Capítulo 19

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Toda la semana la he pasado molesto con Kelvin. Sé que no hay manera de cancelar la pelea y será peor para nosotros. Lo que no tenía que haber hecho era retar al otro. Yo no dudo de sus habilidades; dudo es que el otro juege limpiamente. Además, la cancha de Plazoleta es famosa porque abunda la deoga allí y gente armada. Supongo que por eso no quiere que vayamos.

No se ha hablado de otra cosa durante la semana en el colegio. Supongo que los profesores saben de la pelea, pero como no sucederá dentro o cerca del colegio, prefieren mantenerse al margen. Por el grupito que tienen en redes sociales, no han hecho otra cosa que alabar al otro chico que supe se llama Daniel.

—Escuché que apostaron trescientos grandes en contra de Kelvin —comenta Stephanie mientras tomamos algo en una cafetería cerca de mi casa.

—Stephanie... —sentencio, removiendo el café.

Kelvin aprieta mi pierna para tranquilizarme, mantengo mi vista fija en Stephanie que toma de su vaso lentamente, haciendo como que yo no la estoy viendo.

Los minutos van pasando y no hay manera en que yo pueda atrasar la hora.

Nos levantamos faltando media hora para las tres y nos dirigimos a la cancha que no queda muy lejos de donde estamos. El silencio entre nosotros es el cuarto compañero, y si le sumamos que no se me ha quitado el miedo y la molestia, somos seis.

Al llegar al sitio, se me queda atrapado el aire en la garganta. Trato de hablar, pero las palabras no salen. Hay más gente de lo que debería y yo esperaba. Una pequeña plataforma está en medio de la cancha y hay varias sillas distribuidas alrededor de ella para que la gente vea el espectáculo.

—Ya tú sabías que esto era así —le digo a Kelvin, con mi mirada en la cancha.

—Puede ser... pero hay más personas hoy que otras veces —aclara.

—¡Dios, Kelvin! ¿En qué te viniste a meter tu? —pregunto, más para mí que para él.

Un tipo al que llaman Martínez, viene a buscar a Kelvin para que se cambie y esté listo para la pelea, este aprovecha a decirle que ubique dos puestos en primera fila y se separa de nosotros, no sin antes darme un abrazo, asegurandome que todo estará bien.

El tal Martínez le hace señas a un chico, le dice que nos ubique los puestos y él nos lleva. Puedo ver a varios del colegio parados cerca de la plataforma, la mayoría está de pie.

Stephanie toma mi mano y la aprieta arriba de mi pierna cuando el mismo Martínez habla a través de un micrófono para anunciar a los contrincantes y las reglas.

De este lado, tenemos al retador, Kelvin —algunas personas gritan, otros abuchean. Yo simplemente me siento estático en mi asiento—. De este lado tenemos a nuestro ganador invicto, Daniel —el lugar pareciera que se fuese a caer de los gritos—. Como saben, las reglas son simples: no se permiten ningún tipo de armas, los golpes no pueden ser a ningún lado que pueda ser mortal, cuando el contrincante levante la mano derecha, debe acabarse la pelea. ¿Están claros?

Cuando el contador de segundos comienza a andar en regresiva, las manos me comienzan a sudar, anticipando el nerviosismo. Stephanie y yo nos levantamos para tener mejor ángulo de visión, y se puede ver que ha llegado más gente. Antes de que el contador quede en cero, Daniel lanza el primer golpe. Kelvin como que estaba anticipado de lo que podía pasar y se agacha, aprovechando para darle un golpe en la costilla derecha, luego en la quijada, haciéndolo caer.

Daniel reacciona y con el pie le da en la pantorrilla a Kelvin, haciendo que caiga. Una vez ambos en el piso, Daniel lo toma del cuello aplicándole una llave. Al ver cómo la cara de Kelvin pasa de blanco a rojo, me preocupo.

Enséñame a SoñarTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon