XX. Como mejor lo hacemos

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Hago garabatos en mi cuaderno y a mi lado Miroku parece muy entusiasmado respondiendo mensajes. Lo miro y veo como sonríe, como un idiota. Lo más seguro es que ya tenga disponible su polvo de esta noche. No comprendo como las mujeres lo aguantan, aunque no puedo quitarle los méritos a Miroku. Sabe cómo hablar para que una mujer quede más que encantada con él.

Pero debo suponer que ese increíble efecto no le sirvió con cierta castaña que tiene ojos grandes y una mirada amenazante. Sango sí que debe odiarnos, no me perdonó ni por ser primo de Miroku, que posiblemente se lo haya ligado.

Estamos los dos solos en un salón vacío. Yo porque no tengo ganas de escuchar los murmullos de los estudiantes y Miroku no entiendo aún la razón por la que sigue a mi lado. Por lo general él estaría metido en algún lugar recorriendo un cuerpo femenino o simplemente dejando que un cuerpo femenino lo recorra a él.

Miroku levanta la mirada y se encuentra con mi mirada. Escribe un mensaje antes de apagar la pantalla y dejar el teléfono sobre la mesa. Se gira para estar más cómodo. Siempre he admirado a Miroku por ser tan idiota, pero seguir vivo. Enserio que mi primo a veces toma decisiones cuestionables. Me alegro de no haberlo juzgado nunca, porque ahora soy yo quien se está metiendo en la boca del lobo con placer.

—¿Qué pasa Inuyasha?—pregunta Miroku—¿ya cambiaste de bando y te has enamorado de mí? No te culpo, estoy muy bueno—ruedo los ojos y eso causa que él sonría.

—Solo tengo curiosidad sobre algo—él enarca una ceja.

—Tu curiosidad es cuestionable. Por curiosidad ahora estás enredado con una mujer que muchos la llaman un demonio y la cual me ha estado a punto de matar dos veces, así que cuando tienes curiosidad debo temer Inuyasha—bueno, en eso tiene la razón. Mi curiosidad no siempre es buena.

—No lo niego, pero está vez es algo sencillo que tú puedes responderme, porque al parecer no fui el único curioso que se enredó con alguien peligrosa—Miroku se endereza y parece en alerta.

—¿De qué hablas?—sonrío. Me encanta disfrutar un poco a costa de él.

—Sango—él se pone serio de inmediato.

—Ah, esa mujer—masculla entre dientes mirando a otro lugar.

Su ceño se frunce y sus labios se arrugan. Parece recordar algo amargo porque cierra los ojos y se masajea el cuello con pesar.

—¿Qué tenías con ella?—él suspira.

—Nada, esa mujer solo es una maldita manipuladora—murmura.

—¿Te manipuló?—pico un poco y sus ojos parecen que saltan llamas.

—Esa maldita demonio me embrujó. Joder, me gustaba mucho, salimos algunas veces, pero solo fui un cebo para que hagas lo que ellas querían. El hacker era todo lo que ella quería y me utilizó—se encoje de hombros—luego quise vengarme y me monté un trío sabiendo que ella nos encontraría. Pero no contaba con que estuviera loca y casi mata a las dos chicas, luego sonrió y amenazó con cortarme el pene. Está loca, no tuve sexo por semanas porque estaba tan atemorizado que mi pene no se levantaba. Luego simplemente dejó de joderme y desapareció, no volví a saber más de ella. Y tampoco quiero saber más—no digo nada, pero no parece que sea lo que él quiere—así que te recomiendo que te alejes de esas mujeres. Están locas y solo nos manipulan para sus fines desquiciados. Me voy. Ya tengo salida hoy—se aleja y lo veo caminar hasta desaparecer del salón. Cuando cierro los ojos unos minutos y siento unas manos recorrer mi pecho.

Me espanto y cuando abro los ojos me sorprendo y casi me atraganto con mi propia saliva. Ella ríe mientras se sienta a mi lado como si no pasara nada. Tsubaki me mira. Desde la vez que Kagome casi la mata no la había visto cerca de mí, pero ahora aparece. Ya veo, de seguro busca información sobre ella o simplemente está probando si está muerta realmente.

Guerra de pandillasDär berättelser lever. Upptäck nu