XXVIII. ¿Me dejarás así?

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Kagome suspira al entrar a la habitación. La veo con pereza quitarse la ropa y entrar al baño cerrando la puerta. Eso es una señal clara de que quiere estar sola. Muerdo la punta de mi dedo y me siento en la amplia cama. Estoy incómodo. Koga me ha dejado un mal sabor en la boca. Tocan la puerta y confundido abro. Una chica con una cabellera castaña oscura entra sin darme muchos miramientos.

Con su mirada busca no sé qué y resopla. Camina hasta la puerta del baño y toca con suma delicadeza. De ella sale Kagome confundida y la mira rodando los ojos. Miro a mi chica que está en sujetador y los pantalones largos y ajustados que llevaba.

—¿Qué pasa Kagura?—pregunta confundida. Kagura le sonríe.

—¿Estuve todo el mes fuera y así es como me recibes?—pregunta molesta—dándome órdenes, ya todo está listo, solo espero que tú me des el visto bueno para irme—Kagome sonríe.

—Bien, haz lo que te venga en gana—la chica me mira y sonríe—claro que si quieres que te saque los ojos vuelve a mirarlo así—ella suelta una carcajada.

—Siempre tan posesiva—murmura—ya me voy entonces—se gira hacia mí—un placer Inuyasha, te vi unas cuentas veces, pero eres más guapo de cerca—escucho a Kagome cargar una pistola y ella ríe—tienes buen ojo, ahora si me voy, no quiero salir con una bala en el culo—y se va. No lo puedo evitar, me río, la chica sí que tiene agallas y energía.

—¿Celosa cariño?—pregunto y ella ríe.

—No lo creo muñeco—cierro la puerta con seguro y cuando veo que volverá al cuarto de baño, la atraigo hasta mí y beso sus labios.

—¿A dónde crees que vas?—pregunto despacio. Ella me regala una de sus sonrisas. No puedo evitar que una de mis manos sujete su cintura mientras la otra acuna su rostro. La calma en su mirada es algo que admiro de Kagome, es como si no le importara que el mundo arda mientras estoy con ella. Una manera dulce y extraña de amar, creo que así definiría lo que ella siente por mí.

Bajo mi rostro hasta que mis labios tocan los suyos. Me encargo de que su labio inferior desaparezca en mi boca y luego me encargo de que el superior lo haga. Ella se pone al tanto y me besa con la misma suavidad y dulzura. Quiero a Kagome, la amo, la adoro, ella es quien me ha mostrado una cara diferente del mundo. Mi peligrosa pandillera.

Mis dedos acarician su rostro mientras nos besamos. Hago que ladee la cabeza para tener un acceso más llevadero de sus labios. Mis manos van a su cuello y me encargo de atraerla. Ella es dulce de una manera peligrosa.

Hago que en pasos lentos ella caiga a la cama. Subo sobre ella encargándome de que no reciba todo mi peso. El beso va subiendo de intensidad y ahora nuestros labios más que besarse, buscan desgastarse. Muerdo su labio y luego mi lengua los barre calmando el ardor. Mi lengua no pide permiso a la hora de entrar y la suya sale con desespero, ella me espera siempre. Se enredan y bailan mientras Kagome abre las piernas para acunarme en ellas. Sus manos se adentran en mi camiseta y acaricia mi espalda. Chupo su labio inferior antes de dejarlo escapar. Ella respira agitada. Comienzo a besar su cuello mientras ella me acaricia. Mis labios suben a su punto débil; su oreja.

Muerdo y la escucho suspirar. Kagome me hace detenerme y quita la camiseta de mi cuerpo. Ella quiere ir rápido, pero la detengo, quiero tomarme el tiempo para besar y acariciar su cuerpo. Y lo hago. Beso sus labios y bajo. Quito su sujetador y la cima de sus pechos están fruncidas esperando mi llegada. Mis dedos tocan y ella muerde su labio. Me regala una mirada oscura que me hace esbozar una sonrisa.

Adoro sus pechos con mi boca y ella gime cuando su pezón desaparece en mi boca mientras con mis dedos estímulo el otro. Siento mi erección molestar en mi jeans, pero no me importa. Siempre me encuentro más placentero ver a Kagome desbordarse del placer por mí.

Ella murmura algo mientras su cabello se enreda en mis dedos. Lamo, muerdo y los chupo como a ella le gusta. Me separo y bajo para quitar mi pantalón. Ella se encarga del suyo y sonríe traviesa antes de bajar sus bragas también. Enarcando una ceja bajo mi bóxer y sus ojos se dirigen a su juguete favorito. Me toco viendo como ella se acuesta en la cama y me abre las piernas.

—¿Qué esperas Inuyasha?—pregunta con una sonrisa coqueta—¿me dejarás así?—busco en el bolsillo de mi pantalón un sobre. Ella abre los ojos al ver el preservativo. Me lo coloco y le sonrío. Porque hoy entraré en ella.

Subo y me acomodo entre sus piernas. Siento la calidez que irradia y mi miembro duele. Lamo mis labios y ella sonríe pícara. La beso nuevamente mientras paso mi miembro de arriba hacia abajo en su entrepierna. Ella gime en mis labios y maldita sea, se siente increíble. Me separo y bajo la mirada. Veo su humedad y mi boca quiere perderse en ese lugar, me encanta saborearla y escucharla gritar ansiosa de más. Sin preámbulos me adentro en su interior y tengo que contenerme para no correrme. Maldición, la calidez, la humedad, está tan apretada que siento que mi mente se perderá en cualquier momento. Ella gime y me mira.

Piensa en cosas feas Inuyasha, piensa en cosas feas y no en lo malditamente increíble que es tener a Kagome unido a ti, pero, joder no puedo. Solo soy capaz de percibirla ella, a ella y a toda su maldita calidez, a ese lugar tan atrapante. Cierro los ojos sintiendo como el sudor baja por mi cuello, me acerco a sus tetas y las chupo robando un gemido escandaloso.

Hago el primer movimiento, salgo y vuelvo a entrar. Joder, maldita sea, no sabía que el paraíso existía en las piernas de esta mujer. Ella jadea y sus uñas se entierran en mi espalda. Sigo con movimientos suaves hasta que ya no puedo y necesito enloquecer. Es por eso que me muevo más rápido preguntándole primero si le hago daño, ella sonríe y niega. Sus piernas se enredan en mis caderas y maldita sea, me hundo más profundo.

—¡Oh Dios!—gime en mi oído y la siento vibrar. La beso y pienso en cosas feas para no correrme de inmediato. Estímulo su clítoris y ella jadea. Nunca había visto a Kagome tan perdida.

—Mierda Kag, siento que puedo estallar en cualquier momento—jadeo moviéndome.

—¡Inuyasha!—gime echando la cabeza hacia atrás. Hago que me mire y veo sus ojos ponerse blancos, pero conectan con los míos.

Mis embestidas comienzan a ser más salvajes y ella gime con más fuerza. Cuando voy a ser vergonzoso y correrme antes de darle su placer, ella explota.

—¡Inuyasha!—gime alto y me aprieta tanto la polla que gruño su nombre y mis movimientos se vuelven torpes y termino corriéndome yo también. Ella jadea en busca de oxígeno al igual que yo. Estuve en el puto cielo.

Beso los pechos de Kagome y luego sus labios antes de salir de ella y quitarme el preservativo, lo amarro y lo lanzo a la basura. Vuelvo a la cama y atraigo a Kagome hasta estar junto a mí. Bajo la mirada y la beso en los labios de manera suave. Fue increíble, pero creo que es más el que lo hiciera con esta mujer, esta gran mujer.

—Eres potente Inuyasha—ronronea con su cabeza en mi pecho. Su desnudes me encanta. Amo las cicatrices que lleva, amo a Kagome. Todas sus imperfecciones ante mis ojos son hermosas. Kagome es simplemente perfecta.

—¿Gracias?—ella ríe—pasaste de halagar mis habilidades de besuqueo a halagar mi potencia, lindo Kag—ella ríe encantada.

—Eres un idiota—me dedico a acariciar su espalda—dime algo que te molestaría que haga Inuyasha—bajo la mirada y le sonrío.

—Que mates a Sesshomaru—contesto y ella bufa.

—Descuida, tuve muchas oportunidades de acabar con él y no lo hice, pensé siempre en que no te gustaría—río y beso su frente.

—También que trates mal a mi madre. Ella es la mujer que más quiero y admiro, te he hablado un montón de ella, es mi vida—contesto.

—Me di cuenta cuando estabas en el hospital, ella se desvivía por ti Inuyasha—sonrío—entiendo por qué me odia, pero no por eso te alejaré—beso su rostro.

—No quiero que me alejes, en todo caso te quiero más y más cerca de mí—ella asiente.

—Nada de hacerle daño a tu familia, entiendo y supongo que a la novia de tu hermano tampoco—asiento.

—Rin es una buena amiga—ella me abraza.

—Igual eres y serás mío—murmura antes de cerrar los ojos—Inuyasha—la miro—te amo—con una sonrisa en los labios cierro los ojos.

—Créeme, yo también—susurro antes de quedarme dormido.

Guerra de pandillasWhere stories live. Discover now