—Los ojos se le ilumina cuando te ve —me dice en voz baja mientras entramos.

—Si inventas, Stephanie. ¿Cómo pudiste verle los ojos desde tan lejos?

—Hablo de cuando llegaron y nos presentaste. Mientras lo hacías, los ojos le brillaban.

—Como digas. No vamos a quedarnos hasta el amanecer, mira que debo llevar a Charlie a la iglesia mañana.

—Con que pidiendo perdón por sus pecados, ¿no? —se burla.

Entramos a la casa y Charlie se queda abajo con su primo y la mamá de mi amiga. Nosotros subimos para darnos una ducha y cambiarnos. Kelvin vendrá a las nueve por nosotros y nos veremos en la entrada del club con los otros tres chicos. La verdad es que no sé cómo reaccione cuando vea a Charlie, pero espero que no sea de mala manera.

Stephanie se sienta a hacerse un peinado con rulos mientras yo me meto al baño. Al salir, la veo sentada aún frente a su peinadora. En la cama, tiene un vestido negro de lentejuelas y en el borde de la cama, en el piso, dos tacones de punta alto que jamás le había visto.

—¿Te vas a poner eso? —pregunto sorprendido.

—¿Por qué? ¿Está feo? Puedo buscar otra cosa —se voltea.

—¡¿Estás loca?! Eso está fabuloso, nunca te lo había visto —me siento en la cama envuelto en la toalla.

—Ariadna vino temprano a casa y dijo que mi closet parecía de una niña de doce años. Mamá estuvo feliz de ir de compras con nosotras.

—¿Te fuiste de compras sin mí? —me hago el ofendido.

—Seguro estabas follando. No ibas a dejar de hacer eso por venir de compras conmigo —se voltea al espejo nuevamente.

—Buen punto.

Acto seguido, me lanza un envase vacío de alguna crema para el cabello por mi poca vergüenza en negarlo.

Me pongo el ajustado jean que a Kelvin le gusta, con una camisa azul rey manga corta y los zapatos que me regaló mi amiga en diciembre.

—Vas a matar a esos hombres —me ve mi amiga a través del espejo.

—No tanto como tú. Necesito que termines ahí, te quiero ver antes que todos.

Finalmente, termina de arreglar su cabello y se hace un maquillaje sencillo entre brillo de labios y sombra para los ojos. Mi amiga es hermosa, no necesita tanto maquillaje.

Se quita la bata de baño y también carga ropa interior nueva. No puedo evitar pensar en la mamá de Stephanie insistiendo por comprarle eso, la cara de vergüenza de mi amiga, como se tuvo que haber reído Ariadna como lo hago yo cuando voy con ellas de compras y el infarto seguro que le daría a su papá si viera tan atrevidas piezas de encaje.

Se coloca el vestido por encima, se monta en los tacones y luego se da media vuelta para que la ayude a subir el cierre.

Se da media vuelta y la veo preciosísima.

—Menos mal que eres gay, porque me estás viendo cómo si quisieras abusar de mí —rompe el silencio.

—Soy bisexual, y sí, así te estoy viendo —ambos estallamos en carcajadas.

Siento que le falta algo para verse completamente atrevida.

—¿No compraron medias panty?

—Mi mamá compró unas que parecen unas mallas de striptease.

Después de tanto insistir, las saca y me las muestra. Eso es lo que le hace falta. Después de tanto insistir, se las pone y la cambia radicalmente. Se ve mayor a su edad.

—Tú vas a matar a esos chicos —le aseguro.

Después de tomarle una buena cantidad de fotos, salimos de su habitación y nos cruzamos con la mirada de su insoportable hermano, quien se queda atónito al ver a su hermana.

Si esa es la impresión que causa en su hermano, con hombres de la calle será peor.

La mamá no logra contener la emoción cuando nos ve bajar las escaleras y comienza a llorar asegurando que su hija ya es una mujer. Las ganas de reír que me da la escena no la puedo contener y suelto una carcajada.

Charlie y Julio se pusieron de pie también como si estuviesen esperando a sus citas.

—Te queda bien ese color —me dice Charlie en un tono bajo y sus mejillas están ligeramente sonrojadas.

—Gracias —le doy una palmada amistosa y me doy media vuelta para huir.

Después de estar sentados en la sala hablando tonterías, Kelvin llama para avisar que está afuera esperando. Nos despedimos de la mamá de Stephanie y le recordamos que llegamos entre las tres y cuatro de la mañana.

Salimos de la casa, mi amiga delante de mi caminando con sus tacones de punta muy segura de si misma y no puedo evitar sentirme orgulloso de ella. Se tambalea un poco, pero se repone. Cosas de principiantes.

Kelvin se le dibuja una sonrisa cuando me ve salir y siento que nunca me cansaré de que me sonría de esa manera. Sin embargo, la misma se borra cuando ve a Julio y Charlie salir detrás de mi.

Me acerco a él para darle un beso, pero me esquiva y lanza la pregunta a la cual ya le tengo respuesta, pues sabría que la haría.

—¿Qué hacen ellos aquí?

—Invité a Charlie para que se distraiga y conozca más allá de la iglesia. Su primo lo está cuidando.

—¿Puedo opinar?

—De poder, puedes. Pero preferiblemente, no lo hagas si no es bueno.

Intenta besarme, ahora soy yo quien se quiere quitar. Sin embargo me detiene y me da un corto beso que me deja sentir su aliento fresco.

—Me encanta como se te ve este color. Me pregunto cómo se te verá en un boxer —dice y me hace soltar una carcajada.

—Dejen de hacer el papel de tortolos y vamos a tomarnos una foto.

—Yo paso, no quiero...

—Perfecto, porque tú eres quien tomará la foto —le entrega el teléfono a Charlie y hala a Julio para que se coloque a su lado.

A Kelvin se le dibuja una sonrisa maliciosa y le pego en un brazo porque sé a qué se debe.

Los otros chicos le avisan a Stephanie de que van en camino, por lo que nos montamos en la camioneta para irnos.

Para mí sorpresa, Kelvin es quién la está manejando, sin chófer. Me explica que el estado le otorgó un permiso especial que le permite manejar en casos de emergencia y, según él, esto lo es. En todo el camino vamos practicando como actuar en caso de que nos detenga una patrulla.

Mi amiga, digna aspirante a estudiar actuación, se mete en el papel:

—Oh, oficial, creo que tengo un baja de azucar—se pone una mano en la cara y se desliza por el asiento.

—Creo que más rápido nos llevará presos por tu actuación —opina Charlie y nosotros reímos.

—¿Él siempre es así de aguafiestas? —le pregunta mi amiga a Julio.

—Puede ser peor —le responde.

—Estuviste fatal, Marroquín —admito y volvemos a reír.

—Sentí que era un capítulo de Acompáñame a ver esta triste historia —opina Kelvin y siento que muero de la risa.

—Se llama Mujer, Casos de la vida real —corrige Charlie.

—Sí, es un aguafiestas —confirma Kelvin y una ligera tensión se instala en el auto.

Menos mal que hemos llegado a nuestro destino.

Enséñame a SoñarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora