VII. Engaño

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Mi madre siempre me advirtió sobre meterme en problemas, ella una vez dijo que cuando alguien nace siendo un genio los problemas simplemente aparecen para esa persona, que debía saber qué hacer en situaciones de esa manera porque no todo el que se acerque lo iba a hacer con buenas intenciones. Por eso es que aún puedo decir que siempre fui de hacerme ignorar en todos los lugares, buscaba de esa manera que nadie se percate de lo que sabía. Porque, aunque no lo intentara siempre iba un paso más adelante que las demás personas, es por eso que hackear algunos sistemas y el Facebook de mi primera novia fue un juego de niños en algún punto.

Ahora maldigo el momento en donde comencé a querer hacerle bromas pesadas a mi novia al romper conmigo como hackear todas sus cuentas, eso fue muy maduro de mi parte, si, muy maduro. La verdad es que estaba un poco resentido con ella por la manera de romper nuestra relación de seis meses. En fin, el punto aquí es que ser un genio me está pasando factura ahora. Eso y el cabeza hueca de Miroku que solo piensa en sexo. Maldito follador impulsivo.

Cuando mis dedos comienzan a teclear sin descanso y mis ojos leen tan rápido que parecería que tengo algún poder extraño, me concentro. Mientras los minutos corren el sudor hace su aparición. Lo que me pide la loca pandillera en realidad no es nada fácil. Me tomo mucho tiempo en hacer lo que me pide y cuando lo logro siento que corrí un maratón. Giro la silla dejando caer mi cabeza hacia atrás, luego la levanto y me encuentro con la mirada achocolatada de Kagome. Trago en seco. Ella tiene los brazos cruzados a la altura de su pecho y una pose muy... Sexy. Su cuerpo recargado del umbral de la puerta, una sonrisa de satisfacción se posa en sus labios al mirarme. En efecto Kagome es hermosa. La delicadeza de sus facciones es de lo más atrapante.

—Listo—comento al verla acercase a mí. Su rostro queda muy cerca del mío y me pierdo en esa mirada oscura que me parece tan... Brillante.

—¿Ves que fácil es cooperar conmigo?—ella sonríe y me pierdo por completo en el gesto. Esta mujer es demasiado para que mi mente busque posibles escapadas.

—¿Ya me puedo ir?—pregunto ignorando lo que dijo anteriormente.

—Por supuesto—le hace un gesto a los enmascarados y toman a Miroku.

—Bien, no estoy de humor a seguir jugando esto. Gracias a ti ahora soy un delincuente—entro mis manos en mis bolsillos y muevo mis pies para distraerme en algo y no caer en la mirada achocolatada de ella.

—Háganlo—dice y mueven a Miroku quien se queja para sacarlo del lugar.

—Hey, hey ¿qué diablo hacen?—pregunto nervioso mirando como lo alejan de mí.

—Ellos solo nos dan espacio y tiempo a solas para... Hablar—lo que en el lenguaje Kagome Higurashi es amenazar, pero ya me voy acostumbrando a eso.

—Que sea rápido...

No puedo terminar de hablarle porque otra vez me sorprende con lo rápida que es. De un momento a otro separa mis piernas y entra una de las suyas entre las mías, mi espalda choca contra la pared y su cuerpo prácticamente cubre el mío. El frío metal de la navaja la mantiene contra mi garganta y temo siquiera tragar, se siente muy afilada y justo ahora no tengo ganas de poner a prueba a Kagome para saber si es capaz de matarme.

—Creo que no debo repetirte lo que te pasará si me traicionas—murmura mirándome directamente a los ojos. A pesar de lo amenazante que se ve, también se ve sumamente hermosa. Pestañeo un tanto aturdido, ella tiene un poder muy fuerte en sus manos.

—No recordaba que te debía lealtad—susurro, ella lame sus labios y mis ojos captan el movimiento como si en cámara lenta pasara. Una sonrisa un tanto retorcida cubre su rostro, sus ojos no se han apartado de mí en ningún momento.

Guerra de pandillasDove le storie prendono vita. Scoprilo ora