—Tienes buenas ideas, y eso es exactamente lo que quiero hacer—responde.

¿Dónde queda la privacidad en esta casa? Aquí todos saben cuándo, dónde y quiénes follan. Creo que en follar es en lo que piensan todos día y noche. Malditos seres calientes.

—Solo hagan silencio—murmuro con las mejillas calientes, ellos se ríen de mí y Koga junto a Ayame se largan dejándome sola con Miroku.

Sus ojos azules me observan divertidos y sin que me lo espere me agarra para sentarme en sus piernas.

Me gusta la manera en la que me siento con él, él acaricia mi cuello con su nariz y yo simplemente lo dejo. Si me siento cómoda no veo inconvenientes en dejarlo. Es tan extraño. La manera en la que mi cuerpo parece reaccionar a él. La manera en la que me siento con él.

Él me levanta el rostro y le regalo una sonrisa real, una sonrisa de alegría. Él besa mis mejillas y luego la comisura de mis labios.

—Te amo—dos palabras que calientan mi corazón de una manera tan rara. Es la primera vez que siento que estas palabras tienen un poder sobre mi él besa mis labios y siento que exploto de emoción.

¿Siempre me sentiré así? Es como si todo mi cuerpo fuese solo de él, desde mis pensamientos hasta mi corazón.

Difícilmente pueda sacarme a Miroku de adentro.

Él simplemente supo jugar sus cartas, estoy condenada a amarlo tanto como espero que él me siga amando a mí, no dudo de su amor.

—Yo también—murmuro cuando él se levanta y me levanta haciendo que rodee mis piensas en su cintura.

<< Lo amo >>

Kagura

—¿Entonces si te lo follaste desde que llegaste?—pregunto a Sango mientras bebo del zumo de naranjas. Hoy por fin mataran a la escoria de Naraku, motivo por el cual estoy desde muy temprano acomodada frente a la piscina mientras bebo zumo e interrogo a Sango.

Ella se sonroja con mi cuestionamiento y enarco una ceja con tranquilidad. Es una sádica cuando interroga al enemigo, pero se pone tierna cuando de Miroku se trata.

Quiero saber cuál fue la posición o hechizo que los Taisho hicieron para que estas mujeres cayeran como locas por ellos. Sango come un poco más de su helado, es una mala costumbre que tiene, comer helado desde la mañana.

—Deja de indagar mi vida privada—responde suspirando y estirándose para tomar algunas galletas. Eso me da la vista perfecta de la zona morada en su cuello, sonrío y ella come.

—No sabía que Miroku tenía complejo de vampiro—murmuro divertida—mira esos chupetazos en tu cuello—si antes estaba sonrojada olvídenlo, ahora está completamente roja.

—¿Qué tiene a Sango tan sonrojada?—pregunta Kagome tomando asiento al lado de Sango y arrebatándole la galleta que ella estaba por comerse. Vemos como Kagome se la lleva a la boca y eso hace que Sango la mire furiosa.

—Que Miroku le chupó hasta la vida anoche—ella ríe divertida mientras que Sango quiere que la tierra se la trague.

—Déjala en paz y mejor cuéntame que te traes con el doctorcito—comenta Kagome estirando su cuello. Giro curiosa para ver lo que mira y es Inuyasha quien está sin camisa mientras pelea con su hermano. Los dos parecen divertirse y Kagome parece extasiada con la vida que le da el pequeño Taisho.

Todavía me sorprendo la manera en la que Kagome ha caído por el chico, casi se le hace imposible apartar la vista de él.

—Mira quién viene—murmura Sango con una sonrisa traviesa en los labios.

El aroma impecable y sutil que siempre trae, me envuelve. Suikotsu es un hombre que te hace girar a mirarlo, me hago nota mental de comportarme frente a mis amigas, pero cuando sus ojos marrones buscan los míos quiero lanzarle mis bragas y todo lo que llevo puesto.

—Buenos días—su voz es dulce y calmada, transmite tanta paz. No mentiré, también transmite que quiera arrojarme a sus brazos.

Ya casi estoy sana, pero me hago la que aún estoy enferma para que mi apuesto doctor me siga cuidando. Kagome se pone de pie despidiéndose, pero todos nos damos cuenta de que su apuro radica en que Inuyasha está sin camisa. Ella nos da una última sonrisa diabólica antes de que camine rápidamente hasta Inuyasha y Sesshomaru.

Sango aclara su garganta y se despide, me dejan solo con este hermoso chico que me mira e inmediatamente me pongo nerviosa. Ya no tengo hambre, o bueno, tengo mucha hambre de esos labios que justo ahora se me antojan apetitosos. Lo miro y él sonríe, tiene una sonrisa espectacularmente hermosa. Sus labios se ven muy bonitos.

—¿Cómo sigues?—pregunta tomando de las galletas que hay en la mesa y sirviéndose zumo de naranjas. No puedo evitar que mis ojos recorran sus brazos bien trabajados, la manera en la que le da un mordisco a la galleta. Es muy apuesto.

—Estoy mejor, eres un buen doctor, tus manos parecen mágicas—él sonríe acostumbrándose a mi descaro—puedo imaginar el tipo de magia que de seguro haces en otros...

—Entendí Kagura—me interrumpe con una sonrisa—¿te digo un secreto?—asiento estando curiosa de ese hombre.

—Sabes que soy una mujer curiosa—le respondo sin perder mi sonrisa.

—Eres mi paciente favorita—comenta ocultando una sonrisa. Siento que los latidos de mi corazón incrementan.

Y pensar que fue mi paliza lo que me llevó a una persona tan maravillosa. Veo sus ojos marrones y estos brillan al mirarme. Me siento afortunada de tener esa mirada tan significativa sobre mí.

—Me gustas—le confieso despacio.

Y todo lo que dos palabras pueden decir es cierto. Me gusta, y es un gustar que por primera vez me hacen sentir... Viva. Es la manera en la que mira, como si fuese la obra de arte más hermosa que han visto sus ojos, la manera en que sonríe, la calidez que desprende. Es la manera en la que parece querer cuidarme, el tacto suaves de sus manos en mi piel, la forma en la que articula mi nombre, como si fuese la poesía más romántica del mundo, pero a la vez la más sensual y poderosa. Esos pequeños detalles me han tenido pensándolo sin darme cuenta todos estos días.

—Debería estar sorprendido por tu declaración, pero ya me he acostumbrado a lo directa que eres—responde con calma—espero que pronto ese gustar pase a ser algo más, porque a mi más que gustarme tú me enloqueces Kagura—su voz suave, baja, pero sensual.

Él se acerca y besa mis labios robándome una sonrisa.

—Gracias—murmuro. Sus labios son suaves, pero lo que me deja como tonta es la manera en la que sonríe. Es un hombre realmente apuesto.

—Es extraño que a pesar de conocer a casi todos aquí a ti no te había visto—me encojo de hombros.

—Soy más útil para la pandilla estando en movimiento que en un solo lugar, soy lo que dirían... Un alma libre—le guiño un ojo y no me resisto por lo que vuelvo a besarlo.

—¡Suikotsu!—Ayame viene corriendo y parece alterada—¡Corre! Kikyo está mal—me pongo de pie y trato de correr tan rápido mis piernas me lo permiten. Ayame nos guía y me doy cuenta que nos dirigimos hacia el establo donde Naraku está encerrado. Cuando Suikotsu entra ya es tarde porque mi estómago se contrae al ver el cuerpo sin vida de Kikyo.

Mis sospechas son confirmadas cuando veo por primera vez a Kagome Higurashi caer, volverse humana y derrumbarse frente a los ojos de los demás. El grito desgarrador que resuena en el lugar me obliga a mirarla. Kagome cae de rodillas, veo la caída de nuestra líder.

Guerra de pandillasWhere stories live. Discover now