XXXI. Mi novia

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Abro los ojos y los vuelvo a cerrar. Mi cabeza palpita y el dolor insoportable no me deja abrir los ojos en su totalidad. Siento el vehículo moverse, pero aun así me siento un poco desorientado y no abro mis ojos. La voz de alguien me hace abrir mis ojos y me doy cuenta de que llevo el cinturón de seguridad y estoy de copiloto con Sango conduciendo. Ella parece concentrada en la acción, pero sus ojos están un poco rojos. Frunzo el ceño y me incorporo. Mi cabeza duele como el demonio y aun no entiendo qué diablos hago con Sango.

—Despertaste—murmura girando en una calle. Llevo mis manos a mi cabeza porque esta palpita como nunca antes lo había hecho. Cierro los ojos y los abro de golpe.

—Detén este auto Sango—ella me ignora y continúa conduciendo como si lo que digo le valiera mierda—¡Detén el maldito auto!—grito molesto e ignoro la palpitación en mi cabeza. Sango no quita la mirada de las calles y sonríe sin gracia.

—No—es todo lo que dice y yo maldigo.

—La dejaste Sango, dejaste a Kagome abandonada para que la maten—murmuro con rabia. Ella muerde sus labios y parece tan pacífica que me da coraje—¡ella se quedó de cebo!—grito molesto, las carreteras solitarias nos acompañan—¡y tú la abandonaste!—el auto se detiene y ella sale de él. Sonrío esperanzado de que ella volverá por mi chica. La puerta de abre y quito mi cinturón de seguridad. Salgo del coche y giro el rostro cuando un puñetazo llega a mi barbilla. Me desoriento y siento la sangre en mi boca.

—¡¿DE QUÉ DIABLOS HABLAS TÚ?!—grita molesta—¿qué la abandoné? Pedazo de escoria, deja de hablar mierda de la cual no sabes nada, maldito bastardo de porquería. Quiero que te calles o cortaré tus malditas pelotas y te las daré de comer—ella respira agitada—la razón por la cual no me quedé con ella eres tú, maldito idiota. ¿Crees que porque estás enamorado eres el que más se preocupa por ella? Te tengo una noticia niñito; no. No eres el único y tampoco el que más lo hace. Porque yo me preocupo desde hace años por cada paso que da esa chica. Porque la conozco y sé que camina por un campo minado y en cualquier momento puede estallar. Deja de hablar basura sobre lo que no sabes. No me conoces, no sabes nada sobre mí, usa el maldito cerebro al cual Kagome admira, en este momento pareces un niño berrinchudo y no un hombre que esté a la altura de Kagome. Espero que pronto se te quite lo idiota. Ahora, sube al maldito auto y haz silencio—hago lo que me pide y pronto nos ponemos en marcha.

La radio nos acompaña en el gran silencio que se establece en el auto mientras aún con mi dolor por el nuevo golpe, miro por la ventana y dejo que Sango conduzca tranquila.

Cuando llegamos a la calle próxima a la mi casa la miro. Muerdo mis labios y suspiro.

—Lo siento ¿bien? Últimamente me he creído el centro del mundo de Kagome, no sé porque estoy haciendo tantas idioteces juntas pero lo último que quise fue ofenderte. Soy consciente de lo mucho que la quieres, así que disculpa—ella detiene el auto unas casas antes de la mía.

—Largo—quito mi cinturón—dile a tu primo que evite las calles—confundido asiento y salgo del auto. Cuando estoy fuera ella arranca sin dejarme despedirme. Camino hasta mi casa pensando en cómo hacer para llegar hasta donde Kagome. Temo por ella.

Abro la puerta y veo a Rin hablar por teléfono. Ella me mira y sonríe. Con una sonrisa me acerco y la abrazo, me alegro de que Sesshomaru y ella hayan podido arreglar las cosas. Ella cuelga y corresponde mi abrazo.

—Es bueno verte Inuyasha—me sonríe—¿y este golpe?—toca mi barbilla.

—Pelee con un amigo—ella asiente y parece ansiosa.

—Disculpa—sale corriendo hasta el baño. Sigo caminando y en la sala está mamá hablando con Sesshomaru y papá.

Mamá es la primera en verme y se levanta. Me cruza la cara de una bofetada y siento ardor, es la primera vez que mi madre me golpea. Sus ojos están rojos y veo a Sesshomaru quien lleva su chaleco antibalas puesto y me mira lejano.

—¿Mamá?—ella llora.

—¡Estuviste con esa mujer!—grita llorando—¡fui donde tu amigo Inuyasha y no estabas!—ella sigue llorando—tu realmente me quieres matar del corazón niño, estuve preocupada por ti Inuyasha. No sabes el susto que llevo al saber estuviste entre esa gente que pudieron matarte. Eres un inconsciente Inuyasha—papá la abraza.

—Yo...

—Nada Inuyasha. Te prohíbo salir de esta casa, soy tu padre y me importa mierda que te sientas muy hombre como para desobedecer a tu madre, conmigo te aguantas tus aires—niego.

—Ella es mi novia—la risa seca de Sesshomaru me hace mirarlo.

—¿Novia?—pregunta—¿qué sigue?—continúa levantándose—¿qué sea tu esposa?—lo miro molesto.

—Ella es mi novia Sesshomaru, supéralo—él se acerca a mí.

—¿Yo debería superarlo hermanito? Supéralo tú antes de que te maten, porque eso es precisamente lo que ella hará en cuanto te tenga con ella, matarte—le sonrío sin gracia.

—Eso es lo que quieres, pero te arde que aún sigamos juntos Sesshomaru. Tendrás que encerrarme para no verla—le respondo desafiante.

—Sesshomaru—Rin aparece y se ve un poco pálida. Todos centramos la atención en ella. Él se acerca y la toma del brazo con dulzura para sostenerla—no me siento nada bien—comenta y Sesshomaru tienta su cabeza.

—Tienes un poco de fiebre amor—ella muerde su labio.

—Me siento un poco mareada, te dije que esa comida no se veía bien Sesshomaru. Enfermaré por obligarme a comer algo que odio—él no parece divertido por el tono de voz de Rin.

—Lo siento, no pensé que te iba a caer tan mal—Sesshomaru la sienta y ella le sonríe al ver su preocupación—vamos, te llevo al hospital—Rin rueda los ojos.

—Cariño, debes estar cansado, llegaste de un operativo, además, estoy bien, solo es el estómago—le responde con dulzura.

—Y tienes un poco de fiebre—ella hace una mueca.

—Tu madre ya me preparó un té—dice con tranquilidad, pero eso no convence a mi hermano—estoy bien Sesshomaru. Mejor ve y date una ducha para cenar—él besa sus labios y luego se detiene para mirarme.

—Ella será tu perdición Inuyasha—comenta y me encojo de hombros.

—Cuando quiera tu opinión entonces te lo haré saber, mientras no quiero escucharla—Sesshomaru me mira serio.

—¡Inuyasha!—grita mi padre—esta no es la forma de hablarle a tu hermano mayor—Rin se levanta y se coloca en medio de los dos.

—Rin, ve y recuéstate no te sientes bien—murmura Sesshomaru.

—Ya me siento bien, el té me relajó—ella me mira.

El teléfono de Sesshomaru suena y él se aleja a responder. Miro a Rin y acaricio su rostro. Mamá y papá de van a la cocina, ya que mi madre murmura algo sobre mi actitud.

—¿De verdad estás bien?—ella me sonríe.

—Que si bobo, no seas como tu hermano—ella rueda los ojos.

—¡¿Qué!?—el grito de Sesshomaru nos hace mirarlo—voy de inmediato—responde y cuelga. Veo como toma sus armas y se las coloca.

—¿A dónde vas?—pregunta Rin.

—Ya dieron con Naraku—dice con una sonrisa y me mira—y con Kagome Higurashi—me planto frente a él.

—¿Ella está bien?—Sesshomaru besa a Rin.

—Están matándose Inuyasha, eso no lo sé. Lo único que sé es que, si Kagome Higurashi sigue viva, yo le daré sus últimos segundos—y dejándome paralizado se aleja.

Guerra de pandillasWhere stories live. Discover now