47.

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Los días pasaron mucho más rápido de lo que Louis hubiese previsto. Algunas de las heridas menos profundas en la piel de Harry comenzaron paulatinamente a sanar y la temperatura de su cuerpo iba volviéndose un poco menos helada de lo que era. Sólo un poco.

Su aroma no había regresado todavía y no hubo muchos cambios en su actitud tampoco. Todo lo que su Alfa hacía a lo largo del día era encerrarse en la habitación y no hablar con ninguna criatura, ni siquiera si sólo se trataba de Liam o el mismo Omega ojiazul.

Era un retroceso en su avance, pensaba. O quizá su desesperación por ayudar a Harry y no obtener ningún resultado real comenzaba a ponerlo ansioso.

A pesar de todo, Louis intentaba mantenerse a su lado en todo momento, cuidándole de la mejor manera que podía hacer, acariciándolo cuando creía que era necesario, alimentándolo con comidas que le ayudaran a recobrar la fuerza y siendo un silencioso consuelo cuando el estómago del lobo se revolvía y Harry terminaba regresando los alimentos sobre sí mismo.

Le ayudaba a tomar un baño después, siendo extremadamente cuidadoso con sus heridas a la hora de mojarle la piel, frotaba su cabello y eliminaba los residuos de comida, lo arropaba en una suave toalla y volvían a la habitación para que el Omega lo vistiera con alguna de sus prendas.

Al estar a punto de iniciar con su séptimo mes de embarazo, el estómago de Louis no dejaba de crecer y cada vez parecía necesitar ropa mucho más grande a su tamaño. Que lograra mantener bien cubierto a su cachorro, lo hiciera parecer una pequeña esfera sin forma y ocultara los dedos de sus manos con la tela sobrante de sus mangas.

Había comenzado a compartir su ropa con Harry, impregnándola con su aroma y asegurándose de que el material no lo lastimaría antes de dársela al Alfa para que la vistiera también.

El lobo no usaba ninguna de las prendas que le ofrecía, al parecer demasiado incómodo de cubrir sus vendajes y heridas con una tela extra. Pero, en más de una ocasión, la visión de Louis se había topado con un par de sus suéteres ocultos bajo la almohada del Alfa.

Eran esos pequeños detalles los que le daban esperanza, que lo alentaban a creer que su Alfa poco a poco iba recobrando su percepción de la realidad. Sin embargo, su felicidad siempre era opacada por algún nuevo tropiezo.

Una mañana, con Harry sentado en aquel banco de madera y Louis cepillando distraídamente el húmedo cabello de su pareja, la voz del Alfa volvió a hacerse presente luego de pasar días en absoluto silencio.

"¿Louis?" pidió en un susurro ronco y doloroso, cada músculo de su cuerpo tensionándose a la par que aquel llamado escapaba de sus labios. Louis tarareó con la mayor tranquilidad que pudo, enredando su dedo en un corto mechón castaño.

"¿Qué ocurre, amor?"

Harry no respondió de inmediato, como esperaba, pero él no lo presionó. Continuó con su tarea y se centró únicamente en ello, no deteniéndose hasta que estuvo satisfecho con la forma en que el cabello de su pareja se ondulaba suavemente.

Su Alfa se veía tan bonito.

Una vez terminado, Louis le indicó que podía ponerse de pie. No esperó a que su Alfa lo siguiera y se encaminó a pasos lentos hasta la cama con un nuevo juego de sábanas limpias y suaves, sin esperar un segundo más, tomó asiento y dejó escapar una larga exhalación al tiempo que se dedicaba a masajear su pesada barriga.

Se había resignado ya a que el resto de su embarazo sería así, con él sintiéndose jodidamente débil todo el tiempo.

El que su Alfa hubiese vuelto no había generado un mayor cambio a su vulnerable condición. Los ataques habían desaparecido, por supuesto, y las pesadillas poco a poco comenzaban a irse también, pero Louis todavía podía sentirse siendo drenado de energía en ocasiones, y con ese maldito vacío punzando vehemente en su pecho.

Wolves. [TERMINADA]Where stories live. Discover now