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(Narra Kris )

No puedo creerlo, sencillamente no puedo hacerlo. Después de haber llegado lo único que hice fue darme un baño rápido e ir a la oficina de correos para enviar las llamas de peluche a la casa de Amber sin ser acosado sexualmente otra vez. Cuando regresé a casa me extrañé demasiado por no escuchar ningún ruido, así que le pregunté a Estela si sabía algo y sólo me dijo “tal vez el joven Tao haya ido a recoger a sus hermanos”.

Sin pensarlo dos veces, me metí a mi carro después de esperar más de dos horas en la casa. “¿Dónde rayos se fue Tao?” “¿Por qué tarda tanto?” “¿Y si le pasó algo?” “Iba con los niños… ¿Y si les pasó algo a ellos también?” Preguntas como esas abundaron mi mente todo el día y no estuve tranquilo. Busqué por todos los lugares en los que pensé que podría estar, pero no encontré nada. Se hizo de noche y mi única esperanza era que ya estuviera en casa.

¿Pero qué me encuentro? Un Tao feliz de la vida hablando con quién sabe quién afuera de mi casa. Debo de admitir que una parte de mí se sentía aliviada por ver que estaba bien, ¿pero quién rayos era ese tipo? Si iba a estar con él mínimo debió de haberme avisado, ¿acaso no podía? No sabía por qué me estaba empezando a alterar, así que salí de mi auto, justo después de que vi cómo ellos dos se estaban abrazando.

-          K-Kris, ¿en qué momento?

-          ¿Estuviste con él todo el día? –pregunté.

-          ¿Eh? S-sí.

-          Bien.

Pasé al lado de ambos y me dirigí luego luego a mi habitación. No soportaría verlos juntos unos segundos más. ¿Pero por qué no lo haría? Yo mismo fui el que dije que la independencia era un requisito. Si no lo dejo salir con quien quiera, lo estoy reprimiendo; en ese caso, ¿de qué me preocupo? Tao puede hacer de su vida lo que quiera, o al menos eso es lo que me gustaría pensar, pero mi cabeza me sigue torturando mostrándome repetidas veces la imagen de ellos dos abrazados…

-          Ah… a este paso me volveré loco… –dije para mí mismo.

-          Yo creo que ya lo está.

-          Oye, no me espantes así…

-          Lo lamento, gigantón.

-          Ya te dije que no me digas así…

-          No creo acostumbrarme.

-          Está bien… –me acaricié las sienes–. ¿Cómo te fue en la escuela?

-          Bien.

-          Qué bien… ¿Y a tu hermana?

-          No lo sé.

-          ¿Cómo que no lo sabes?

-          El salón de mi hermana está en la parte de debajo de la escuela.

-          Ah… ya veo…

-          Helmano… –apareció la niña.

-          Xia, vete a dormir.

-          No puedo…

-          Pero ya tienes sueño.

-          Sí, pelo...

-          ¡Cuidado!

La niña dio un mal paso y ya mero se cae. La sostuve a tiempo antes de que tuviera una caída de las escaleras. La subí a su cuarto y la senté.

For you I knew the love and the meaning of protecting others.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora