—Ya veo... tomaré un baño antes de recibirlos.

—No tienes que hacerlo si no estás lista. —Bastian, que todavía llevaba su nuevo uniforme, habló al tiempo que se sentaba en el suelo junto a mí. La única silla disponible la estaba ocupando yo; pero podría haber permanecido parado para comunicar algo tan breve.

—Está bien, es mamá. —Con un sentimiento complejo, bajé la mano y la puse sobre su cabeza con cautela, sintiéndome aliviada al ver que ya no me daba escalofríos tocar a los demás—. ¿Hay algo más que contar?

Lo vi dudar antes de asentir.

—Las cosas se están tranquilizando con lentitud, aunque la guardia en los puntos de entrada de la ciudad sigue siendo fuerte, muy pronto podremos organizar todo. —Se calló un segundo que aproveché para sentarme mejor y desatar su cabello, comenzando a trenzarlo. Sabía que no le gustaba, pero no dijo nada—. Hablé con la persona que dijiste, está dispuesto a ayudar.

—Oh, accedió muy rápido.

—Escuché que fue Lady Loana quien habló primero.

Mis manos se detuvieron y volvieron a retomar la tarea. Todavía podía recordar las expresiones de mis amigas cuando llegaron a verme.

La cortina se movía empujada por la suave brisa y la luz entraba, iluminando la habitación, pero yo todavía seguía acostada sin moverme. Bastian, Margot e incluso un todavía herido Yvan habían venido por la mañana e intenté sonreírles.

Era cierto que me sentía amada y apreciada, sobre todo cuando el pobre caballero de nuevo se echaba la culpa por no haber podido protegerme, incluso cuando uno de sus brazos seguía entablillado y requería de muletas para moverse; pero eso no significaba que no me sintiera mal.

Dean había tenido que regresar luego de haber permanecido durante tres días a mi lado mientras dormía y la habitación se sentía increíblemente vacía. Mamá no había sido informada a petición mía y, por lo tanto, no había venido. Por las noches, me arrepentía de no hacerlo, porque me hacía falta su abrazo.

«¿Cómo podría abrazarte si apenas puedes resistir un pequeño toque?»

Quería reírme, pero no podía.

Volví a cerrar los ojos, dejando de mirar las cortinas que se balanceaban y escuché el toque en la puerta. La cabeza de cabello blanco de mi hermano se asomó antes de entrar, parecía que pronto saldría dado por cómo estaba vestido.

—Hay dos personas que están esperando verte. —Ante lo dicho mi ceño se frunció y lo miré sin hablar, hasta que lo vi suspirar y acercarse. En mis ojos no había atisbo de duda, pero la piel ya había comenzado a erizárseme—. Está bien si no quieres verlas.

Tomó mis manos y me tensé un segundo antes de relajarme, de hecho, no quería ver a nadie. Era suficiente presión con las pocas personas que me rodeaban. Quería superarlo rápido, pero tenía un límite.

Estaba a punto de asentir a lo que Bastian dijo, cuando el sonido de pasos se escuchó en el pasillo en conjunto con las palabras de Klaus pidiendo que se detuvieran. La puerta de la habitación fue abierta de repente y dos figuras femeninas se abrieron paso. Me sorprendí al verlas, sus mejillas rojas delataban la rapidez con que se habían dirigido hacia aquí.

Tanto Lette como Loana estaban paradas en la entrada con una mano sobre el pecho y detrás de ellas, algunas doncellas y el mayordomo se habían acercado.

—¡Señoritas! —Klaus levantó la voz en cuanto vio la situación dentro del cuarto, pero pasada la sorpresa inicial, ya no había nada que hacer.

Fleur: Memorias del tiempo [DISPONIBLE EN AMAZON Y LIBRERIAS]Where stories live. Discover now