C a p í t u l o 23: Nuevas sonrisas

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Por el otro lado, hay tres hombres de la edad de Steven, quienes beben cerveza y comen patatas fritas. No los conozco, pero supongo que son esos tíos, no amigos, de los que habló la vez que traje a Will a su primer clase.

La puerta principal se abre, y Steven entra con una caja de cartón bordó, Nora la toma entre sus manos y se la lleva a la cocina. De inmediato, los ojos del cumpleañero se posan en mí, y sonríe.

Will se me adelanta con el saludo, lo abraza, y le entrega el regalo. Cuando Steven ve la taza, se ríe, y le agradece, no sin comentarle que no era necesario, pero que le gustó mucho.

Nuevamente sus ojos vuelven a mí, luego observa la bolsa que tengo en mi mano, me mira una vez más y me encojo de hombros. Me acerco a donde se encuentra, y una vez cerca, lo abrazo fuerte. Me pongo de puntitas de pie, y le susurro feliz cumpleaños.

Le doy un beso corto en la boca, me sonríe, y le entrego el regalo. Espero que le guste.

Steven saca un disco de vinilo de la bolsa, se trata de uno de Pink Floyd, la banda que más le gusta, según estuve averiguando.

Resulta que Steven tiene Twitter, sólo que dejó de usarlo. Aunque eso no importa, me sirvió para recolectar información sobre sus gustos. No sé cómo me deja eso, pero en fin, pasemos a la historia del por qué el vinilo.

Una vez comentó que le gustan mucho los discos así, que son una reliquia, pero que le costaba conseguirlos, o estaban muy caros. Y supe que Pink Floyd es su banda favorita, debido a la cantidad de cosas que compartía acerca de ellos, y por el último vídeo que subió a su instagram, tocando una canción de ellos, comentando que para él, nada ni nadie los supera.

No fue complicado conseguir uno, tuve la suerte de que Carl me recomendó un buen lugar, y gracias a que me acompañó, me hicieron un descuento bastante importante. Todo por la amistad entre Carl y el dueño de la tienda.

Steven me mira, observa el disco, y vuelve a mí.

—Hay algo más —le digo, y pone esa cara de que no era necesario. Lo ignoro e insisto que busque.

Es un cuadro con una foto suya y de su abuelo. Gracias a Ross obtuve la fotografía. Cuando hablé con él le pregunté qué podía gustarle, y me comentó de la foto, que es la que Ross tiene en su billetera, y que mucho le gusta a Steven, pero nunca se animó a pedirla. Ross quiso dársela una vez, cuando notó lo mucho que le gustaba, pero Steven se negó. Bueno, hice una copia de la misma y la puse en un lindo marco.

Observa la fotografía, y no dice nada al respecto. Temo por haber hecho algo mal, por haberme metido en algo muy íntimo.

—¿Y bien? —pregunto y me mira—. ¿Te gustaron mis regalos o fue demasiado?

Steven sonríe, y se hace presente la emoción en sus ojos. Me abraza fuerte, y se queda así por unos segundos. Creo que está llorando, y lo confirmo cuando se separa de mí, y se seca las lágrimas.

—Ay, Stev, lo siento.

—No lo hagas, son lágrimas buenas, lo prometo —mira sus regalos una vez más—. Te has pasado, Gia. Tu regalo ha sido perfecto, y te lo agradezco mucho.

Sonrío y acaricio su rostro, paso mi dedo índice sobre la comisura de su sonrisa.

Sus ojos no se despegan de los míos, y hay una infinidad de cosas en esa mirada. Cuando me observa de tal manera, me siento especial, única de mil manera. Sus ojos me hacen sentir que somos los únicos aquí, pese al ruido que hay a nuestro alrededor.

Alguien lo llama, y es Nora. Nuestro momento de "sólo nosotros" se termina, pero sé que nos espera mucho de eso.

El cumpleaños toma su ritmo, y todo es risas, sonrisas. Hay mucho cariño en el ambiente hacia Steven, y eso es algo hermoso de ver. Su energía se dividió entre los invitados, y hacen de este día algo en verdad muy especial.

Como estrella fugazWhere stories live. Discover now