Una lágrima se desliza por su mejilla y se la limpia rápidamente.

—¿Nos reencontraremos algún día?

Ahora soy yo quien mira al techo, en busca de una respuesta a esa pregunta.

—No sabemos. Puede que consigas el amor de tu vida en Estados Unidos y no vuelvas más.

—Tu eres el amor de mi vida, Jonah Boat —declara.

—No lo sabemos, Kelvin. Puedo decir lo mismo ahora y tal vez conozca a alguien más adelante —baja la cabeza—. Hey, no —se la levanto—. Tu eres mi primer amor, Kelvin. El que me ha enseñado a soñar. Nadie podrá cambiar ni reemplazar el eterno lugar que tendrás en mi corazón.

Se lanza sobre mi e intenta besarme, pero las lágrimas le ganan.

—¿Eres tú, José Rivero? —bromeo y se ríe entre sollozos.

—¿Por qué no decidiste venir conmigo, Jonah?

La pregunta que no quería me hiciera.

—Kelvin, no tengo dinero para irme contigo. Y no, tus padres no pueden cubrir mis gastos de viaje. Además, tengo una beca y un cupo en la universidad que siempre quise. No puedo simplemente dejar mi vida.

—¿Por qué no me pediste que me quedara?

—No puedo hacer tal cosa. Sería egoísta de mi parte y no demostraría el cariño que te tengo si te pido que dejes de hacer lo que quieres.

—Yo lo que quiero es estar contigo.

¡Que hombre tan terco!

—Yo también, mi amor. Pero también quiero que crezcas como persona, que hagas tu vida, que conozcas el mundo que tienes por delante.

—No conseguiré otro como tú —se acuesta en mi pecho de nuevo.

—Yo tampoco. Y de eso se trata: conocer diferentes personas que nos hagan ver el mundo en todas sus formas y de la mejor manera posible.

Mi estómago suena avisando que es hora de comer.

—Voy a extrañar escuchar a tu estómago hacer eso —se ríe.

—Yo voy a extrañar comerme tu pene —se lo agarro.

—Puedes comer de él una última vez... por hoy —se coloca arriba de mi.

                                              🎶

Mi grupo de amigos ha llegado al aeropuerto para acompañarme a despedir a Kelvin. El vuelo sale a las cuatro de la tarde y tuvimos que llegar dos horas antes para que pudiese ingresar su maleta y confirmar el boleto.

Faltan treinta minutos para el vuelo y en cualquier momento comienzan a llamar. Mis cuatro amigos están sentados en las sillas de atrás; Kelvin y yo estamos en una y sus padres en otra al frente de nosotros.

—Mamá, papá. ¿Les puedo preguntar algo?

Ellos se miran y luego asienten.

—Si yo hubiese decidido quedarme, ¿me hubiesen apoyado igual?

Que ganas las de Kelvin por hacer las cosas más difíciles.

La señora Cristina me mira. ¿Piensa que yo tengo algo que ver en la pregunta?

—Siempre te vamos a apoyar en tus decisiones, Kelvin —le responde el papá.

—Aún si decides no viajar hoy —añade la mamá.

—Cosa que no decidirá —intervengo y los tres me miran—. No puedes ser un malagradecido con el esfuerzo de años de tus padres.

—Pero yo...

Enséñame a SoñarOnde histórias criam vida. Descubra agora