow.

–Oye, ¿estás enojada? – preguntó Maslow detrás de mí.

Yo estaba acomodando la maleta en la parte de mi ropa, para sacar la blusa limpia que me pondría y plancharla de una vez.

–Es la tercera vez que me preguntas eso. – dije con un tono serio que no quise ocultar.

–Estás enojada. – aseguró.

–Eres como un adivino.

Tomé la blusa y me fui al clóset de la habitación donde se encontraba la plancha al vapor.

–Perdóname. – dijo y yo hice la boca en forma de línea. – No me has mirado a los ojos desde que salí de la habitación para irme.

No respondí nada y cuando terminé, colgué mi blusa en un gancho que había por ahí.

–¿Qué tengo que hacer para que me voltees a ver? – preguntó con tono melancólico.

Tomé aire sin que se escuchara mucho, para después voltearlo a ver.

Los ojos los tenía un tanto hundidos – quizá por el vómito de hace rato –, la piel pálida y sentado en su cama se veía hasta indefenso, y no es que fuera lo contrario, pero tenía un aspecto desamparado que me hacía sentir como una especie de villana.

–¿Ya puedo seguir con mis cosas? – levanté una ceja.

Cerró los ojos como si le doliera existir, y se levantó de la cama.

–Sarah, lo lamento. – dio un paso al frente.

–No, no, no, no. – puse un alto con mi mano. – Ni te me acerques. – tragué saliva y me di cuenta que se veía ofendido al mil. – Si Evant llega en mal estado a casa de Arianna, tú solito tendrás la culpa porque este desastre fue idea tuya. – lo señalé. – Y lo que me molesta no es la acción, porque yo lo he hecho infinidades de veces porque sé cuándo hacerlo. – tomé impulso. – ¡Pero tú escogiste ponerlos así el día de la propuesta de matrimonio de tu mejor amigo!

Hasta se sentó de nuevo cuando me le planté en frente.

–Soy un idiota.

–Pero ¿sabes qué me molesta más? – apreté los ojos y me mordí el labio internamente.

No podía decirlo. Quería que se acordara él mismo.

–¿Qué cosa? – me tomó del brazo y yo me aparté.

–No me toques ahora. – dije siguiendo con los ojos cerrados.

–Por favor, dime.

Tragué saliva y sentí que el llanto venía. Así de dramática me había vuelto, que en un segundo ya iba a llorar.

Mi ProtegidaOnde as histórias ganham vida. Descobre agora