Capítulo 6: Mi elección

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Asentí. Eso respondía una de mis preguntas: Sargas me compró porque me necesitaba para poder ser rey. Sin embargo, la cuestión era otra: ¿por qué a mí? ¿Por qué arriesgarse en una subasta con La Mano del rey por una Vendida entre tantas?

Luego de maquillarme fuimos a los sillones del recibidor de mi alcoba y esperamos junto a la chimenea por una señal del príncipe.

—¿Le busco un libro, mi Lady?

—No, estoy demasiado nerviosa para leer. —Mi doncella asintió—. ¿Cuál es tu nombre? Llevo muchos días llamándote solo doncella en mi cabeza y no me parece justo.

La mirada que me dedicó ella a continuación fue la perfecta fusión entre gratitud y estupefacción.

—Yo… olvidé mi nombre.

—¿Cómo vas a olvidar tu nombre? Es imposible.

—Hace diez años que todos lo olvidaron, era cuestión de tiempo para que eso me ocurriera a mí.

—No, no es cierto, no puede ser cierto…

Pero la tristeza en su mirada me decía que, en efecto, olvidarse de su propia identidad había sido su defensa para mantener la cordura en un mundo en el que a nadie le interesaba.

Se oyeron golpes en la puerta y mi doncella se levantó a abrir. Yo no quise levantar la mirada y no dejé de retorcerme las manos hasta que ella volvió a decirme que me esperaban en la puerta.

Al llegar ahí no me conseguí con Sargas, sino con el rostro serio y la postura firme del único caballero que se definía a sí mismo como niñera.

Para ser un hombre tan ordenado varios mechones de su cabello escapaban de su coleta, estaba ataviado con su uniforme negro, con una capa azul rey unida por el broche de la guardia en dorado. Al verme, su compostura flaqueó un poco, sus ojos se escaparon por unos segundos a mis piernas y su boca vaciló entre una palabra y otra, pero al final volvió a cerrarse sin ningún comentario.

No tardó en volver a su actitud de servicio, pese a ello la manera en que rehuía mis ojos incoloros profundizados con sombras me dio a entender la falsedad de su compostura.

—Señorita…

—¿Será así como me llames ahora? —interrumpí alzando una ceja.

—¿Cómo quieres que te llame, Aquía?

«Me estaba acostumbrando a que me llamaras preciosa», pensé, aunque por supuesto que no iba a decirlo.

—Con que me llames por mi nombre está bien.

Asintió con la misma seriedad con la que había llegado.

—¿Ya voy a conocer a mi Comprador?

—No. El príncipe tiene cosas más importantes que resolver que sacar a pasear a su Vendida.

—No es que me muera por pasear con su majestad, Sir, pero comprenderá que llevo varios días encerrada sin saber la finalidad para la que se me compró, así que la curiosidad es lo más lógico en mi caso, ¿no cree?

—Estoy de acuerdo, y para eso está tu niñera.

—¿Tú?

Dejó salir una sonrisa forzada, evidentemente irritado porque se le haya reducido a tal labor.

—¿Y para ti me vestí?

Eso lo hizo sonreír de verdad, con esa sonrisa traviesa que solo él podía conjurar.

—¿Lo hiciste, preciosa? —Y me lanzó una mirada significativa a las medias.

—Por supuesto que no. Creí que hoy vería al príncipe.

Vendida [YA EN LIBRERÍAS] [Sinergia I]Where stories live. Discover now