Capítulo 5: Mi destino

Start from the beginning
                                    

—¿Pero querrías?

Volteé para que entendiera la seriedad de mis palabras.

—No. No albergo deseos imposibles, a la larga se convierten en veneno.

—No tiene que ser imposible.

Dejé salir una risa amarga.

—Le pertenezco al príncipe, y él tiene el deber de casarse con otra. Pronto. Si conoces algo más imposible que eso, por favor, dímelo.

Se quedó por completo en silencio unos segundos. Luego asintió, un gesto que me pareció que era más para sí mismo, y se adelantó para empujar las puertas que se abrieron hacia dentro y dejaron relucir todo un cuarto de brillo y belleza.

El armario frente a mis ojos me hizo comprender que mi imaginación era vulgar e insípida, ya que ni en mis mejores sueños habría podido fabricar una maravilla similar.

Había una pared exclusiva para ropa con una pequeña escalera blanca que llegaba al primer nivel. Este contenía prendas dobladas y acomodadas por tela y color, el nivel de abajo repetía la fórmula con ropa íntima, y debajo, el nivel pegado al suelo y el más alto, exhibía una sublime colección de vestidos ordenados por color que iba desde los tonos más intensos y oscuros hasta los más suaves y claros, formando un arcoíris de tela impresionante.

Pasé la mano entre ellos de un extremo al otro, sintiendo la tela acariciarme la piel como pétalos de flores que me besaban.

—¡Hey!

Orión corrió hacia mí y me detuvo.

—¿Qué?

—¿Cómo que qué? ¿Te lavaste las manos?

Eso también me hizo reír. Estaba fascinada con las excentricidades de ese sujeto.

—¿Lavarme las manos?

—Estás tocando seda, organza, cashemire, tul, chifón, charmeuse, tafetán, terciopelo… ¡Ahhh! Lo dañas con las partículas y residuos adheridos a tus manos, sin mencionar las glándulas sudoríparas que son unas expertas en arruinar vestidos y tú pegas las tuyas a estas telas como si rociaran perfume.

No pude contener una carcajada después de eso, pero no quise seguirlo torturando con mis ataques inocentes a esos objetos inanimados que tanto le preocupaban, así que continué con mi exploración.

En medio de ese closet había un aparador cilíndrico giratorio lleno de toda clase de calzados, desde sencillos, pantuflas con distintos modelos, hasta zapatillas y tacones de noche con tanta pedrería que las estrellas se opacarían en comparación. En la pared del otro lado había una repisa de piedra blanca lustrada con un espejo que abarcaba todo el espacio restante, y encima de la repisa había una variedad de objetos distribuidos en un orden tan meticuloso que abrumaba de solo mirarlo.

Una torre de esmalte de uñas que seguían el degradado de color de los vestidos, pero esta vez de arriba hacia abajo, estaba resguardada por una barrera hecha de labiales. Extendí la mano para tomar uno de un extremo y en mi emoción agarré otros dos para admirarlos, y entonces Orión me los quitó como si acabara de quitarle el seguro a una granada.

—¡No! —Se agachó sobre el mesón y con sumo cuidado colocó en su lugar el primero de los labiales, estaba tan concentrado que cualquiera pensaría que tenía lupas en los ojos—. ¿Estás loca? Este va con los de color crema, este con los de color hueso y este con los de color piel.

—Es un chiste.

Me miró con el ceño fruncido y los labios contraídos como si se aguantara un torrente de groserías.

Vendida [YA EN LIBRERÍAS] [Sinergia I]Where stories live. Discover now