xxxii. perfecta

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«"Perfecta"»

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Harry salió de la sala con torpeza. Sus gafas se encontraban más torcidas de lo normal y su respiración era agitada. A la vuelta del pasillo, se encontró con Cassie.

–¿Harry, estás bien? –preguntó preocupada tomando el rostro del azabache entre sus manos.

–Mi padre, é-él era un idiota. Él y sus amigos m-molestaban a Quej... Snape –se corrigió– ¡No lo puedo creer!

–Cálmate, ¿quieres ir a la sala común, para hablar? –el miope negó.

–No, necesito estar solo, contigo. No quiero estar con nadie más en estos momentos –tomó la mano de Cassie y subieron hasta el séptimo piso. La sala de menesteres.

Muy al contrario de cuando asistían a las clases del ED, la sala se encontraba con una chimenea y una cama gigantesca, el tamaño adecuado para dos personas. A Cassie le recordó a la sala común de Gryffindor, por lo acogedora que era.

–¿Vas a decirme qué pasa? –preguntó recostándose en la cama.

–Vi un recuerdo de Snape, en él, mi padre se comportaba como un idiota, Cassie. Mi madre intentaba calmarlos, pero mi padre, era un imbécil. –se recostó en las piernas de Cassie; la castaña comenzó a acariciar el cabello alborotado de su novio.

–Pero James se disculpó con Snape, Hazz, tu madre lo obligó. Quejicus no era ningún mártir, él hizo todo lo posible por saber el secreto de Remus, ¿sabías? Y no sólo eso, nos odia, ¡sólo porque nuestros padres lo molestaban! –continuó:– pero si te hace sentir mejor, los merodeadores están en Grimmauld Place con Sirius.

–¿Y cómo hablaré con ellos? Umbridge vigila todo –bufó.

–¿Olvidas de quiénes somos amigos? –sugirió con una sonrisa, Harry se incorporó y quedó frente a ella.

–¿Cómo estás luego de enterarte del engaño de tu madre? –preguntó enroscando los mechones rebeldes de Cassie en su dedo.

–Bien, supongo. Es mi madre, está muerta y no tengo cómo reprocharle lo que hizo, y sé que ella amaba a papá, en el libro, hablaba de Sirius como si él pusiera las estrellas en el cielo –a los segundos de decirlo, sus mejillas se tornaron rojizas– Eso sonó bobo, ¿verdad? –preguntó avergonzada.

–Eres perfecta, Cassiopeia –declaró Harry con sinceridad.

–¿Intentas aumentar mi ego? Porque eso es imposible.

–Harry negó mientras reía un poco– Tienes imperfecciones, sí, pero eso es lo que te hace perfecta. Y no, Cassie, no intento elevar tu ego, sé que ya está demasiado alto sin mi ayuda. Y me encanta –cortó los centímetros que los separaran del otro, y se besaron.

El beso comenzó lento y sin apuro, pero la intensidad aumentó y la pasión entre ambos también. El chico depositó a la chica en la cama, justo debajo de él, aún sin cortar el beso y Cassie abrió las piernas por inercia, para que Harry se ubicara entre ellas.

–¿Estás segura? –susurró Harry sobre los labios de Cassie.

–Nunca estuve más segura.

Harry se tomó el tiempo de memorizar cada centímetro del cuerpo de Cassiopeia, besar cada uno de sus lunares. La primera vez fue algo torpe y sin experiencia, Cassie y Harry sólo se dejaron llevar por sus sentimientos. A los ojos con miopía de Harry, Cassie era la chica de sus sueños, y, siguiendo sus palabras, para Harry, Cassiopeia era quien ponía las estrellas en su cielo.



–¿Que tuvieron qué? –Hermione sorprendida, llevó ambas manos hasta su boca, aún impresionada.

–Shh, baja la voz, Herms. ¡Y sí! –exclamó emocionada, su mejor amiga la miró seriamente– No me mires así.

–¿Se cuidaron?

–Por supuesto, Hermione, no me arriesgaré a cambiar pañales llenos de popó –hizo una mueca de asco, el semblante de Hermione se relajó.

–¿Cómo estuvo? ¿te presionó? ¿dolió? ¿te duele algo?

–Fue nuestra primera vez y estuvimos un poco torpes, él no sabía dónde meter su p... –Hermione le dio un golpe con la almohada– ¡Auch! tú pediste detalles.

–¡Pero no esos, descarada!

Los alumnos de quinto año debían tener una charla para orientarlos a elegir su carrera fuera de Hogwarts. Cassie era una de las primeras en ser entrevistadas, a la castaña no le preocupaba su futuro; tenía suficiente dinero. Lo que sí la tenía sin cuidado, era el plan de los gemelos y Harry.

—¡Aquí estoy, aquí estoy! –Cassie llegó atrasada a la reunión con McGonagall.

—Llegas tarde, Cassiopeia —habló la profesora McGonagall ordenando los folletos en la mesa.

La profesora Umbridge estaba sentada con un sujetapapeles sobre las rodillas, una recargada blonda alrededor del cuello y una sonrisita petulante en los labios.

—Siéntate, Black —le indicó lacónicamente la profesora McGonagall, a quien le temblaron un poco las manos cuando barajó los folletos que había esparcidos por su mesa.– Bueno, Black, esta reunión es para hablar sobre las posibles carreras que hayas pensado que te gustaría estudiar, y para ayudarte a decidir qué asignaturas deberías cursar en sexto y en séptimo —le explicó la profesora McGonagall—. ¿Has pensado ya qué te apetecería hacer cuando salgas de Hogwarts?

—No.

–¿Tienes alguna idea, al menos?

–No.

La profesora McGonagall optó por dejar de insistir y sacó un pequeño folleto de color oscuro de debajo del montón, junto a otros más.

–He estado pensando, que serías una excelente Magizoologista, tus calificaciones en Cuidado de criaturas mágicas son buenas, aunque Herbología... –leyó un pergamino, mientras que Umbridge tosía, intentando llamar la atención de la profesora– Podrían mejorar. Auror también... –Umbridge tosió de nuevo– ¿Sí, Dolores? –preguntó elevando un poco la voz.

–No me parece correcto que la hija de un prófugo de Azkaban, curse la carrera de Auror –musitó con voz melosa, Cassie dirigió la mirada hacia ella, por primera vez.– Su tío no le asegurará el puesto a una niña con bajas expectativas.

–¿Sabe, Minnie? Me interesa ser Auror –el rostro de Umbridge se transformó en uno desconcertado, Cassie pudo jurar que McGonagall le sonrió por un instante.– No se preocupe, sé todo lo que debo saber. Fue un placer, profesora McGonagall –miró a Umbridge– Señora sapo –se despidió de ambas y salió.

𝐌𝐚𝐥𝐝𝐢𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐏𝐨𝐭𝐭𝐞𝐫 ✓Where stories live. Discover now