XXII. Tu lealtad

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Dos meses después

Cuando ingreso a la casa los gritos de Ayame me alertan. De todas las chicas que viven aquí me llevo muy bien con ella. Kikyo solo me habla a veces y Sango me puso muy en claro que odia a los de mi especie. Muchas veces he intentado mejorar nuestra inexistente relación, pero cada vez que hablamos el nombre de Miroku sale a relucir, lo cual conlleva a que ella me dé una mirada escalofriante y luego me amenace con matarme, agradezco que Kagome sea mi mujer y eso la pare, de lo contrario creo que ya habría amanecido con la garganta destrozada.

Hoy es sábado y le dije a mi madre que iba a amanecer en casa de un amigo, por lo cual accedió a dejarme ir. Nuestra relación está tensa desde que descubrió que me gusta Kagome, sin embargo, desde que se supo que Kagome desapareció ella está más tranquila. Me ofende que ella se relaje al creer que Kagome está muerta, pero supongo que debo ponerme en sus zapatos. No puedo juzgar a mi madre cuando ella solo quiere lo mejor para mi según ella eso es lejos de Kagome, cuando la realidad es que es todo lo contrario.

Cuando llego a la sala veo como abrazan a Kikyo quien parece que odia a todos justo ahora. Ayame es la más animada en apretarla contra su cuerpo. La casa está decorada y hay una mesa de aperitivos. Ya entiendo todo. Kikyo me mira y me regala una pequeña sonrisa.

—¡Inuyasha!—Ayame corre hacia mí y me abraza, no dura mucho porque sabe que tengo una posesiva mujer que es muy celosa—felicítala, ella está de cumpleaños—me empuja con bastante energía y eso me hace reír.

—No tienes que hacerlo, si le sigues haciendo caso a Ayame terminarás con las bolas cortadas—comenta echando su cabello hacia atrás.

—Supongo—sonrío—felicidades Kikyo, ¿se vale un abrazo?—ella abre los brazos y yo la abrazo.

Cuando levanto la mirada veo a Sango darme la acostumbrada mirada de odio. Me aparto de Kikyo y me fijo en su atuendo. Un amarillo opaco adorna su curvilíneo cuerpo en un vestido. Lleva unos tacones y es la primera vez que la veo de esta manera. Siempre lleva pantalones al igual que las otras chicas o usando faldas.

—Gracias—contesta girándose para donde Sango quién la abraza con mucho afecto.

Giro al escuchar los pasos de unos tacones. Sonrío a la espera de quién me encontraré. No me defraudo cuando Kagome aparece con un vestido. Es corto y muy ajustado, tiene un escote en forma de corazón y es color crema. Sus labios van en un rosa que me hace querer besarlos y su pelo suelto en ondas.

Sus ojos chocolates hacen contacto con los míos y suspiro. Es malditamente hermosa. Y cada vez que la veo venir hacia mí solo recuerdo sus ojos poniéndose blancos, las puntas de sus pies hundiéndose en mis hombros, su espalda arqueándose de placer. Es que, esa es una de las imágenes más eróticas que había podido ver. Kagome es hermosa.

Ella se acerca hasta llegar a mí. Me guiña un ojo antes de besarme. Se abalanza y sus piernas se enredan en mi cintura. Mis manos buscan tapar lo que el vestido dejó ver y lo logro. Con Kagome cubierta, la beso sin pensar en las personas que nos miran. Aprovecho y toco su culo y lo aprieto. Ella jadea y mete su lengua en mi boca, nunca me canso de la pasión que esta mujer lleva.

Cuando chupo su labio ella se aparta con una sonrisa. Miro sus labios y el labial sigue intacto como si yo no lo hubiese chupado y mordisqueado.

—Me alegra tenerte aquí muñeco—susurra en mi oído y luego baja de mi cuerpo—siempre es un placer jugar contigo—río atrayéndola hacia mí para darle un beso.

—Siempre es un placer que juegues conmigo—le guiño un ojo y ella sonríe.

—¿Por qué la cara larga cumpleañera?—pregunta Kagome caminando hasta Kikyo. Me pierdo en sus curvas y su trasero.

Guerra de pandillasWhere stories live. Discover now