xiv. reencuentros familiares

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 »Reencuentros familiares

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»Reencuentros familiares.»

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Sirius miraba con nostalgia la fotografía de su difunta esposa. Rose cargaba a Cassie como si se tratase de un cristal, que en cualquier momento podría quebrarse. A su lado, Cassie recargó la cabeza en el hombro de su padre.

– ¿La extrañas?

– Cada día, Rose era mi razón de vivir, hasta que naciste tú... –sus ojos grises se posaron en los ojos marrones de su hija– Ustedes eran todo lo que tenía y, me lo arrebataron. Lloraba todos los días, las busqué por todo Londres, Inglaterra, en cada lugar que se te ocurra, las busqué. Hasta que me llegó la noticia que estaban muertas, fue como sentir el beso del dementor, sentía que mi alma se perdía en el abismo.

– El tío Ed está muy arrepentido de haberte mentido, papá.

– Lo sé, él sólo lo hizo para protegerte... –Sirius suspiró– Cuando escapé y me enteré que estabas viva, creí que ella también lo estaría... Ahora sólo me quedas tú, y no volveré a perderte.

Ambos se abrazaron, botando lágrimas en el hombro del otro. Edward miraba todo desde una esquina, también derramando lágrimas, hasta que decidió acercarse hasta ellos.

– Aquella noche tú perdiste a tu madre, yo perdí una hermana. Rose era mi única familia, fue una decisión egoísta, pero no podía permitir que me quitaran a mi sobrina.

Sirius miró al Auror. Dentro de él, aún guardaba rencor ante la decisión que tomó, de no ser por él, quizás no habría ido a Azkaban o James y Jane habrían podido criar a su hijo. ¿Pero qué más podía hacer? El daño estaba hecho, y Rose no querría que odiara a su hermano, además, Edward había criado a Cassiopeia como su hija, dándole todo lo que él no pudo.

– ¡Cassandra! –se escuchó a Magnus, Cassie se separó de su padre y salió corriendo. El chico la estuvo buscando toda la mañana, y aunque Cassie no tenía idea del por qué, decidía huir.

– ¡Por los calzones de Snape! ¡Ustedes no me vieron! –Sirius y Edward asintieron y la castaña corrió a esconderse en alguna habitación.

Encontró un armario y se adentró en él.

Una pésima idea.

Las túnicas comenzaron a asfixiarla, Cassie sentía que moriría, el no poder respirar la desesperaba. Intentó gritar, pero le era imposible emitir sonido alguno.

– Cassandra... No huyas, linda... –Magnus caminaba con sigilo hasta el pasillo, hasta llegar hacia ella– ¡No te mueras, aah! –el chico quitó las túnicas del cuello de Cassie, parecía desmayada y sin señales de vida. O eso creía Magnus– ¡No respiras, no respiras! ¿Qué hago? ¡Ilumíname, Rowena! Oh, claro, claro... –se acercó a los labios de Cassie y comenzó a darle respiración boca a boca. La castaña se incorporó de inmediato y se limpió los labios con la manga del suéter.

– ¡Guácala, hubieras dejado que muriera!

– ¡Te salvé la vida! –exclamó indignado ante la reacción de Cassie.

– ¡Para la otra dejas que muera!

(...)

Arthur Weasley comunicó que Harry estaba metido en problemas, lo que significaba que la orden debía ir a buscarlo a la casa de los Williams. Jane y James pidieron ir, (la pelirroja estaba al tanto de los tratos de su hermana Winona a su hijo, y quería ponerla en su lugar), pero la orden no se los permitió, dado que no estaban seguros de la efectividad de los encantamientos.

– ¿Cómo creen que reaccione? –preguntaba una ansiosa Jane mirando a sus amigos. Los merodeadores, Eric, Cassie, Magnus y Rosalyn se encontraban en la sala, la pequeña pelirroja jugaba con los cabellos revueltos de su padre.– ¿Cómo me veo?

– Luces hermosa, Jane –habló Eric. Todos lo presentes lo quedaron mirando– Eh, digo, luces bien.

– No te pases de la raya, Saucet.

Escucharon murmullos del vestíbulo, Molly Weasley fue la primera en recibirlo.

– ¡Oh, Harry, cuánto me alegro de verte! —susurró, y lo estrujó con un fuerte abrazo; luego se separó un poco de él y lo examinó con ojo crítico—. Estás paliducho; necesitas engordar un poco, pero me temo que tendrás que esperar hasta la hora de la cena.

Jane, James quedaron paralizados al ver a su hijo mayor, ahí, frente a ellos, Rosalyn se escondió detrás de su madre. Harry se encontraba igual, el chico no había notado la presencia de la pequeña, por lo que no preguntó quién era.

– Hijo –habló Jane con los ojos cristalizados. El enfado de Harry parecía haberse esfumado de repente, se acercó hasta sus padres y los abrazó.– No sabes lo nerviosa que estaba. ¡Eres igual a James! ¡Merlín, estás mucho más grande de lo que recordaba!

– Auch, me aplastan... –habló la pequeña Rosalyn, fue el momento en que Harry notó su presencia.

– Siempre sentimos que algo nos hacía falta, ahora nos damos cuenta que, ese algo eras tú, Harry. –habló James con una sonrisa, separándose del abrazo de su hijo.– ¡Oh! Ella es Rosalyn, es tu hermanita.

Harry frunció el ceño, eso sí que no se lo esperaba. ¿Una hermana? Todo parecía ser demasiado para él, sus padres estaban vivos y tenían una hija, el azabache no pudo evitar sentir celos de ella, pero intentó hacerlos desaparecer. Sabía que Rosalyn no tenía la culpa de lo sucedido, por lo que decidió agacharse hasta su altura y la miró, era idéntica a su madre.

– Soy Harry, Harry Potter. Tu hermano.

– ¡Ya lo sé, Cassie me habla siempre de ti! ¡Eres mi hermano mayor! –Rosalyn rodeó a Harry con sus pequeños brazos. Cassiopeia carraspeó la garganta.

– ¡Rose, eso era secreto!

– Ups.

𝐌𝐚𝐥𝐝𝐢𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐏𝐨𝐭𝐭𝐞𝐫 ✓Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon