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«Aclaraciones.»
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El 1 de septiembre llegó, la casa era un completo caos. Jane llevaba dos horas preguntándole a Harry si llevaba todo el equipaje, James intentaba convencerlo de quedarse con ellos al igual que Sirius lo intentaba con Cassie. Walburga Black y Molly Weasley no paraban de gritar,
– ¡No, Rose, no puedes ir a Hogwarts este año!
– Por favor, mami, ¿sí, sí? –la pelirroja hizo un puchero, su madre rodó los ojos y guardó en el baúl de Harry, unas ranas de chocolate.
– Lo siento, Rosie.
La pequeña refunfuñó y fue hasta Remus Lupin, el licántropo dejó lo que estaba haciendo para prestarle atención a su ahijada.
– ¿Qué pasa, Michelle? –se agachó hasta su altura.
– ¡Mamá no quiere llevarme a Hogwarts!
– Ella no, pero yo sí, podemos ir un día a visitar a Dumbledore... –los verdes ojos de Rosalyn se iluminaron y se abalanzó a los brazos de Remus.
– Por eso eres mi favorito, pero no le digas a Canuto...
– ¡Te escuché, Rosalyn! –gritó Sirius desde la sala.
Un hombre alto y penetrantes ojos azules tocó la puerta de la habitación de su sobrina, Cassiopeia le permitió la entrada.
– ¿Qué ocurre, Eddie?
– No me digas así, se supone que soy un adulto y merezco ser tratado como tal –se cruzó de brazos.
– ¿Un adulto rompería la muñeca de su sobrina, de cinco años?
– ¡Debía hacerte enojar, no mostrabas indicios de magia y creía que eras un Squib! –se defendió Edward Mansour.
– Petunia no merecía eso –Cassie fingió secarse una lágrima.
– Petunia es un nombre horrible. En fin, quería entregarte esto –de su bolsillo, le entregó una fotografía.
