Un silencio se forma entre nosotros y luego suelta una risita chocante.

—¿Espera que me crea que un chico como Kelvin es homosexual?

—No espero que lo creas. Me da igual, la verdad. Lo dejo a tu criterio y, el día que recibas una paliza, no digas que no te lo advertí —sentencio.

Guarda otro silencio y siento que es incómodo tenerlo cerca. Me parece extremadamente sexy, pero me molesta su presencia y su acoso.

—Si Bin Laden pudo con las torres gemelas y Dios con el Titanic, todo puede pasar. Además, ¿quién quita que te guste más mis besos o mis caricias?

Pasa su mano por mi antebrazo y me quito los lentes para dedicarle una mirada asesina, haciendo que él retire el contacto con una sonrisa tonta.

La vieja camioneta del papá de Charlie se detiene en frente de nosotros y logro divisar al chico de ojos brillosos cuando baja el vidrio, sonriéndome de oreja a oreja para luego dedicarle una mirada al chico a mi lado.

—¿Julio? —se sorprende.

—No puede ser —se queja el chico a mi lado en voz baja.

—De ninguna manera puede ser...

... que se conozcan —completo en mi mente.

Charlie y su padre se bajan de la camioneta, ambos le dan un abrazo a Julio y se quejan de no haberlo visto antes estando en la ciudad.

—¿Cómo está mi hermana? Tengo tiempo sin llamarla.

¿Hermana? No solo se conocen, sino que son familia.

—Bien, ayer hablé con ella. Nos vimos en diciembre —responde el chico a mi lado.

Charlie fija su mirada en mi con una sonrisa, para luego soltar la pregunta que yo deseaba no se planteara:

—¿De dónde se conocen?

Lo peor del caso es que ambos contestamos al mismo tiempo cosas diferentes.

—De por ahí —responde Julio.

—No nos conocemos —respondo yo y, ante la cara de confusión de los Benson, añado—: O sea, hemos coincidido un par de veces aquí en la avenida y conversamos un poco de trivialidades.

A Charlie parece no convencerle mucho mi respuesta y Julio me mira de manera divertida.

—¿Te gustaría venir a comer, Julio?

Cuando las cosas no pueden ir peor...

—¡Claro, tío! Me encantaría compartir con mi familia después de tanto tiempo —responde.

... se ponen peor.

Nos montamos los cuatros en la camioneta y emprendemos el camino a casa de los Benson. Charlie una que otra vez voltea a dedicarme una mirada, y su primo una sonrisa tonta que me provoca quitarle con un golpe. El señor Benson no deja de hablar sobre su familia y lo feliz que lo pone encontrarselos en la calle.

No puedo evitar poner los ojos en blanco mientras dice un poco de boberías, así que coloco música y le subo el máximo volúmen. Le escribo a Stephanie contándole de las terribles coincidencias en la vida. No siento el más mínimo de atracción por Julio, pero saber que soy amigo de los Benson le dará una excusa para acercarse a mí.

Al llegar a la casa de la familia, me bajo por la puerta izquierda y camino detrás del señor Benson, quien se junta con su sobrino al rodear la camioneta y Charlie conmigo. El alboroto se forma dentro de la casa cuando los dos hermanos de Charlie y su madre salen a recibir al primo.

Mi anfitrión se disculpa con sus familiares argumentando que ambos subiremos a estudiar para su exámen y luego bajaremos a almorzar.

—Primo, ¡vamos! Tenía tiempo sin verte, no seas poco hospitalario —se queja Julio con la vista en mi.

—Si para luego del almuerzo Jonah asegura que Charlie está listo para su examen, pueden hacer lo que quieras. Mientras, debe repasar —responde la señora Benson por su hijo.

Acto seguido, ambos subimos las escaleras. Charlie me muestra la parte de arriba de su casa, la cual yo desconocía y pasamos a su habitación. Más pequeña que la de Kelvin y tiene más cosas en cada sitio, aunque está ordenada.

—Bienvenido a mi hogar —extira ambas manos, señalando el frente.

—Eso tenías que decirlo abajo —me río.

—Mi hogar es este —dice en tono serio—. Eso de allá abajo y las demás habitaciones es la casa de mis padres y mi familia.

Cara vemos; corazones no sabemos.

Mamá me ha dicho eso algunas veces y nada más cercano a la realidad.

Los Benson van todos los sábados a la Iglesia y dan la impresión de ser una familia unida y feliz, cuando la realidad es que viven en la misma casa, pero separados, casa quien por su lado.

Y eso es lo que entiendo por encima, sin detalles.

Charlie me invita a pasar y cierra la puerta detrás de sí. Tomo asiento en el banco que está junto a la ventana y él se queda apoyado de la puerta con los brazos detrás de él.

Luego de un silencio incómodo y de una mirada en la que yo desvié la cabeza, se mueve para levantar una pizarra acrílica con marcadores y un libro de biología.

—No necesito un libro —admito con algo de vergüenza.

Le explico nuevamente a detalle todo lo que le enviaron a Charlie para el exámen, con los dibujos de los Alelos incluídos. Luego le realizo una prueba con todo el contenido donde responde bien.

—No hacía falta repasar —opino.

—En realidad...

Baja la cabeza y deja de hablar. Charlie está sentado en un pequeño banco y yo parado junto a la ventana.

—¿Qué sucede? —me intereso.

—Solo te quería ver —admite en un tono tan bajo, casi inaudible.

—Charlie...

—Yo sé, Jonah. Sé que lo nuestro no puede ser por obvias razones. Pero entiéndeme.

—No puedo entenderte, Charlie.

—No quería esperar hasta el sábado para verte de nuevo.

Me hace sentir halagado. Pero necesito que esté claro de nuestros límites.

Charlie se levanta y se coloca frente de mí. Nuestras miradas se unen y unos pocos centímetros nos separan. Puedo sentir el olor al suave shampoo que emana su cabello, como el vapor de su respiración choca contra mi cara e, inclusive, puedo escuchar su acelerado corazón latir.

No lo hagas.

No lo hagas.

Charlie...

... no lo hagas.

Acorta la distancia entre nosotros, juntando sus cálidos, suaves y esponjos labios. Pasa una mano por mi nuca y coloca la otra en mi cadera, pegándome más a él.

Sus ojos están cerrados disfrutando del placer y el peligro, mientras que los míos se mantienen abiertos con la vista fija en la puerta, como si allí estuviese escrito por qué demonios le estoy correspondiendo el beso.

Suelta mis labios, reposa su frente en la mía y suspira amargamente.

—Charlie, por favor...

—Se que estás con alguien —coloca un dedo en mis labios para callarme—, pero no hay nada de malo en poder besarte, ¿cierto?

Oh, Charlie.

Sí hay de malo en que me beses.

Es malo porque me gusta que lo hagas.

Enséñame a SoñarWhere stories live. Discover now