XXIII. Mi historia

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Despierto sintiendo un cálido cuerpo pegado al mío. Sonrío y paso de manera suave mi mano por el pelo de Kagome, ella se remueve, pero no despierta y eso hace que mi sonrisa incremente. No es la primera vez que duermo con Kagome. Eso sí, la primera vez que amanecí con ella casi me cago del susto. Ella despertó y me puso una pistola en la frente y casi me dispara hasta que se dio cuenta que era yo quien estaba a su lado. Ahora me deja verla en este estado de vulnerabilidad, es preciosa al despertar. O quizás es que me encuentro a Kagome hermosa de todas las formas que pueda estar.

Veo su cuerpo desnudo. Solo lleva las pequeñas bragas, ayer no llevaba sujetador y estaba tan cansada por el día que tuvo que solo pudimos darnos una sección de besos y ella cayó rendida. La sábana apenas le cubre la cintura, luego todo va al descubierto y los pequeños rayos en su cuerpo la convierten en alguien digna de admirar.

Me levanto con sumo cuidado y busco mi teléfono. Coloco la cámara y le tomo fotos en diferentes ángulos. Kagome en mis fotos parece una modelo de esas que modelan desnudas y que cuando la ves solo puedes decir: increíble. Sonrío mirándola descansar y voy al baño para cepillar mis dientes. Me tomo mi tiempo porque cuando estoy con ella estoy de buen humor.

—Buenos días, muñeco—la veo entrar desnuda y mi cuerpo reacciona a ello—¿nos bañamos juntos?—pregunta estirándose.

—Claro—me giro y le doy un pico—buenos días, hermosa—ella sonríe.

—Hoy tengo planes para nosotros—comenta adentrándose en la ducha—que asco, apesto a alcohol, ¿Cómo pudiste besarme?—me encojo de hombros.

—Voy por las toallas, cepíllate—salgo y busco las toallas.

Kagome tiene una faceta al desertar muy interesante. Se vuelve más juguetona y sonríe más, ella es quien me baña y luego hace algo interesante con mi erección matutina. Es una chica genial con la cual descubrir mi sexualidad no parece algo malo, o desagradable, ella convierte cada experiencia en algo interesante y único. No entiendo en que momento caí tanto por ella, pero negar lo inevitable sería como tratar de tapar el sol con un dedo. Amo a Kagome Higurashi. Amo a mi peligrosa pandillera.

Nos cambiamos y salimos. Desayunamos entre bromas y ella me indica que vamos a caminar un poco. Nos alejamos de la casa caminando en silencio. Kagome me indica que la siga y duramos un buen rato caminando. Cuando nos detenemos me encuentro con una pequeña fila de latas en un muro. Miro a Kagome y ella me sonríe levantando la pistola y señalando las latas.

—Es hora de que aprendas a utilizar correctamente una pistola—tomo el arma. Se siente pesada en mis manos, no es la primera vez que tengo una pistola en mis manos, Sesshomaru siempre trataba de que aprendiera a disparar, pero nunca llamó mi atención.

—Sabes que no me gustan—le comento mirando el arma en mis manos.

—Cumple ese capricho que tengo muñeco. No siempre te puedo proteger, tienes que aprender hacerlo—murmura abrazando mi cintura por detrás—además, no sabes lo ardiente que te ves con una pistola, ya hasta tengo fetiche nuevo—me río y me giro a mirarla.

—¿Ah si?—pregunto y ella asiente—¿cuál sería ese?—la veo lamer sus labios.

—Qué tal que me cojas y pasees una pistola por mi cuerpo, eso sería interesante—me giro hacia las latas.

—Enserio que no me gustan las armas Kag—ella suspira.

—Solo por hoy, inténtalo—ruedo los ojos.

—Bien—respondo, odio no poder negarme.

Ella me da una explicación de cómo utilizarla y levanto la pistola con las dos manos.

Guerra de pandillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora