XXVI. Me ama

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Kikyo ríe antes de sacar una navaja y limpiarla como si fuese lo más entretenido que tiene por hacer, ella da un poco de miedo, pero ahora puedo sentir un poco de su dolor. ¿Cuánto han sufrido todas esas chicas? Es una pregunta que me come la cabeza cada día.

—No pongas esa cara—me dice con tranquilidad—Naraku no le hará nada a Kagome mientras yo esté presente—ahora no me siento tan seguro de eso.

—Lo siento, pero dudo de lo que dices—ella suspira.

—Naraku me ama—contesta con tranquilidad—es cierto que tiene un trauma o está obsesionado con la muerte de Kagome, pero me ama. Siempre lo ha hecho, de eso es de lo único que puedo decirte que estoy segura. Naraku es un auténtico hijo de puta, pero me ama como no tienes idea.

—Quiero cuidar a Kagome de todos, ¿está eso mal?—ella niega levantándose y sonriendo.

—Para nada, eso deja decir cosas buenas de ti—murmura—ya están limpias Kagome, puedes tomarlas—me giro y veo a mi chica entrar.

—Gracias Kikyo—ella asiente y desaparece de nuestras vistas. Kagome camina hasta sentarse en mi regazo y ocultar su cara en mi cuello—Hueles bien—murmura despacio. Acaricio sus brazos besando su frente, más que nunca siento miedo de lo que pueda ocurrirle a Kagome.

—Te adoro Kag—su risa suave me da cosquillas.

—Lo sé, es imposible no hacerlo—se queda quieta mientras sigo acariciando sus brazos. Ella se relaja encima de mi cuerpo y cierro los ojos dejando que su dulce fragancia me inunde. Kagome es preciosa.

En algún punto su respiración se vuelve más tranquila lo que me hace entender que ella está dormida. Sonrío porque estar así, nosotros dos, con esta tranquilidad solo causa que quiera un futuro así.

—Te ves extasiado—miro a Ayame quien entra con una sonrisa—me gusta ver a Kagome feliz, me hace sentir muy bien—se sienta donde antes estaba Kikyo.

—A mí me haces feliz que ella lo sea—un suspiro por parte de Kagome me hacen sonreír. La acomodo suavemente para seguir acariciándola, eso la vuelve a relajar y acomodarse hasta dejarla caer nuevamente sin siquiera abrir los ojos.

—Ella debe estar agotada—comenta sirviéndose una copa de licor. Hago una mueca. ¿Cómo pueden beber tanto? Kagome parece inmune al alcohol. Anoche arrasó con todo lo que lleve alcohol y no se embriagó. Simplemente estuvo un poco más chispeante y pícara. Luego todo normal.

—Supongo, no le he preguntado para no incomodarla—acaricio su pelo—y porque, aunque la ame no me gusta el modo de vida que lleva, sin embargo, si es por estar con ella simplemente haré de vista gorda—ella ríe.

—Nunca imaginaste que caerías por una pandillera ¿cierto?—me brinda del licor y niego declinando rápidamente. Yo con algunos tragos y doy pena ajena.

—No, pero la cuestión no fue caer, si a eso vamos ella prácticamente me obligó hacerlo, literalmente—ella ríe y se detiene cuando Kagome de remueve.

—Ella sí que tienen un sueño flojo—comenta.

—Casi no dormimos—me arrepiento de las palabras cuando veo que sube y baja sus cejas. No soy como Kagome, no puedo hablar de nuestra intimidad con ese descaro, por lo que siento un poco caliente mis mejillas.

—Que tierno eres, te estás sonrojando—Kagome se incorpora y me mira, una sonrisa crece en sus labios.

—Estás sonrojado Inuyasha—niego.

—No, solo es el calor... Que supongo.... Hace aquí—termino de decir y las dos mujeres frente a mi estallan en carcajadas—¡no se burlen!—Kagome besa mis labios.

—Cariño, aprende a mentir mejor—ruedo los ojos y ella muerde mi labio.

—Creo que esa es mi señal de que me debo marchar—murmura Ayame.

—No, quédate, prometo no devorar al bombón frente a ti—ella me besa y se acomoda. Su espalda en mi pecho y su cabeza en mi hombro.

Sonrío, pero mi sonrisa desaparece cuando Koga entra al lugar. Ya siento que quiero propinarle una golpiza a ese tipo por como mira a Kagome. Él no respeta siquiera que estoy. La evalúa de arriba hacia abajo. Maldito cabrón de mierda.

—Koga, no pensé que seguías aquí—comenta Kagome con una sonrisa. La mano que tengo alrededor de su cintura se tensa y su sonrisa crece.

—Y yo no pensé que... Él seguiría aquí—olviden lo de sentir pánico por matar a alguien, justo ahora me arrepiento de mi pésima puntería. Probablemente si saco un arma él me daría 39 balazos en lo que lo ubico para disparar.

Miro a Ayame quien parece un poco incómoda, pero se divierte al ver mi rostro. Oh por favor. Estoy siendo una persona muy civilizada. Ella porque no presenció cómo Kagome volvió nada a Tsubaki cuando aseguró que era mi novia. Eso sí es algo de temer. Yo simplemente me siento incómodo porque conozco las intenciones de este tipejo. Hay algo que se llama código de hombres, que es respetar al hombre si está presente con su novia, este tipo sobrepasa cualquier código. Maldito bastardo.

—Puedo asegurar que estás maldiciendo en tu cabeza Inuyasha—susurra bajo, lamo su cuello y ella muerde sus labios.

—Detesto que me conozcas tan bien porque aun sabiéndolo le regalas sonrisas, Kagome, eres cruel—murmuro con mis labios en su piel.

—¿Algo que notificar Koga?—pregunta Kagome riendo cuando con mi lengua, toco un punto que le hace cosquillas.

—Sí, hubo un problema con las armas—Kagome se levanta de mi lado de poniendo cara de me lleva el diablo.

—¿Dónde mierda está Kanna?—pregunta molesta—ella era la encargada de eso, maldición, son unos completos inútiles. Esas armas debieron llegar sanas y salvas, hice el trato con los Pobladis, si ellos saben que hubo algún error será un problema para todos—ella maldice en voz baja.

Pobladis es una pequeña pandilla que compra arma a Kagome, eso lo sé porque la escuche hablar con Sango de eso.

—Lo sé, estoy tratando de arreglarlo, pero necesito personas para eso—ella toma el teléfono.

—Kagura, si, encárgate de que ustedes arreglen el problema. Koga tiene una idea, él se la hará saber. No, necesito que esas armas lleguen. Si, manda a otros que se encarguen del otro asunto. Por supuesto—ella se ríe a carcajadas—claro cariño, espero que cuentes los muertos—con eso cuelga.

—En media hora estará en el lado sur, así que mueve tu culo allá—él se levanta y besa su mejilla—respeta a mi hombre cariño, no quieras que te corte del pene, él es muy agresivo si se enoja—Koga de aleja sin decir una sola palabra.

—¿Qué hago yo Kagome?—ella suspira masajeando su cuello.

—Arreglé una salida para que el dueño del hotel Montura te deje hablar con él. Trata de que podamos vender en su hotel, recibirá buena paga—ella se pone de pie—en tu habitación dejé el vestuario, espero que me traigas buenas noticias Ayame—ella lanza su melena rojiza hacia atrás. Coqueta mira a Kagome con una sonrisa sensual en los labios.

—Eso no tienes que decirlo, sabes que soy muy buena en mi área—Kagome ríe—Inuyasha, deberías probar a calmar a esa fiera, espero y utilices buenos métodos para seguir teniéndola tan radiante. Me voy, no me extrañen mucho—y con eso se aleja de nosotros.

—Kag—la miro y ella sonríe—vamos, hay que relajarte cariño—una carcajada brota de ella mientras se deja guiar por mí.

Guerra de pandillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora