Epílogo.

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Parte 1.

Harry Styles, líder de su aldea desde hace más de quince años.

Harry Styles, el Alfa que unió a más de una decena de manadas durante los últimos años de guerra.

Harry Styles, uno de los lobos más poderosos jamás conocidos. Quien lideró a cientos de criaturas hasta conseguir la liberación absoluta de su especie.

Harry Styles, el amoroso y dulce padre de cinco cachorros.

"¡Mamá! ¡Adryen y Lucas hicieron llorar a Edward otra vez!"

Alex sonrió sobre su humeante taza, tan acostumbrado ya a la misma rutina por las mañanas, que ni siquiera se inmutó al oír los gritos de aquella criatura, seguidos por esos exagerados lamentos de un pequeño y embustero cachorro rizado.

Louis, su madre, suspiró al otro lado de la mesa. Sosteniendo su propia taza y sin intención alguna de abandonar su cómoda posición.

A su alrededor, la mezcla de lavanda y melocotones se mantenía dominante por encima de cualquier otra fragancia que pudiera llegar a sentirse a través de los muros. Como un manto invisible que envolvía a todos los presentes dentro de esa cabaña bajo la protectora combinación de aromas que la pareja de líderes compartían.

Ese aroma, semejante a un día de campo en el lago junto a su familia, era para Alex la definición absoluta de cómo debería sentirse un verdadero hogar.

"¿Por qué creí que tener más de un hijo sería buena idea?" El Omega se preguntó melancólico mientras daba un sorbo a su bebida de cacao y vainilla, consiguiendo que el mayor de sus cachorros soltara una risita cómplice.

"Porque fui tu primer hijo," Alex dijo con obviedad, casi divertido. "No te culpo por pensar que los demás serían iguales a mí."

Estirándose para tomar uno de los panqueques recién horneados que reposaban en el centro de la mesa, Louis estuvo de acuerdo.

"Siempre fuiste un bebé tan obediente conmigo," su madre recordó con orbes brillosos y una exhalación añorante. Las bonitas arrugas marcadas a los costados de sus ojos dejándose ver un poco más notorias cuando, en un gesto que la mayoría de su familia compartía, arrugó la nariz. "Nada parecido a ese montón de cachorros rebeldes..."

Una nueva ronda de gritos y llantos emergió de la habitación contigua como una clara muestra de lo que el mayor decía, chillonas voces entremezclándose sin sentido a la par que el alboroto se volvió a cada vez más cercano.

Louis engulló de un bocado su alimento y miró hacia la entrada de la cocina, esperando lo inevitable.

"Pequeños y preciosos cachorros rebeldes que juegan con mi paciencia por las mañanas," musitó y, como si esa fuese la señal que necesitaban, sus hermanos no tardaron en aparecer cual avalancha de energía descarriada por el umbral.

La primera presencia en notarse, por supuesto, fue la de Anya, quien había nacido cuando Alex tenía tres años y ocho meses de vida, y era la segunda hija de la pareja Styles.

Una Alfa de trece años, casi catorce, que parecía encontrar un malévolo deleite en molestar a sus dos hermanos menores, siendo fielmente acompañada en cada una de sus travesuras por Edward, el cachorro más pequeño de todos.

"¡Mamá!" Anya gritó en un zumbante tono agudo apenas puso un pie dentro, corriendo a los brazos de su madre en cuanto su resplandeciente mirada celeste se encontró con los zafiros semejantes en tonalidad que el Omega mayor poseía. "Tus hijos están siendo unas pequeñas mierdas hoy," anunció con molestia.

Y, aunque Alex quiso reírse por ello, sabía que era mejor mantenerse en silencio.

Anya era una Alfa de altura sobresaliente y figura delgada, con ojos tan azules como los de Louis, nariz respingada y facciones que se acentuaban en una combinación de ambos padres. Su alargado cabello chocolate había sido una de las cosas favoritas de su madre a lo largo de los años, quien podía pasar horas cepillando las onduladas puntas mientras llamaba a la criatura "mi cachorra con ricitos", de una cariñosa manera.

Wolves. [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora