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«Draco's version»
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Para algunos, Draco Malfoy era un joven frío y calculador, cadente de sentimientos; pero no para Cassiopeia Potter.
La joven siempre vio algo más allá de los grises ojos de su primo, quizás aquella era la razón de por qué estuvo para él en sus peores momentos, cuando su mundo se derrumbaba, Cassie era la luz al final del camino de Draco.
Y Draco siempre estaría agradecido de su prima.
Después de la guerra, Cassiopeia decidió formar su tan anhelada familia con quien era el amor de su vida, Harry Potter. Mientras que Draco no tenía a quién acudir; su mundo se derrumbó nuevamente y no tenía en quién refugiarse esta vez. Quizás fue la razón de por qué acudió a Kingsley y el resto de la orden, para, por primera vez en su vida, tomar una decisión por sí mismo. Y esta vez, estaba haciendo lo correcto.
La búsqueda de los mortífagos prófugos le tomó más tiempo del que creía; habían pasado once meses desde aquel día de mayo. El tiempo pasaba jodidamente lento para él y creía que jamás acabaría.
Pero Draco hizo una promesa, no volvería hasta atraparlos a todos.
En estos momentos se encontraba en un bar muggle en Francia, qué irónico ¿No?
Con la mano apoyada en su mejilla y con la otra jugueteando con la bombilla de su bebida, comenzó a recordar lo fácil que era su vida antes de la guerra: su único problema tenía como nombre Harry Potter y su misión era ser un grano en el culo para el míope. De pronto, un nombre vino a su cabeza, Cassiopeia... ¿Qué sería de su prima? Lo último que supo es que se casaría con Potter.
Oh, el amor... Draco jamás conoció el amor. Sí, su madre lo adoraba y daba todo por él, pero jamás experimentó el besar a una chica y sentir mariposas, jamás conoció los nervios al estar cerca de su amada y el cómo una sonrisa calmaba sus guerras internas.
Y ahí fue cuando se preguntó si realmente valía la pena vivir en un mundo sin amor.
Draco dejó propina sobre la barra del bar y se levantó, chocando con una chica. La joven tenía el cabello castaño y ojos avellana, pero que brillaban a la luz del bar, llevaba ropa muggle.
–Oh, lo siento... Suelo ser muy torpe –sonrió de lado y Draco asintió con la cabeza– ¿Eres nuevo por aquí?
–Sí –se limitó a decir, pero al notar la amabilidad en el tono de voz de la chica, carraspeó; un tanto avergonzado de su comportamiento tan frío– Soy inglés.
