Capítulo 8

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Me dispongo a contestar, cuando Kelvin muerde una de mis tetillas y me hace emitir un gemido. Toma el teléfono de mi mano para dejarlo arriba de la mesa y vuelve a tomar mis labios.

No quería dejarlo, pero mi teléfono seguía vibrando sin parar.

—¿Qué sucede? —atiendo.

¿Dónde demonios estás?

—Eso me preguntaba yo cuando no llegabas con las bebidas, hasta que te ví bailando con el pesado de Iván.

Ay, es que si lo dejaba pasar, después no iba a poder bailar con nadie. Resulta que no es tan patán como se veía.

Quiere coger, Stephanie.

Kelvin muerde mi otra tetilla y se me escapa otro gemido.

¿Dónde y con quién demonios estás? ¿Qué haces?

—Estoy orinando, no aguantaba las ganas.

Necesito hablarte. Aquí te espero —cuelga.

Trato de levantarme, pero Kelvin no me suelta. Besa mis labios con gran agilidad y sus manos bajan hasta mi jean, para soltar el botón. Justo en ese punto me doy cuenta que ya ha ido muy lejos y le detengo.

—Así no, no aquí —le hablo en el oído en voz baja

—No me hables así en el oído que me pones peor —se ríe.

Me da otro beso y me suelta para que me levante. Tomo la camisa de la butaca y me la coloco rápidamente. Como un poco más de lo que hay arriba de la mesa y tomo de manera rápida otra copa antes de salir.

—Me encanta —le digo.

Kelvin se ríe y podría acostumbrarme a ver qué lo hace. Trae la botella consigo y me da un otro beso antes de salir.

—¿Vas a dejar todo eso allí?

—En un momento mando a alguien que lo recoja.

Corro a través del pasillo y subo las pequeñas escaleras a la plataforma. Mi amiga está apoyada de la pared con la mirada en el piso y el tal Ivan sentado en la única silla.

—¿Qué sucede? —pregunto.

—¿Qué hace él aquí? —pregunta Stephanie cuando ve a Kelvin subir detrás de mi.

—Eso no importa ahora. ¿Cuál es la urgencia?

—Ninguna. Solo que no te ví más, te estaba llamando y no atendías. Me preocupé.

—¿Lo ves? Te dije que estaba bien. Es más, cuidado por el marica de Kelvin —interviene Iván y se coloca al lado de mi amiga.

—Vamos, preciosa —hala de la mano de mi amiga.

—Stephanie, espera —la detengo—. No vayas a hacer algo de lo que te puedas arrepentir.

—Déjala, que ella es una adulta —responde el pesado chico.

—Iván tiene razón, Jonah. Ella que decida hasta donde llega.

—¿Ves? Hazle caso al marica.

No puedo evitar sentir las ganas de golpear a este tipo hasta dejarlo sangrando por todas partes. Mi amiga sale detrás del chico quien, claramente, la ha manipulado.

Stephanie no es una chica necesitada de afecto o algo parecido como para que vaya con el primer chico que le propone algo. Cambio la música del máster y pongo algo más movido. Supongo que los chicos han disfrutado de la lista que había dejado, pues siguen muy pocos sentados.

Enséñame a SoñarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora