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«Departamento de misterios pt.I»
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Ron, Cassie, Ginny, Neville y Luna corrieron hasta Harry y Hermione.
—Bueno —dijo Ron apartando una rama baja. Llevaba la varita mágica de Harry en la mano—, ¿se les ocurrió algo?
—¿Cómo han logrado escapar? —preguntó Harry, atónito, al tiempo que cogía su varita.
–Vomito, rayos aturdidores, un bonito embrujo paralizante de Neville –contestó Cassie.
–¿Vomito? –los recién llegados miraron a Cassie, para que le contestara a Harry.
–Ah, sí, eso. Fueron los nervios –respondió encogiéndose de hombros, dentro de ella sabía que no era así. Hermione, al parecer, fue la única que no le creyó.– ¿Y la vieja cara de sapo?
—Se la han llevado —respondió Harry—. Una manada de centauros.
–¿Y a ustedes los han dejado aquí? —preguntó Ginny estupefacta
—No, los ha ahuyentado Grawp —contestó Harry.
—¿Quién es Grawp? —preguntó Luna con mucho interés.
—El hermano pequeño de Hagrid —respondió Ron—. Bueno, ahora eso no importa. Harry, ¿qué averiguaste en la chimenea? ¿Tiene Quien-tú-sabes a Sirius o...?
Luego de, finalmente, tener un plan y que Neville, Luna y Ginny los convencieran de ir, volaron en thestral hasta el Ministerio de magia.
Se puso el sol, y el cielo, salpicado de diminutas estrellas plateadas, se tiñó de color morado; al poco rato las luces de las ciudades de muggles eran lo único que les daba una idea de lo lejos que estaban del suelo y de lo rápido que se desplazaban.
–Eso fue, wow –Cassie bajó del thestral con ayuda de Harry.
—Nunca más —murmuró Ron poniéndose en pie. Luego echó a andar con la intención de apartarse de su caballo, pero como no podía verlo chocó contra sus cuartos traseros y estuvo a punto de caer otra vez al suelo—. Nunca más... Ha sido el peor...
—¿Y ahora qué hacemos? —le preguntó ésta a Harry con interés, como si todo aquello fuera una divertida excursión.
El grupo de adolescentes logró entrar al ministerio. Cassie sentía volvería a vomitar en cualquier momento, pero se contenía.
—¡Vamos! —volvió a susurrar Harry, y guió a sus compañeros por el pasillo—. Bueno, escuchad —dijo Harry, y se detuvo otra vez a dos metros de la puerta—. Quizá... quizá dos de nosotros deberían quedarse aquí para... para vigilar y...
