Hola.

—Hola, Kel. ¿Cómo estás?

Bien.

—¿Piensas tomar esa actitud siempre cuando algo te molesta?

Sí, Jonah. Porque me molesta que juegues conmigo.

No estoy ju...

—Claro que lo haces —me interrumpe—. Tú sabes que ese tipo tiene interés en ti. Yo que no lo conozco ni lo he visto en persona, lo sé. Te invita a su casa con su familia, a salir ustedes solos, va a tu casa a comer, no sé cuántas cosas más.

En realidad han pasado unas cuantas cosas más. No había visto que, evitándole daño a uno, le hago daño al otro. Puede que en mi vaga creencia de estar ayudando a Charlie, me perjudico a mi mismo.

—Te entiendo, Kel. En la tarde cuando lo vea, le dejo las cosas en claro para no tener más problemas con mi novio.

¿Te cuesta mucho decirle que no vas a ir y que no te busque más?

La verdad es que sí.

—No me cuesta, pero...

Pero no quieres. Está bien, entiendo.

Y cuelga.

¡Dios!

Me dejo caer en la cama, pegando una almohada en mi cara y gritando de frustración.

Mamá me llama para que baje a comer. Me levanto con poco ánimo y bajo las escaleras de la misma forma. Ella está colocando los vasos y platos en el mesón de la cocina, esboza una sonrisa y se le quita cuando ve mi cara.

—¿Quién te hizo molestar? —pregunta, curiosa.

Naturalmente, tengo cara de amargado. Pero cuando estoy molesto, se ve tres veces peor.

—Los grupos para trabajos del colegio —miento—. Ya sabes que son poco responsable.

—Y si te metes con esa amiguita tuya, peor —añade.

—Mamá, por favor —la miro.

Trato de relajarme mientras como, puesto que las pocas veces que he comido molesto, tengo un dolor de cabeza de tres días.

Al terminar, ayudo a mamá a recoger la cocina del desastre incontrolable que hace cuando cocina y nos sentamos en la sala a ver un poco de televisor. Me pregunta si ya no voy a salir con Charlie y me limito a contestarle que será un poco más tarde.

Quedé con Charlie en vernos a las tres de la tarde en la farmacia frente al cine. Insistió en venir a buscarme, pero lo menos que quiero es estar en un mismo espacio con el pesado de su papá, menos después de que me llamó insolente.

Cuando veo que la hora está avanzando, subo a darme una ducha y vestirme. No soy, precisamente, la persona más puntual del mundo. Tengo un problema de que siempre tengo que llegar tarde a un sitio así sean diez minutos. Si no, no soy yo. El colegio es la única excepción.

Busco el estuche donde Kelvin me entregó la pulsera, el cual está escondido en la profundidad de la última gaveta y la saco para llevarla conmigo. No me atrevo a ponermela de una vez, porque mamá no me dejaría llevarla, además de que me da un poco de miedo a que me la roben.

Me despido de mi mamá y me voy casi corriendo para agarrar el próximo bus, porque si no voy a llegar muy tarde. Recibo un mensaje de Charlie diciendo que ya llegó al sitio y me sorprende la puntualidad de ese chico. Reviso la conversación con Kelvin dónde le avisé que estaría a las tres en el cine y luego podría pasar un momento a su casa, pero no me ha respondido.

Para mí suerte, hay un bus esperando en la avenida y...

... para mí mala suerte, Julio está en él.

Si no es porque voy tarde, espero el próximo.

Nuestras miradas se cruzan y sonríe de manera tonta. Me siento adelante dónde hay un puesto disponible, aunque no me guste sentarme en el puesto que da con el pasillo.

El bus arranca y aprovecho a responderle el mensaje a Charlie de que voy llegando, aunque sí, me falte como media hora. Cuando la persona de mi lado se baja, me ruedo de puesto y tarde recuerdo que estaba evitando cierta mala compañía. Estando a punto de rodarme de nuevo, el odioso chico se sienta a mi lado.

—Hola, señor Jonah.

—Julio

—Que emoción te da verme —comenta con sarcasmo.

—Es lo primero que siento cuando te veo.

—Se nota —se ríe—. ¿Dónde vas?

—¿Te importa?

—Claro, a ver si te acompaño.

—Me voy a ver con Kelvin, ¿quieres estar allí? —miento.

—¿Siguen juntos? —se sorprende.

—Claro. Ningúna estupidez hará que dejé el buen sexo que le doy —confieso en voz baja.

—Diciéndome esas cosas solo aumentas mi interés —pasa una mano por mi pierna, la cual retira cuando le doy una mirada asesina.

—¿No tienes otra persona para molestar? Yo solo te rechazo y sigues ahí.

—Primera vez que nuestro interés en alguien y me rechaza. Normalmente, a mí me molestan.

—Bueno, Brad Pitt, para todo hay una primera vez. De verdad me incómoda tanto acoso de tu parte.

—Teóricamente, no es acoso. No te persigo o te observo a través de tu ventana. ¿O sí lo hago? —se dibuja esa sonrisa tonta que tiene—. Empecemos de cero, vamos a conocernos. Mi nombre es Julio —extira la mano.

—¿Hasta cuándo?

Observo su mano y luego volteo la cabeza a la ventana. No me interesa en lo más mínimo en conocerlo. Mi teléfono comienza a vibrar y lo saco para atenderle la llamada a Charlie.

—Cuentame.

Compré las entradas y las cotufas. La película empieza en veinte minutos. ¿Dónde vienes?

—Debo estar allí en diez minutos —respondo.

Estoy dentro de la sala de espera sentado.

Guardo el teléfono y Julio comenta que él también va al cine, lo que no creo que sea una casualidad, sino parte de su intensidad. Además de que estoy seguro que vió el nombre de su primo en mi teléfono cuando entró la llamada.

El bus llega al centro comercial más atractivo que tiene esta ciudad. Queda en plena autopista y tiene fácil acceso a Orquídea de Platino y Diamante, las demás zonas tienen que atravesar Jumanji para llegar.

Para mí desgracia, aunque no para mí sorpresa, Julio se baja conmigo del bus y me sigue al centro comercial. Viene en silencio, aunque sé está disfrutando hacerme la vida imposible.

Faltan unos cinco minutos para empezar la película y subo corriendo las escaleras eléctricas porque odio no ver los trailers de las películas, aunque ya las haya visto en mi casa. Ya estando en la entrada del cine, paso la larga cola de las entradas poniendome la pulsera. Llegando a la sala de espera, me encuentro con Charlie.

Y con Kelvin.

Enséñame a SoñarWhere stories live. Discover now